Three Friends and an Invention (Dva druga, model i podruga, 1927) de Aleksei Popov

Three Friends and an Invention (Dva druga, model i podruga, 1927), también conocida por el más exacto título de Two Friends, a Model, and a Girlfriend es una encantadora muestra de las magníficas comedias que se realizaron en la era muda del cine soviético, generalmente asociada únicamente a filmes vanguardistas de contenido político, lo cual es una visión tan simplista como pensar que el cine mudo alemán era mayormente expresionista. Los protagonistas de la película que nos ocupa son dos jóvenes trabajadores de una fábrica que diseñan un invento que permite crear cajas de cartón con suma rapidez. Aunque intentan ofrecer la patente al propietario de la fábrica para facilitar el trabajo, éste se muestra en contra de invento. Lejos de desanimarse, nuestros dos héroes se dirigen a la capital para mostrárselo a las autoridades. Les acompañará una muchacha del pueblo de la que ambos están enamorados… pero también les seguirá su enemigo dispuesto a desbaratar sus planes.

El autor de Three Friends and an Invention es un director de teatro llamado Aleksei Popov, que si bien tuvo algunos pocos papeles en el cine en la era zarista, centró la mayor parte de su carrera en el mundo teatral. Con esta película Popov se proponía hacer una comedia ligera con personajes modernos tomando como referencia los filmes humorísticos que venían de fuera, sobre todo los de Buster Keaton. La conexión con Keaton es bastante obvia, no solo porque sus protagonistas son dos hombres resolutivos que se enfrentan a la adversidad y se evita el sentimentalismo que podría provocar el personaje de la chica, sino por el gusto de ambos personajes por los inventos absurdos. Y aquí no icluimos solo la máquina que fabrica cajas, sino por ejemplo el improvisado medio de transporte fluvial que inventan sobre la marcha para viajar hasta la ciudad.

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Roscoe Arbuckle y su salto al largometraje: The Round-up (1920) de George Melford

Se ha escrito mucho sobre cómo fue el salto de cortometrajes a largometrajes en lo que respecta a los grandes del slapstick. Los casos de Chaplin, Keaton y Lloyd se sucedieron en un intervalo de tiempo muy similar (si no contamos El Romance de Charlot (Tillie’s Punctured Romance, 1914), que es más un ambicioso proyecto de Mack Sennett con Chaplin y otros actores de la Keystone que una película de Chaplin propiamente dicha), mientras que en lo que respecta a Keaton y Pasión y Boda de Pamplinas (The Saphead, 1920) esto sería más bien un encargo, y el cómico volvería durante unos años al formato corto antes de verse preparado para probar con largos teniendo él plena libertad. Pero, ¿qué pasa con Roscoe «Fatty» Arbuckle? La historia le ha dejado tristemente olvidado por el escándalo que acabó con su carrera, pero eso no es excusa para que hoy día, conociendo además su inocencia, no rescatemos sus películas y le reivindiquemos como uno de los grandes pioneros de la comedia. O al menos así es como se le consideraba en su momento.

Teniendo en cuenta pues lo poco que se sabe de Arbuckle en comparación con sus coetáneos, contemplar su primer largometraje ha sido un auténtico shock por no ser en absoluto lo que esperaba. Porque The Round-Up (1920), basado en una obra teatral que curiosamente había protagonizado el primo mayor del propio Arbuckle, no es una comedia, sino un western con tintes de melodrama y unas pequeñas dosis de comedia en que el célebre cómico ni siquiera era el protagonista absoluto de la acción. ¿Qué sucedió?

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Regalo de Boda (Paths to Paradise, 1925) de Clarence G. Badger

Cuando se dice que la era muda fue la edad de oro de la comedia cinematográfica no es solo por los grandes del slapstick que todos conocemos, sino porque en esos años hubo decenas de cómicos hoy día olvidados que también hicieron su contribución al noble arte del humor con películas francamente divertidas. Y si uno se pone a explorar más allá de los nombres conocidos se llevará grandes sorpresas, como que Reginald Denny fuera en esos años el actor británico mejor pagado de Hollywood solo por detrás de Chaplin a causa de sus inmensamente populares comedias, o que nombres que asociábamos al término «secundarios de oro» como Edward Everett Horton en aquellos años tuvieran su propia serie de películas como actores principales.

Hoy les proponemos rescatar a Raymond Griffith, un actor de comedia que tuvo una gran popularidad en la época y vio su carrera truncada por la llegada del cine sonoro. Aquí hemos comentado a menudo lo mucho que se suele exagerar con el tópico de que el sonoro acabó con las estrellas de la era muda por no saber adaptarse a esa novedad tecnológica, pero en el caso de Griffith es estrictamente cierto por un detalle: apenas tenía voz. Cuando hablaba solo podía hacerlo en susurros a causa de una enfermedad que padeció de pequeño (probablemente una neumonía bronquial). De modo que su único papel en la era sonora fue el del soldado muerto de Sin Novedad en el Frente (All Quiet on the Western Front, 1930), que debe ser uno de los cameos más grotescos y macabros de la historia del cine teniendo en cuenta que el público lo reconocería pero asociándolo a sus papeles ligeros de comedia.

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Hace 100 años: las mejores películas de 1923

¿Se pensaban que este Doctor se había olvidado de uno de los grandes clásicos de este rincón silente? ¡Para nada! Aunque un poco justos de fechas, aquí tienen el listado que todos estaban esperando: las mejores películas que cumplen 100 años, es decir, los mejores filmes de 1923. Si les parece que este año les cuesta elaborar los clásicos Top10 de mejores estrenos de 2023… ¡imagínense lo complicado que era en plena edad de oro del silente!

En 1923 Alemania seguía imponiéndose como una de las mayores potencias cinematográficas del mundo, como verán con la selección de varios títulos del listado, que van mucho más allá del ya conocido expresionismo. La otra gran potencia cinematográfica europea comprobarán que es Francia. En estos años hay innumerables ejemplos de películas que combinan una enorme sensibilidad y un sentido muy visual de la puesta en escena con las influencias de las vanguardias de la época, que se manifestaban sobre todo en cortometrajes como Le Retour à la Raison (1923) de Man Ray. Pocas cosas hay mejores en la era muda que los filmes franceses de este periodo que conjugan ambos elementos.

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Tomasín en el Reino de Oz (Wizard of Oz, 1925) de Larry Semon, la gran adaptación fallida de El Mago de Oz

La versión que hizo el cómico Larry Semon del clásico relato El Mago de Oz – que en España se «tradujo» con el asombroso título de Tomasín en el Reino de Oz (1925) – es uno de esos filmes no muy vistos y de los que lo poco que se conoce tiene más que ver con sus circunstancias o su mala fama que con su contenido o la realidad. ¿Es tan nefasto como se dice? ¿Es cierto que fue tal fracaso de taquilla que hundió la carrera de Larry Semon, quien murió pocos años después aún deprimido por esta decepción? Intentemos pues hacerle justicia en esta entrada confirmando y/o desmintiendo estos hechos.

Para quienes no le conozcan, Larry Semon fue uno de los cómicos más populares del mundo en la era silente. Para mí es obvio que no está a la altura de los grandes (ya no me refiero simplemente al gran trío del slapstick o Laurel y Hardy, sino también a un Roscoe Aburkcle, un Harry Langdon o por descontado nuestro adorado Charley Chase), pero sus cortos resultan divertidos y son una buena muestra de lo que se llevaba en el género más allá de los cineastas y actores geniales. De hecho Semon fue en su momento tan célebre a nivel internacional que se le dio un sobrenombre en diferentes países: Ridolini en Italia, Zigoto en Francia y Jaimito o Tomasín en España. Pero cuando se le menciona actualmente suele ser sobre todo porque en algunos de sus cortometrajes participaron tanto Stan Laurel como Oliver Hardy antes de formar su famoso dúo, siendo su asociación con Laurel muy breve (seguramente por un choque de egos) pero muy larga y fructífera con Hardy, que era un actor mucho más predispuesto a acomodarse en papeles secundarios.

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Especial décimo aniversario: las 100 películas mudas favoritas del Dr. Caligari

Continuando con la celebración del décimo aniversario que ya iniciamos la semana pasada, el Doctor Caligari ha decidido ofrecer a sus lectores otro post de índole más personal. Si hace tiempo para conmemorar su quinto aniversario este Doctor listó sus 50 películas mudas favoritas, tenía sentido pues para que para el décimo aniversario compartiera sus 100 películas mudas favoritas.

Dicho listado no es una mera ampliación del que creó hace 50 años, sino una actualización. Eso quiere decir que los 50 primeros filmes de la lista no son necesariamente los mismos ni en exactamente el mismo orden, ya que esta lista se ha elaborado de cero sin tomar la otra como referencia (lo cual no quita que no haya habido grandes cambios significativos entre ambas). A partir de esto, solo dos puntualizaciones:

  • Ésta es una lista de películas favoritas a nivel personal. No pretende ser un listado que represente las obras más importantes o representativas de la era muda, ni que abarque los principales cineastas, movimientos o tendencias de la época.
  • En este caso, a diferencia del anterior listado, no he puesto límite al número de películas que podía haber de un mismo director. Solo una condición: he incluido únicamente largometrajes (es decir, a partir de unos 40 minutos), ya que si incluía cortos se me complicaba demasiado la cosa. Eso ha implicado dejar fuera el cine de los primeros años, espero que sepan disculparme por ello.

Y sin más dilación aquí va la lista, espero que la disfruten y la encuentren entretenida.

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Especial décimo aniversario: un repaso a mi relación con el cine mudo

 

Amigos lectores, estos días estamos de celebración en este rincón silente, ya que se cumplen ni más ni menos que 10 años desde que este Doctor decidió inaugurar este humilde espacio dedicado al cine mudo. Es cierto que la idea de abrir una web dedicada al cine mudo en plena era digital podía parecer una locura carente de futuro o simplemente ingenua en el mejor de los casos, pero el Doctor Caligari decidió lanzarse a ello sin pensarlo mucho. La premisa era ofrecer un espacio al que pudiera acudir la minoría de gente interesada en el tema, sin importar cuántos fueran y, en caso de que no funcionara, abandonarla con el tiempo. Poco podía imaginar hace 10 años este Doctor que no solo la idea fructificaría sino que llegaría a lectores de todo el mundo, de modo que de entrada no puedo más que agradecerles que hayan seguido este pequeño rincón silente durante este tiempo.

Y para celebrar esta ocasión especial este mes de enero les ofreceremos algunos posts especiales: primero dos de índole más personal en que responderé dos de las preguntas que más me han hecho relacionadas con mi afición al cine mudo, y luego otros dos dedicados a conmemorar una película que también está de aniversario este año, y que es una de las favoritas del Doctor Caligari. ¡Así que no se vayan muy lejos y únanse a la celebración!

El primer post con el que celebraremos este aniversario será de índole personal, ya que es un repaso cronológico a las películas que me introdujeron en el cine mudo. A menudo me han preguntado cómo y de dónde provino mi afición al cine mudo, pero es algo que no surgió en un momento determinado o con una película concreta sino de forma progresiva, de modo que espero que este pequeño repaso personal pueda responder a la pregunta.

Una aclaración: no se trata de una lista de mis películas mudas favoritas (en eso consistió de hecho el segundo post especial), sino de un repaso cronológico a los filmes que me descubrieron esta forma de arte. Obviamente la mayoría de las obras citadas también se encuentran entre mis predilectas, ya que muchas son grandes clásicos de la era silente y/o les guardo un cariño especial. Pero la idea no es tanto recopilar mis cintas predilectas como hablar de las diferentes etapas por las que pasé en mi relación con el cine mudo. Y sin más preámbulos, aquí va:

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«No sabía que ya lo habían inventado en esa época»: recursos cinematográficos que ya existían en la era muda (I)

Una de las cosas que a este Doctor le gusta hacer en este rincón silente es romper con tantísimos tópicos sobre cine mudo basados en prejuicios o simplemente puro desconocimiento, y demostrar que en realidad la era muda no es una etapa en que el cine aún se hallaba «incompleto». En ese sentido hay muchos recursos que se suelen asociar a épocas posteriores que en realidad ya se utilizaban en la época silente, e incluso a veces uno puede darse la sorpresa de descubrir que hay películas mudas más modernas que la mayoría de filmes de las décadas inmediatamente posteriores.

En realidad la era muda fueron unos años de constantes experimentos y descubrimientos, muchos de los cuales se quedaron paralizados con la llegada del sonoro, al encontrar el cine comercial una forma estandarizada y efectiva de narrar historias. No pretendo con ello criticar el cine sonoro, pero sí constatar que hubo un cierto retroceso al menos en lo que se refiere a la voluntad de probar cosas nuevas y forzar los límites del lenguaje cinematográfico. Para demostrarlo este Doctor se ha propuesto ofrecerles un extenso artículo en dos partes en que desgranará multitud de recursos o elementos que suelen asociarse a décadas posteriores a la era muda (en algún caso incluso a la modernidad) pero que ya se estaban utilizando por entonces. La lista podría haberse hecho incluso más extensa, incluyendo por ejemplo trucajes y efectos especiales que siguen siendo perfectamente vigentes hoy día, pero me temo que en tal caso se me podría ir el texto aún más de las manos.

Para hacerlo más digerible he decidido dividir el contenido en dos posts: el primero se centra en elementos técnicos y recursos de puesta en escena, y el próximo se centrará en aspectos temáticos o de contenido. Espero que lo disfruten y que les haga ver con otros ojos esta maravillosa época de la historia del cine.

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Los primeros trailers de la historia del cine: las diapositivas de linternas mágicas

Quizá nuestros lectores más jóvenes, que no llegaron a vivir cómo era la proyección de películas en la era muda o en las décadas inmediatamente posteriores, no sepan que en los viejos tiempos las sesiones de cine eran muy diferentes a hoy día. Por entonces la gente no asistía a la proyección de una película concreta, sino a un programa que incluía diferentes partes: unos cortometrajes previos, un largometraje barato y el plato fuerte de la noche, la película principal que todos querían ver. No solo eso, sino que a menudo la gente entraba y salía de la sala de cine a media película, sin importarle si la proyección ya había empezado. Simplemente uno llegaba, intentaba ir pillando el argumento y disfrutaba de lo que quedara de filme y lo que viniera después.

En todo caso, eso quería decir que a menudo había parones entre películas que servían además para incitar al público a comprar más palomitas o golosinas. Y para no desaprovechar esos minutos, en la era muda era frecuente que se proyectaran diapositivas en la pantalla de distinta índole. Muchas de esas diapositivas que mostraban a modo de linterna mágica eran anuncios de futuras proyecciones, que las productoras distribuían por los cines para que hicieran propaganda de sus próximas películas, y es por ello que he decidido dedicarles una entrada con una selección de algunas de las que se conservan hoy día.

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Introducción al color en la era muda: el color aplicado a la película

El tema del uso del color en el cine de la era muda es demasiado complejo y extenso como para despacharlo en un mero artículo, de hecho hay bibliografía dedicada exclusivamente a este tema. La finalidad de este post reside por tanto en ser más bien una introducción al tema y un repaso a las diferentes técnicas que se utilizaron en esta época. De modo que pónganse cómodos y acompáñenme en este viaje a los inicios del color aplicado manualmente a las películas.

Empecemos derribando una serie de mitos: ni el cine mudo era en blanco y negro, ni el color se introdujo en la era sonora. Los ejemplos que existen de color en la era silente no son pequeñas rarezas ni excepciones, sino que confirman que este tipo de técnicas se utilizaban con suma frecuencia. ¿Por qué, entonces, tantas obras mudas teóricamente en color se han visto durante años en blanco y negro? A menudo algunos lectores me han preguntado extrañados por nuevas ediciones en DVD de clásicos del cine mudo que aparecen ahora con los fotogramas tintados de tonos amarillentos y azulados, cuando de toda la vida se habían visto en blanco y negro (a mí mismo me pasó eso con El Enemigo de las Rubias (The Lodger, 1927) de Alfred Hitchcock cuando pasé de la anticuada versión que había visto siempre a la última restauración). ¿Eran así las películas originariamente? La respuesta es sí. Y si las hemos visto durante años en blanco y negro es por una serie de motivos que desgranaremos al final del post. Pero primero veamos cómo se aplicó el color en las orígenes del cine.

De entrada hemos de tener en cuenta que el color se podía obtener por dos grandes vías dentro de las cuales había multitud de alternativas diferentes: colorear el fotograma después de que se hubiera filmado la película en blanco y negro o capturar el color con la cámara y reproducirlo en el propio fotograma. Para evitar alargarnos aún más, en este post nos centraremos en el primer caso por ser el más habitual y el más específico de la era muda. Empecemos viendo las diferentes técnicas que existían de aplicar este procedimiento.

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