Especial Films Albatros (IV): los 100 rostros de Ivan Mosjoukine/Ivan Mozzhukhin

Este post forma parte de un especial dedicado al estudio Films Albatros que incluye los siguientes artículos:


«No hay nada más doloroso y desagradable que verte a ti mismo en la pantalla. La más mínima falsedad espiritual, aunque sea camuflada por la técnica, se percibe de inmediato, y eso me atormenta durante mucho tiempo».

NOTA: en este post he empleado la versión afrancesada del nombre de nuestro protagonista en lugar de su nombre original en ruso, Ivan Mozzhukhin. El motivo es simplemente que es el nombre por el que más se le suele conocer.

Tres instantáneas de la vida de Ivan Mosjoukine

Como primera toma de contacto con la compleja biografía de un actor tan prolífico y apasionante como Ivan Mosjoukine quedémonos de entrada con tres instantáneas tomadas en diferentes momentos de su carrera y un fragmento de vídeo. La primera instantánea sería en 1920, cuando desembarca en Francia huyendo de la revolución soviética con el estatus de ser la principal estrella del cine ruso. ¿Lograría hacerse un nombre en ese país o quedaría relegado a papeles secundarios como le sucedería a docenas de actores que no consiguieron mantener su caché tras verse obligados a emigrar a otra industria donde no eran tan conocidos? La segunda imagen es otro desembarco, en este caso en Estados Unidos, adonde Mosjoukine ha viajado en 1927 tras hacerse un nombre en toda Europa con la esperanza de convertirse en una de las grandes estrellas masculinas de Hollywood. Lo tiene todo a su favor: talento, físico, fama, experiencia y versatilidad. Una última instantánea, ésta perteneciente a 1939: un Mosjoukine enfermo de tuberculosis en un hospital parisino arruinado y totalmente olvidado por el público. La muerte a los 49 años del que 12 años antes era uno de los actores más famosos de Europa pasó totalmente desapercibida.

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Nana (1926) de Jean Renoir

nana

Adaptar una obra considerada un gran clásico de la literatura es siempre una tarea difícil, especialmente cuando se trata de un libro extenso, porque eso implica adaptarlo a la duración media de un film reduciendo su complejidad y la densidad psicológica de los personajes. Eso es lo que sucede inevitablemente con la adaptación que hizo Renoir de Nana de Émile Zola, la célebre novela que narraba la historia de una prostituta que asciende hasta convertirse en amante de lujo de numerosos nobles y personajes acaudalados, llevándolos a todos a la perdición.

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