Robert Land es uno de esos muchísimos cineastas que han permanecido en el más absoluto olvido durante décadas y por los cuales festivales como Le Giornate del Cinema Muto de Pordenone o Il Cinema Ritrovato de Bolonia justifican plenamente su existencia, ya que fue gracias a una retrospectiva que le dedicó Bolonia hace unos pocos años que Land se dio a conocer entre muchos cinéfilos. Poco sabemos de él más allá de que inició su carrera en Austria (convirtiéndole por tanto en uno de los pocos cineastas mudos de renombre de dicho país), que luego en el sonoro continuó en Alemania y que murió en la II Guerra Mundial. Pero a cambio tenemos sus filmes como inigualable legado personal.
Die Kleine Veronika (1929), la última obra de su periodo austríaco, es una bellísima película que narra la pérdida de la inocencia de su protagonista Veronika, interpretada por la actriz y modelo húngara Käthe von Nagy, algo crecidita para el personaje si bien en aquella época se toleraban más estas incongruencias. Veronika es una jovencita criada en un pueblo del Tirol en el seno de una familia humilde y cuya tía, que lleva años viviendo en Viena y ganando mucho dinero de forma misteriosa, le invita para que pueda hacer la confirmación. Veronika viaja ilusionada a la gran ciudad, donde su tía hará todo lo posible por preservar su inocencia escondiéndole la triste realidad: que se gana la vida como prostituta.