Especial décimo aniversario: las 100 películas mudas favoritas del Dr. Caligari

Continuando con la celebración del décimo aniversario que ya iniciamos la semana pasada, el Doctor Caligari ha decidido ofrecer a sus lectores otro post de índole más personal. Si hace tiempo para conmemorar su quinto aniversario este Doctor listó sus 50 películas mudas favoritas, tenía sentido pues para que para el décimo aniversario compartiera sus 100 películas mudas favoritas.

Dicho listado no es una mera ampliación del que creó hace 50 años, sino una actualización. Eso quiere decir que los 50 primeros filmes de la lista no son necesariamente los mismos ni en exactamente el mismo orden, ya que esta lista se ha elaborado de cero sin tomar la otra como referencia (lo cual no quita que no haya habido grandes cambios significativos entre ambas). A partir de esto, solo dos puntualizaciones:

  • Ésta es una lista de películas favoritas a nivel personal. No pretende ser un listado que represente las obras más importantes o representativas de la era muda, ni que abarque los principales cineastas, movimientos o tendencias de la época.
  • En este caso, a diferencia del anterior listado, no he puesto límite al número de películas que podía haber de un mismo director. Solo una condición: he incluido únicamente largometrajes (es decir, a partir de unos 40 minutos), ya que si incluía cortos se me complicaba demasiado la cosa. Eso ha implicado dejar fuera el cine de los primeros años, espero que sepan disculparme por ello.

Y sin más dilación aquí va la lista, espero que la disfruten y la encuentren entretenida.

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Mandrágora (Alraune, 1928) de Henrik Galeen

Viendo Mandrágora (1928) de Henrik Galeen no puedo evitar preguntarme cómo habría sido esta película si se hubiera filmado a principios de década, en plena edad de oro del expresionismo. Quizá habría sido más o menos lo mismo, es decir, un filme menor dentro de las innumerables joyas que nos dio Alemania en la era muda. Pero quién sabe si se habría impregnado más del ambiente expresionista que sobrevolaba sobre muchas películas de esa época y que además encajaría perfectamente en un argumento como éste. En todo caso la realidad es que tenemos que conformarnos con una obra potencialmente prometedora pero que a la práctica ofrece bastante menos de lo esperado.

El Profesor Jakob ten Brinken explica a sus alumnos la vieja leyenda de la mandrágora, una raíz que antiguamente se creía que podía transformarse en un ser humano y que se podía encontrar en la tierra que había debajo de un hombre ahorcado. Para probar la teoría de la mandrágora, Brinken decide hacer un experimento con una prostituta a la que impregnaría con un ejemplar. De ahí nace Alraune, una joven que cuando se hace mayor se convierte en una mujer que seduce a varios hombres llevándolos a la perdición.

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El Estudiante de Praga (Der Student von Prag, 1913) de Stellan Rye y Paul Wegener

Nosotros como cineastas debemos olvidar el teatro y las novelas, creando nuestras películas a partir de medios cinematográficos. El verdadero poeta del cine debe ser la cámara”.
Paul Wegener

No nos andaremos con rodeos: El Estudiante de Praga (1913) es una de las películas más importantes de la historia del cine alemán, que además pertenece a la cosecha de grandes obras creadas en 1913, uno de los años clave en el desarrollo del cine como forma de arte, ya que coincidieron en él varios filmes de diferentes países que supusieron un importante antes y después en su evolución. He aquí unos pocos ejemplos: Suspense de Lois Weber y Phillips Smalley, Ingeborg Holm de Victor Sjöstrom, L’Enfant de Paris de Léonce Perret, Twilight of a Woman’s Soul de Yevgeni Bauer, Atlantis de August Blom o el inicio del serial Fantomas de Louis Feuillade. ¡Todo ello en un mismo año y sucediendo en paralelo en países tan diversos! Aunque el gran hito de los años 10 serían los dos primeros largometrajes de D.W. Griffith, 1913 fue previamente el año en que empezó a confirmarse que el cine estaba evolucionando y llegando a unos niveles de creatividad y expresividad que antes parecían impensables. Y en ese sentido este filme de Paul Wegener y Stellan Rye supuso un hito en la cinematografía alemana al ser probablemente la primera gran película de importancia que produjo ese país.

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El Golem (Der Golem, wie er in die Welt kam, 1920) de Paul Wegener y Carl Boese

Una de las películas más importantes que el año pasado cumplió un siglo es El Golem (1920) de Paul Wegener. Eso sumado a la reciente restauración que recientemente salió a la venta nos sirve de excusa perfecta para dedicarle una entrada detallada a la que es una de las obras maestras del cine mudo alemán.

Todo empezó cuando el actor de teatro Paul Wegener estaba filmando en Praga la primera versión cinematográfica de El Estudiante de Praga (1913), codirigida por él y Stellan Rye. En medio del rodaje, Wegener se enteró de una leyenda local judía sobre un rabino que en la Edad Media dio vida a un golem para proteger a los habitantes de su gueto. Fascinado por la historia, Wegener se propuso convertirla en película, y de ahí surgiría El Golem (1915), codirigida por él y Henrik Galeen. Por desgracia dicha versión está perdida, lo cual supone una enorme pérdida porque las escenas que sobreviven resultan muy prometedoras (en su momento ya comenté los pocos fragmentos que pude ver en Le Giornate del Cinema Muto del 2017). Lo interesante de esta versión es que Wegener la situaba en la época contemporánea – el presupuesto no daba para recrearla en la Edad Medieval – pero el director quedó muy poco satisfecho con el resultado. A ésta le seguiría una especie de secuela en clave humorística, El Golem y la Bailarina (Der Golem und die Tänzerin, 1917) también codirigida por Wegener, quien encarnaba a un actor que se disfrazaba de golem para impresionar a una bailarina en un baile de disfraces. De nuevo se trata de una película perdida que, si bien no parece tan prometedora como El Golem (1915), tiene como aliciente tanto sus juegos metacinematográficos (con Wegener encarnando a un actor que ha interpretado a un golem en una película) como la idea de extraer partido humorístico a una figura en principio terrorífica (algo que explotarían más a fondo posteriormente cineastas como Tod Browning o James Whale).

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Hace 100 años: las mejores películas de 1920

Amigos lectores, un año más vuelve el post que todos estaban esperando: el tradicional repaso del Doctor Caligari a los mejores filmes que este año cumplen un siglo o, dicho de otra manera, las mejores 15 películas de 1920 (si quieren consultar los listados de otros años, los tienen abajo del todo). El cambio de década, como ya sabrán, marcaría la entrada a la edad de oro de la era muda. Después de que a finales de los años 10 el cine acabara de consolidarse al encontrar su lenguaje cinematográfico propio, los años 20 supusieron su eclosión definitiva. Lo que hace que el cine de esta década sea tan fascinante es ver cómo tantos grandes cineastas explorarían, cada uno a su manera, las posibilidades de una forma de arte que todavía estaba por ver cuánto daría de sí. Era aún terreno nuevo por explorar.

Así pues uno de los hechos más significativos de este 1920 sería el surgimiento del cine expresionista, al cual le seguirían otras tendencias vanguardistas que iremos viendo en próximos años. Eso conllevó entre otras cosas la entrada con fuerza de Alemania como uno de los países más potentes a nivel cinematográfico del mundo, algo que queda bastante claro en el listado que hemos elaborado. En paralelo, nuestros amigos los suecos seguían ofreciendo algunas de las películas más interesantes del momento, entre las cuales notarán que he omitido un clásico en mayúsculas en mi listado: Erotikon (1920) de Mauritz Stiller, que si bien fue una obra muy exitosa e importante (fue uno de los filmes que empezó a establecer las reglas de las comedias sofisticadas), no se encuentra entre mis favoritas.

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Mujeres directoras en la era muda

En los últimos años hemos estado asistiendo a una más que necesaria reivindicación del papel de la mujer en el cine, especialmente de aquellas cineastas que consiguieron abrirse paso en una industria que históricamente ha estado dominada por hombres en algunos de sus roles más importantes (el de director y productor). Este pequeño rincón dedicado al cine mudo no quiere ser menos, y por ello el Doctor Caligari ha decidido escribir un artículo recordando a algunas de las directoras más remarcables de estos primeros años.

De entrada un dato que puede parecer chocante: en la era muda había más mujeres trabajando en la industria del cine que en cualquier otra época posterior. ¿Cómo puede ser que hubiera tantas directoras en los años 10 y 20 pero que en los años 30 y 40 cueste encontrar ni que sea ejemplos sueltos de realizadoras femeninas? El motivo es más que probablemente el hecho de que en las primeras décadas del cine imperaba una especie de caos que facilitaba esta situación. Y no solo en lo que respecta a las mujeres que pasaron a la dirección, si indagan un poco descubrirán que en la era muda resultaba de lo más normal que muchos actores dirigieran también algún que otro film (teniendo a veces como consecuencia que el actor en cuestión decidiera quedarse en su rol de director, como es el caso de Frank Borzage, Ernst Lubitsch o Tod Browning entre muchos otros), algo que en las décadas siguientes se volvió mucho más raro. En definitiva, en los años 10 y 20 no era demasiado difícil para un profesional del cine tener la ocasión de dirigir algún que otro film y, si la cosa funcionaba, especializarse en ese rol. Cuando en los años 30 se estandarizó el sistema (sobre todo en Hollywood con el sistema de estudios) los roles se volvieron más inamovibles y la lógica de la industria alejó a las mujeres de un puesto de poder tan importante como el de directora.

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Las 50 películas mudas favoritas del Dr. Caligari

Apreciado lector, este post ha quedado desfasado, puesto que el Doctor Caligari ha hecho 5 años después una nueva lista actualizada y con 100 títulos.


En los cinco años que este humilde Doctor lleva escribiendo en este rincón dedicado al cine mudo en más de una ocasión le han preguntado por sus películas mudas favoritas. Ésta obviamente no es una tarea fácil, ¡hay tantos títulos a tener en cuenta! No obstante, para conmemorar el reciente quinto aniversario del blog y el haber llegado a los mil seguidores en nuestro Facebook (en la foto de arriba pueden ver al Doctor Caligari celebrando eufórico la ocasión) su genio del mal favorito ha decidido sentarse y escribir la susodicha lista.

Como una lista de diez películas estaría formada en su mayor parte por títulos más conocidos y, por otro lado, este Doctor tampoco quiere ser deshonesto seleccionando obras más atípicas para dárselas de original, ha decidido que la mejor forma de llevar esto a cabo era ampliando la lista a 50 títulos, donde habría cabida para algunos más conocidos y otros no tanto. Y por último, para facilitar la tarea (uno ya tiene una edad para meterse en este tipo de fregados), se dejarán de lado cortometrajes. Espero que disfruten de esta selección de la que inevitablemente se han quedado fuera muchos grandes títulos:

El cine expresionista alemán

Este post forma parte de un especial dedicado a El Gabinete del Doctor Caligari (1920) que incluye también las siguientes entradas:


Obviamente no podíamos acabar nuestro especial temático dedicado a El Gabinete del Doctor Caligari (1920) sin hablar del cine expresionista alemán, que es el movimiento artístico que propulsó el éxito de la película. De hecho la etiqueta «cine expresionista» es una de las que se ha usado con más ligereza a la hora de hablar de cine clásico, hasta el punto de que ha acabado convirtiéndose en un cliché. Parece que sea casi obligatorio al hablar de una película alemana muda citar en algún momento las influencias expresionistas de la cinta y, si hace falta, forzarlas viendo tintes expresionistas en elementos que en realidad no los tienen.

La realidad es que si algo hace del cine alemán de la República de Weimar uno de los periodos más ricos de la historia es la multitud de influencias que maneja, de las cuales el expresionismo es solo una de ellas. Y de hecho, si analizamos la producción cinematográfica de esos años, el número de películas realmente expresionistas en el sentido estricto del término es sorprendentemente bajo. Va siendo hora pues de romper con el mito del expresionismo como un movimiento que define el cine alemán de la época. Y para ello en este post les proponemos analizarlo a fondo y situarlo en el lugar exacto que le corresponde dentro de la producción cinematográfica de los años 20.

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Le Giornate del Cinema Muto de Pordenone 2017 (IV)

¿Se les ocurre una mejor imagen de bienvenida al festival?

Comentaba Jay Weissberg en la ceremonia de apertura que Pordenone era un sitio en el que poder aislarnos de todos los problemas del mundo durante una semana, algo más necesario que nunca en los tiempos que corren. Es por ello que el último día de festival se caracteriza porque uno empieza a sentir los primeros síntomas del famoso síndrome post-Pordenone; cuando uno debe abandonar esa cómoda burbuja en que ha vivido aislado durante una semana y volver a la realidad y a las aburridas obligaciones cotidianas (como por ejemplo, en el caso de este Doctor, diseñar nuevas armas químicas e instruir a los becarios sobre cómo evitar que se cuelen intrusos en su guarida). No obstante, antes de que eso sucediera Pordenone nos ha ofrecido aun tres días muy intensos, como verán a continuación.

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El monstruo y la niña: de El Golem (1920) a Frankenstein (1931)

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He aquí una de las imágenes más iconográficas de la historia del cine, que con toda seguridad todos ustedes reconocerán, pero por si hay por ahí algún lector despistado añadiremos que pertenecen a la versión de Frankenstein realizada en 1931 por James Whale en Hollywood, con Boris Karloff encarnando al monstruo. Aunque es una escena más que conocida, creo que resulta tan fascinante que nunca está de más volver a verla:

Esperen, esto es un blog de cine mudo, ¿verdad? No teman, el Doctor Caligari no ha perdido el norte. Les hemos hecho volver a rememorar esta escena para contraponerla con un precedente que no es tan célebre pero que merece ser justamente reivindicado: El Golem (1920) de Paul Wegener y Carl Boese.

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