El Crepúsculo de los Dioses (1950) es una de esas películas que casi no necesitan presentación, una de las más contundentes críticas a la cruel maquinaria de Hollywood mediante la historia de una diva de cine mudo que cayó en el olvido con la llegada del sonoro. El film es sin duda una de las grandes obras maestras del séptimo arte por sus numerosas cualidades cinematográficas, pero uno de sus aspectos más interesantes son las múltiples referencias que sobrevuelan a lo largo de todo el metraje como guiños al espectador. La mayoría son conocidas pero nunca está de más repasarlas.
La protagonista es la diva de cine mudo Norma Desmond. Su nombre es una combinación de dos nombres reales que estuvieron implicados en uno de los mayores escándalos de los años 20: Mabel Normand y William Desmond Taylor. La primera era la gran actriz cómica de la época, el segundo un director que fue asesinado en extrañas circunstancias. Su muerte, que nunca se resolvió, causó un gran revuelo y afectó a la carrera de Mabel Normand al estar directamente implicada en el caso.
Si ese personaje lo hubiera interpretado cualquier actriz la película seguiría siendo excelente, pero es innegable que adquiere un atractivo especial cuando quien lo interpreta es una actriz de cine mudo que había caído realmente en el olvido. Algunos de los nombres que se barajaron para el papel fueron los de Mae West, Norma Shearer, Pola Negri, Mary Pickford y Greta Garbo. De todas ellas Mae West es la que menos habría encajado, ya que su carrera en el cine tuvo su mayor apogeo en el sonoro, mientras que Norma Shearer y Greta Garbo mantuvieron su éxito después de su etapa muda, lo cual nos indica que seguramente Wilder no buscaba necesariamente una actriz muda venida a menos con los talkies como Norma Desmond, sino una vieja gloria a secas.
De las que encajaban mejor por coincidir su situación personal en el sonoro con la de Norma Desmond, Pola Negri creo que habría funcionado también muy bien, mientras que a Mary Pickford soy incapaz de imaginarla en un papel así. La escogida fue Gloria Swanson, y el hecho de que sus circunstancias fueran parecidas a las de su personaje y que su actuación fuera tan memorable ha provocado que muchos se hayan formado una imagen errónea de ella como una actriz caída en desgracia medio enloquecida por su divismo. Nada más lejos de la realidad, Swanson había hecho algunas películas sonoras de éxito y aunque su carrera en el cine fue decayendo en los años 30, posteriormente se mantuvo ocupada en otros negocios prósperos y no encerrada en una mansión recordando su pasado.
Su mayordomo es el director y actor Erich von Stroheim, que ya había trabajado con Wilder en Cinco Tumbas al Cairo (1943). Al igual que su personaje, en su época había sido un director de cine, pero sus continuas disputas con productores truncaron su futuro como realizador. El film que Norma proyecta al protagonista Joe Gillies es La Reina Kelly (1929), una película que precisamente fue dirigida por el propio von Stroheim en los últimos días del cine mudo con Gloria Swanson. En aquellos años el filme era difícil de encontrar, haciendo que esos pocos segundos que se ven en la pantalla resultaran aún más mágicos para los fanáticos del cine silente.
También podemos ver al director Cecil B. De Mille interpretándose a sí mismo. Aunque De Mille y Wilder acabarían mal pocos años después por motivos políticos fue una decisión muy acertada, puesto que De Mille era un cineasta que tuvo un gran éxito en la era muda y mantuvo una carrera próspera en la época en que se sitúa la historia, que es lo que se necesitaba de su personaje.
Una de las escenas más famosas es aquella en que Norma Desmond juega a las cartas con “las figuras de cera”, tal y como se refiere Gillis a sus compañeros de juego, estrellas mudas en decadencia: Buster Keaton, H.B. Warner y Anna Q. Wilson.
Keaton no necesita presentación. En aquella época precisamente el actor estaba viviendo su renacimiento al ver su carrera por fin reconocida, y aunque no llegó a relanzarla sí que por entonces no era difícil ver su rostro en televisión o en pequeños cameos como éste.
H.B. Warner fue un actor de los años 20 y 30 que tuvo su breve momento de gloria interpretando a Jesucristo en Rey de Reyes (1927) del propio De Mille, pero yo lo recuerdo sobre todo como uno de esos secundarios que aparecía frecuentemente en películas de los años 30.
Por último, Anna Q. Nilsson sí que fue una actriz muy popular en su momento protagonizando muchas películas mudas, entre ellas obras tan tempranas como Regeneration (1915) de Raoul Walsh.
Que los tres actores aceptaran aparecer como «figuras de cera» es una prueba de que por entonces eran más que conscientes de su condición de viejas glorias del pasado totalmente olvidadas. Lo mismo podría decirse de Swanson y Stroheim aceptando papeles con reminiscencias muy obvias sobre su carrera.
El que Wilder consiguiera servirse de la participación de todos estos cineastas contribuyó a aumentar aún más la polémica que rodeó al film, que en su momento fue recibido por muchos miembros de la comunidad de Hollywood como un insulto. Y aunque la película se sostendría por sí sola por sus numerosas cualidades, estos guiños contribuyen a enriquecer aún más la que es una de las mejores obras que se hayan hecho sobre el mundo del cine.