Le Giornate del Cinema Muto de Pordenone 2021 (IV)

¿Saben por qué el cartel de esta edición incluye una imagen del genial cómico francés Max Linder? El motivo no es solo porque se proyecte una película suya este año sino como un guiño a la primera edición del festival, que nació como unas jornadas dedicadas a rescatar películas de Max Linder. Es por tanto una forma de conmemorar una fecha tan señalada como el 40º aniversario del festival, que me temo que no ha podido ser tan sonado como nos habría gustado. Pero también hay que verlo desde el punto de vista optimista: ¿quién habría imaginado que esa modesta iniciativa que empezó como un pequeño ciclo dedicado a Max Linder duraría tantas décadas? ¿Qué futuro le podía esperar a un festival dedicado a algo tan pasado de moda como proyectar cine mudo? Definitivamente viendo en todo lo que se ha convertido y cómo ha seguido en pie tras tanto tiempo hay motivos para el optimismo.

Jueves 7 de octubre – Sobre la hipocresía y la falsa moralidad

Al inicio de una de las películas de hoy, Phil-for-Short (1919), la protagonista se defendía de la acusación de una anciana de que estaba haciendo algo indecente por bailar con túnicas de estilo griego diciendo: «Si la gente elige ver como algo malo o equivocado lo que es belleza estética, es que tienen ellos mismos un problema«. Dicho rótulo mereció un aplauso espontáneo del público, y no es para menos, porque aunque obviamente hoy día no sufrimos los niveles de censura de antaño, éste sigue siendo un tema vigente en una época en que te pueden banear de una red social por subir una foto de un cuerpo desnudo pero seguramente no suceda nada si lanzas por ahí mismo proclamas racistas. Hoy el tema en que han coincidido dos de los largometrajes de esta jornada es justamente la falsa moral de nuestra sociedad.

Primero tuvimos la ya mentada Phil-for-Short (1919), una simpatía comedia romántica de enredo de Oscar Apfel, cuyo título hace referencia al diminutivo de la protagonista, cuyo padre tuvo la poco afortunada idea de llamarla Damophilia por ser un fanático de la Antigua Grecia, de modo que ella decidió usar el diminutivo de «Phil». El problema es que, claro está, Phil es nombre de chico. Y de hecho ella no es una chica que siga las clásicas convenciones sociales: se viste con ropa masculina, practica unas extrañas danzas de inspiración griega y, en definitiva, hace lo que le da la gana. Cuando su padre muere, dos personas «metomentodo» insisten en forzarle a llevar su tipo de vida tradicional y ella decide escapar disfrazada de muchacho. Al poco tiempo conoce a un joven profesor de griego del que se enamora al instante pero lo tiene difícil, ya que éste odia a las mujeres por un desengaño amoroso del pasado.

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Fritz Lang, el pequeño tirano de la UFA: el rodaje de Metrópolis (1927)

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Ser un gran director y una gran persona son dos rasgos que, para desgracia de muchos actores y técnicos, no siempre han ido juntos. El poder que conllevaba ser el encargado de dirigir a todo un séquito de personas es algo que a muchos realizadores se les subía a la cabeza convirtiéndoles en pequeños dictadores que a veces olvidaban que estaban lidiando con otros trabajadores, no con esclavos. Eso fue lo que le sucedió a Fritz Lang en su edad de oro en los estudios de la UFA. Su peculiar carácter sumado al hecho de saberse el director más importante de Alemania (y uno de los principales de Europa) le convirtieron en un cineasta que no reparaba en nada a la hora de filmar sus películas: fulminaba los presupuestos del estudio sin inmutarse, discutía tanto con técnicos como con sus superiores y exprimía a los actores hasta el límite. Cualquier cosa con tal de que la película quedara exactamente como él quería.

Como muestra de su difícil carácter, vamos a recordar algunos de los problemas surgidos durante la filmación de su obra muda más célebre, Metrópolis (1927), que este Doctor pudo presenciar en persona como invitado de honor y que, además, se recogen en la imprescindible biografía de Patrick McGilligan The Nature of the Beast.

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Las Tres Luces (Der Müde Tod, 1921) de Fritz Lang

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Las Tres Luces es sin duda de una de las mejores obras del periodo alemán de Fritz Lang así como la primera gran película de toda su carrera. Parte de ello quizá es debido al hecho de tratarse también de la primera obra que escribió junto a su inseparable guionista (y futura esposa) Thea Von Harbou de principio a fin y con la seguridad de que el guión sería filmado por él mismo.

Se trata de una parábola sobre la muerte y el destino (de hecho el título se tradujo en inglés como “Destiny”) que contiene una historia principal y luego tres breves subtramas que tienen como punto en común la lucha de dos jóvenes contra las circunstancias para que su amor sea posible.

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