Las grandes obras soviéticas vanguardistas de los años 20 puede parecer que encierren una cierta contradicción: por un lado se supone que son películas propagandísticas dirigidas al pueblo llano para celebrar el triunfo de la Revolución Bolchevique, pero por el otro éstas tenían un estilo muy innovador y vanguardista para la época, y eran además terriblemente discursivas. ¿Hasta qué punto la población iba a ser capaz de entenderlas?
La clave de este dilema se encuentra entre otras cosas en el uso de una simbología clara y directa, además de mostrar imágenes poderosas que por sí solas se queden en la retina del espectador. En ese aspecto, Eisenstein demostró ser también un maestro, como lo prueba una de las escenas más célebres de la historia del cine, el ataque en la escalinata de Odessa de El Acorazado Potemkin (1925). Hoy les proponemos rescatar otro de los momentos más célebres de su filmografía: la escena del puente de Octubre (1928).