Siempre es un buen momento para volver a reivindicar a los pioneros británicos del cine, pero hoy además vamos a hacerlo con uno de los grandes precedentes de las batallas aéreas del cine bélico: La Guerra Aérea del Futuro (The Airship Destroyer, 1909). Como seguramente sepan, la futura I Guerra Mundial sería la primera gran guerra moderna al basarse en el poder destructor de las nuevas tecnologías, que dieron como resultado un conflicto bélico devastador y especialmente traumático. Pocos años antes de que eso sucediera, y estando ya en el aire la sospecha y el temor de un conflicto de dicha escala (que incluso el gran Alfred Machin ya vaticinó poco antes de que sucediera), el británico Walter R. Booth anticipó en esta película cómo se temía que podrían ser este tipo de guerras en el futuro.
El argumento es muy sencillo: llega un zepelín a Inglaterra que empieza a bombardear a la población civil. ¿Quién lo detendrá? Ni más ni menos que un joven inventor que no puede aspirar a casarse con la mujer que ama por la negativa de su padre. Pero como es lógico, una vez salve el país tendrá vía libre para casarse con ella y ser felices.
La Guerra Aérea del Futuro es un filme que obviamente no tiene la espectacularidad y recursos con los que contaría el cine bélico una década después, pero que en sus menos de 10 minutos compensa su limitado presupuesto con una muy eficaz puesta en escena y algunas ideas, como veremos, muy ingeniosas. El ritmo de la película fluye muy bien a la hora de pasar de unos planos a otros (parece una obviedad visto ahora, pero el pasar de los atacantes de la nave a los puntos que sufren el ataque y el escenario donde se encuentra el inventor por entonces requería una cierta pericia de montaje) y tanto el interior del laboratorio del inventor como de la nave invasora están muy bien recreados a nivel de decorados.
Es cierto que los bombardeos en si parecen inicialmente más petardazos que bombas pero es un truco de Booth para que nos confiemos, ya que en cierto momento empieza la destrucción en serio: un coche y varios edificios se vienen abajo por las bombas. El efecto en aquella época debía ser aterrador, sobre todo en aquellos casos en que no son maquetas y podemos ver por ejemplo a un hombre sacando personas heridas de un edificio. Traten de imaginar el miedo que debía inspirar en aquellos años la idea por entonces novedosa de un ataque aéreo, y la sensación de indefensión que debía inspirar y que, ay, se haría realidad en Londres tan solo seis años después.
A nivel de puesta en escena hay dos planos que destacan especialmente. El primero es este tan vistoso de varios zepelines surcando el horizonte, pero mi favorito es otro que a mí me parece algo increíble. Para transmitir la idea de que un avión inglés está surcando el cielo y dando vueltas alrededor del zepelín para atacarlo, Booth se encontró con dos problemas: las limitaciones técnicas de lo que en el fondo sigue siendo un filme muy artesanal y el hecho de que la puesta en escena era aún muy frontal. ¿Cómo dar la idea de un avión dando vueltas alrededor del zepelín sin abusar de maquetas? Pues he aquí que Booth se sacó de la manga este plano que me ha dejado boquiabierto:
Así es, en primer término tenemos el avión pasando muy cerca de la cámara, que nos permite ver a los aviadores disparando y luego, cuando se supone que está dando la vuelta, lo vemos integrado en el decorado junto al zepelín como una maqueta. La sensación que se busca transmitir es la de que está dando vueltas. Es una solución brillante y me impresiona sobre todo lo cerca que pasa el aeroplano en el momento en que circula delante de la cámara. Pocas veces verán en el cine de esos años un objeto circulando tan próximo a la cámara, dando casi la sensación de que va a chocar con ella.
Solo por este plano el filme ya merecería ser destacado, pero en general La Guerra Aérea del Futuro es una muy buena película que muestra una vez más el alto nivel del cine británico en los orígenes del cine. ¿Quién nos iba a decir que esos pioneros británicos fueron de los primeros en desmarcarse en el cine bélico de proezas aéreas que luego tanto predicamento tendría en Hollywood?



Con usted en la reivindicación del cine inglés de aquellos años. Y realmente, ese plano no es nada desdeñable. Tantas cosas damos por garantizadas que es posible que a más de uno se le pase que aquello no era para nada normal. Bien por el señor Booth!
Saludos y felicidades por lo que yo (y medio mundo) sé 😀
¡Gracias Florenci! Este título es poco conocido dentro de ese cine británico pionero y merece darle un poco de protagonismo.
Un saludo.
Jaja, cuando en el comentario sobre Maldita sea la guerra que tan gentilmente enlaza me atreví a afirmar que quizá fuera el primer bombardeo aéreo visto en cines ya sabía yo que me pasaba de listillo y es que esto del cine pionero es terrible y maravilloso al tiempo, por una parte no deja de deparar sorpresas pero por otro lado es como un océano inabarcable e ignoto. A mí también me ha sorprendido mucho la aparición del aparato volador tan en primer término. Les ha quedado estupendo.
En fin, un placer disfrutar de estos «Led Zeppelin» de 60 años antes de que cuatro melenudos se apropiaran el concepto.
Lo mismo que Florenci le felicito hoy día del libro (en singular) que con tanto tino y buen gusto celebran en su tierra.
Un abrazo!
Manuel, créame que ha sido pura casualidad. Me apetecía escribir sobre algún pionero británico, busqué entre los cortos de Walter R. Booth y salió este que comparte temática con su anterior post. Es por ello que yo hace tiempo que siempre digo «uno de los primeros» casi siempre a la hora de hablar de cine mudo, porque esto es un pozo sin fondo de sorpresas.
¡Gracias y un saludo!