Le Due Innamorate di Cretinetti (1911) de André Deed

El delicado asunto de los ménage à trois es algo que daba a hablar desde los inicios de la era muda. Y si no me creen, vean este cortometraje cómico tan divertido, Le Due Innamorate di Cretinetti (1911), que nos puede servir de paso para reivindicar a uno de esos grandes cómicos de los inicios del cine que luego cayó por completo en el olvido: André Deed. De origen francés, Deed tuvo una enorme popularidad internacional antes de la I Guerra Mundial, que le llevaría a dejarse tentar por una oferta de la industria italiana, por entonces una de las más pujantes del mundo a nivel cinematográfico. Allí recalaría en el prestigioso estudio de Turín Itala Film, donde protagonizaría una serie de cortos en que interpretaba a un personaje llamado Cretinetti (en español se le conocía como «Toribio»), muchos de ellos dirigidos ni más ni menos que por Giovanni Pastrone, futuro realizador de Cabiria (1914).

El filme que nos ocupa es uno de esa serie sobre el cual no he podido corroborar con exactitud su paternidad, pero las fuentes que he consultado atribuyen la dirección al propio Deed (que de hecho en esos años pasó a dirigir sus propios filmes). Así mismo, una de las mujeres protagonistas es Valentina Frascaroli, futura mujer de Deed y una de las muchas grandes divas italianas de la época, que como vemos se desenvolvía perfectamente en papeles cómicos. Conociendo ya a sus responsables, pasemos pues al argumento.

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Tomasín en el Reino de Oz (Wizard of Oz, 1925) de Larry Semon, la gran adaptación fallida de El Mago de Oz

La versión que hizo el cómico Larry Semon del clásico relato El Mago de Oz – que en España se «tradujo» con el asombroso título de Tomasín en el Reino de Oz (1925) – es uno de esos filmes no muy vistos y de los que lo poco que se conoce tiene más que ver con sus circunstancias o su mala fama que con su contenido o la realidad. ¿Es tan nefasto como se dice? ¿Es cierto que fue tal fracaso de taquilla que hundió la carrera de Larry Semon, quien murió pocos años después aún deprimido por esta decepción? Intentemos pues hacerle justicia en esta entrada confirmando y/o desmintiendo estos hechos.

Para quienes no le conozcan, Larry Semon fue uno de los cómicos más populares del mundo en la era silente. Para mí es obvio que no está a la altura de los grandes (ya no me refiero simplemente al gran trío del slapstick o Laurel y Hardy, sino también a un Roscoe Aburkcle, un Harry Langdon o por descontado nuestro adorado Charley Chase), pero sus cortos resultan divertidos y son una buena muestra de lo que se llevaba en el género más allá de los cineastas y actores geniales. De hecho Semon fue en su momento tan célebre a nivel internacional que se le dio un sobrenombre en diferentes países: Ridolini en Italia, Zigoto en Francia y Jaimito o Tomasín en España. Pero cuando se le menciona actualmente suele ser sobre todo porque en algunos de sus cortometrajes participaron tanto Stan Laurel como Oliver Hardy antes de formar su famoso dúo, siendo su asociación con Laurel muy breve (seguramente por un choque de egos) pero muy larga y fructífera con Hardy, que era un actor mucho más predispuesto a acomodarse en papeles secundarios.

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Le Giornate del Cinema Muto de Pordenone 2022 (IV)

Crédito: Valerio Greco

6 de octubre – El cóctel de Mabel

Hablando con algunos viejos conocidos del festival oí algunos quejas de que este año teníamos sobredosis de melodramas, y aunque ese género siempre ha estado muy presente en Pordenone es cierto que el ciclo Norma Talmadge está haciendo que haya una sensación de sobreabundancia. En el caso de The Sign on the Door (1921) al principio tuve esa impresión, aun cuando la dirección corría a cargo de un director tan eficiente como Herbert Brenon, clásico nombre respetadísimo en su época y hoy día olvidado por el paso del tiempo. Talmadge es una jovencita que se deja engañar por un bribón, quien intenta seducirla (esto es, violarla, pero dicho de forma más refinada) llevándola engañada a un local de mala muerte. Consigue escapar y años después está casada con un hombre adinerado que tiene una hija veinteañera de su anterior matrimonio. Aparece en escena de nuevo el seductor y, lo adivinaron, intenta hacerse con la hijastra de nuestra Norma.

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Hace 100 años: las mejores películas de 1922

Efectivamente, amigos lectores, aquí tenemos uno de los artículos que no pueden faltar cada año en su rincón silente favorito (esto es, espero, este humilde blog): el listado de las mejores películas que cumplen 100 años, es decir, los mejores filmes de 1922. Mientras a finales de año las revistas de cine nos desbordarán con listados que siguen esa aburrida actualidad no silente, el Doctor Caligari les propone en el ecuador de este 2022 una selección de las 15 mejores películas que recuerda haber visto en el ya lejano año 1922. Vamos a ello y recuerden que al final del post tienen los links de los listados elaborados aquí en los años anteriores.

No voy a detenerme demasiado en hacer un repaso sobre cómo estaba el panorama cinematográfico en 1922 porque a grandes rasgos sigue las líneas que ya comenté en el post dedicado a 1921. Alemania siguió imponiéndose como una de las cinematografías más importantes no ya de Europa sino del mundo, y es significativo cómo en un par de años ha pasado de tener una presencia testimonial en mis tops a acaparar los mejores puestos (y eso que he evitado repetir más de una película de un mismo director). En contraste, los países escandinavos van cediendo poco su hegemonía, si bien veremos que este año se estrenó uno de los filmes más célebres de su periodo mudo. Cabe decir no obstante que he dejado fuera algunas obras bastante interesantes de esos países como la dickensiana Grandes Esperanzas (Store forventninger, 1922) del danés A. W. Sandberg o la finlandesa Anna-Liisa (1922) de Teuvo Puro, que vi hace unos años en Pordenone.

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El Hermanito (The Kid Brother, 1927) de Ted Wilde

Ya desde uno de sus primeros largometrajes, El Mimado de la Abuelita (Grandma’s Boy, 1922) de Fred C. Newmeyer, Harold Lloyd había mostrado un nada disimulado interés por introducir elementos dramáticos en sus películas y, sobre todo, darle una psicología más compleja y humana a su personaje cómico para que no fuera un mero clown de slapstick. Si bien inicialmente llevó esas ambiciones demasiado lejos con una primera versión de El Mimado de la Abuelita puramente dramática que no funcionó en los pases previos, el montaje que acabó haciendo de dicho filme le mostró el camino a seguir: balancear entre comedia y drama, no renunciar al slapstick pero tampoco a dar más profundidad a su personaje. Desde entonces la carrera de Lloyd alternaría siempre entre un filme más ambicioso o profundo y otro más puramente escapista (no por ello peor acabado, de hecho algunos de éstos fueron sus mayores éxitos de taquilla). De entre las películas que se encuentran en el primer grupo – El Hombre Mosca (Safety Last! 1923), El Tenorio Tímido (Girl Shy, 1924) y El Estudiante Novato (The Freshman, 1925) – ninguna llevó tan lejos sus ambiciones como El Hermanito (The Kid Brother, 1927).

El origen de este proyecto está en la admiración que sentía Harold Lloyd hacia Tol’able David (1921) de Henry King, no en vano una de las películas más importantes del cine americano de las primeras décadas. Dicho filme supuso además la contribución más importante al género conocido como «americana», en el que Lloyd decidió situar su siguiente historia, que era una suerte de parodia no disimulada de la de King. Harold es el hijo menor del sheriff de un pequeño pueblecito que se siente discriminado, ya que su padre solo trata sus asuntos con sus dos hermanos, mucho más fuertes que él. La llegada de un espectáculo ambulante a la ciudad le permitirá conocer a Mary, una jovencita de la que se enamora y ante la que aparenta ser un tipo duro. La situación se complica cuando alguien roba de casa del sheriff el dinero recolectado para construir una presa y las sospechas recaen sobre el propio padre de Harold.

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Le Giornate del Cinema Muto de Pordenone 2021 (IV)

¿Saben por qué el cartel de esta edición incluye una imagen del genial cómico francés Max Linder? El motivo no es solo porque se proyecte una película suya este año sino como un guiño a la primera edición del festival, que nació como unas jornadas dedicadas a rescatar películas de Max Linder. Es por tanto una forma de conmemorar una fecha tan señalada como el 40º aniversario del festival, que me temo que no ha podido ser tan sonado como nos habría gustado. Pero también hay que verlo desde el punto de vista optimista: ¿quién habría imaginado que esa modesta iniciativa que empezó como un pequeño ciclo dedicado a Max Linder duraría tantas décadas? ¿Qué futuro le podía esperar a un festival dedicado a algo tan pasado de moda como proyectar cine mudo? Definitivamente viendo en todo lo que se ha convertido y cómo ha seguido en pie tras tanto tiempo hay motivos para el optimismo.

Jueves 7 de octubre – Sobre la hipocresía y la falsa moralidad

Al inicio de una de las películas de hoy, Phil-for-Short (1919), la protagonista se defendía de la acusación de una anciana de que estaba haciendo algo indecente por bailar con túnicas de estilo griego diciendo: «Si la gente elige ver como algo malo o equivocado lo que es belleza estética, es que tienen ellos mismos un problema«. Dicho rótulo mereció un aplauso espontáneo del público, y no es para menos, porque aunque obviamente hoy día no sufrimos los niveles de censura de antaño, éste sigue siendo un tema vigente en una época en que te pueden banear de una red social por subir una foto de un cuerpo desnudo pero seguramente no suceda nada si lanzas por ahí mismo proclamas racistas. Hoy el tema en que han coincidido dos de los largometrajes de esta jornada es justamente la falsa moral de nuestra sociedad.

Primero tuvimos la ya mentada Phil-for-Short (1919), una simpatía comedia romántica de enredo de Oscar Apfel, cuyo título hace referencia al diminutivo de la protagonista, cuyo padre tuvo la poco afortunada idea de llamarla Damophilia por ser un fanático de la Antigua Grecia, de modo que ella decidió usar el diminutivo de «Phil». El problema es que, claro está, Phil es nombre de chico. Y de hecho ella no es una chica que siga las clásicas convenciones sociales: se viste con ropa masculina, practica unas extrañas danzas de inspiración griega y, en definitiva, hace lo que le da la gana. Cuando su padre muere, dos personas «metomentodo» insisten en forzarle a llevar su tipo de vida tradicional y ella decide escapar disfrazada de muchacho. Al poco tiempo conoce a un joven profesor de griego del que se enamora al instante pero lo tiene difícil, ya que éste odia a las mujeres por un desengaño amoroso del pasado.

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Le Giornate del Cinema Muto de Pordenone 2021 (III)

Crédito: Photo 12/7 e Art/Vita-Film

Es una sensación curiosa estar en Pordenone y, por una vez, comprobar que tienes tiempo de sobras para todo. Que no tienes que empalmar película tras otra y, en ocasiones, tener que ingeniártelas para comer algo en cinco minutos si quieres asistir a alguna de las conferencias que tiene lugar al mediodía. Esta edición más light con menos proyecciones y mucho más tiempo libre tiene sin duda sus ventajas, pero uno echa de menos el Pordenone de siempre, con tantas películas y actividades entre las que escoger que uno no da abasto y acaba escribiendo sus crónicas como puede a altas horas de la madrugada. No garantizo que de aquí a un año no me esté retractando de estas palabras si tengo la doble suerte de poder volver a venir y de que el festival haya vuelto a su formato de antaño.

Lunes 4 de octubre – La vida es un carnaval

La sesión matinal de hoy ha tenido un carácter más bien juvenil. Empezamos con un curioso cortometraje alemán, In den Dschulgeln Afrikas realizado entre 1921 y 1924 de la directora Ilka Schütze, que explica una pequeña historia con muñecos usando la técnica de stop motion. Un pequeño viaje a África que incluye enfrentamientos contra leones y caníbales hecho de forma algo rudimentaria pero con su encanto.

El cine mudo era un terreno muy apropiado para que ex-deportistas profesionales exhibieran sus dotes físicas. El hecho de no tener diálogo podía ocultar ciertas deficiencias de estos actores no profesionales a la hora de enunciar sus frases, y como en la época silente se llevaban mucho las acrobacias y proezas atléticas (sin ir más lejos ayer Doug nos hizo toda una exhibición) es natural que algunos deportistas probaran suerte en ese medio. Ya lo comprobamos en la edición del 2015 con el programa titulado «Strong Men» y este año lo veremos con el ciclo dedicado a Snowy Baker.

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Le Giornate del Cinema Muto de Pordenone 2021 (II)

Aunque es cierto que se le pueden poner pegas a esta edición del festival algo descafeinada, que por culpa del Covid no ha sido el gran retorno al formato presencial que esperábamos el año pasado, tampoco vamos a negar que a la práctica el simple hecho de estar aquí disfrutando de estas películas y del ambiente de Pordenone (aunque se echen en falta bastantes rostros conocidos) ha sido una de las cosas más ilusionantes de este año para los que somos habituales. Incluso las pequeñas incomodidades del Teatro Verdi que ya había olvidado (esos famosos asientos que se diseñaron sin tener en cuenta a la gente que mide más de metro ochenta) se me hicieron simpáticas por traerme viejos recuerdos. Pordenone ha vuelto, y esto es lo que nos ha ofrecido en sus primeras jornadas.

Viernes 1 de octubre – La última tentación de Maciste

Después de haberme perdido en los últimos años la clásica sesión pre-inaugural que tiene lugar justo antes del inicio oficial del festival en Sacile (un pueblo a unos 20 kilómetros de Pordenone), esta edición no quise dejarla escapar y fue una elección acertadísima. La película que se nos ofreció en el Teatro Zancanaro fue Maciste all’Inferno (1926) de Guido Brignone, que yo acudí a ver esperando un divertido entretenimiento para abrir boca y acabó siendo para mi asombro un filme más que notable. Pero vayamos por partes.

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Al Sol (Sunnyside, 1919) y Un Día de Juerga (A Day’s Pleasure, 1919) de Charles Chaplin

Al Sol (1919) y Un Día de Juerga (1919) son dos películas de Chaplin que he decidido juntar en este post porque creo que son muy apropiadas ahora que se acercan las vacaciones veraniegas, pero también porque siempre me han resultado intrigantes, puesto que si uno las mira dentro del global de su filmografía son un curioso paso atrás.

Ya en sus últimos cortos para la Mutual Chaplin demostró ser capaz de llegar a unos niveles de maestría que lo ponían por encima de la mayoría de realizadores de su época, como puede comprobarse en obras como Charlot en la Calle de la Paz (Easy Street, 1917), Charlot en el Balneario (The Cure, 1917), o Charlot emigrante (The Immigrant, 1917). Y cuando pasó a la First National todo parecía indicar que sus películas irían progresivamente a más, como demostraron joyas como Vida de Perro (A Dog’s Life, 1918) o Armas al Hombro (Shoulder Arms, 1918). Pero entonces… ¿qué pasó? De repente vinieron dos cortometrajes que, sí, eran divertidos, pero suponían un claro paso atrás no respecto a sus dos últimas obras sino respecto a todo lo que había hecho en la Mutual. Habría que remontarse a los tiempos de Essanay (1915) para dar con otros filmes tan poco excepcionales como Al Sol y Un Día de Juerga – y no me malinterpreten, me gustan y creo que son dos buenas comedias, pero estamos hablando de un cineasta genial con una carrera que iba cada vez a más y que, como ya sabemos, en unos años alcanzaría unas cotas aún más elevadas.

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Cómicos que Pasan (Exit Smiling, 1926) de Sam Taylor

Aunque hoy día su nombre no es tan conocido como merecería, en su momento Beatrice Lillie fue una de las más grandes actrices cómicas del mundo, con una larga y exitosa carrera en el mundo del teatro que abarcó desde los años 10 hasta los 60 en la que trabajó con autores como Noël Coward o André Charlot. Bautizada por más de un crítico como la mejor actriz cómica de la época, era de esperar que tarde o temprano el mundo del cine le hiciera alguna propuesta, como acabó sucediendo en forma de una película no muy recordada pero que merece nuestra atención: Exit Smiling (1926).

El filme en cuestión cumple perfectamente el cometido de servir como vehículo para mostrarnos las dotes cómicas de la protagonista pero, al mismo tiempo, evita ser una obra creada expresamente para su lucimiento – o, dicho en otras palabras, el guion se sostendría perfectamente por sí solo sin el aliciente de Beatrice Lillie. Irónicamente, la que era una de las mejores actrices de la época, encarna aquí a Violet, una pobre mujer encargada del guardarropa de una compañía teatral ambulante que en el fondo sueña con poder trabajar como actriz haciendo el papel de la femme fatale, una paradoja que seguro que el público de la época apreciaría. Un día el futuro de nuestra protagonista da un cambio cuando conoce a Jimmy Marsh, un joven que está huyendo tras haber sido falsamente acusado de un delito en el banco en que trabajaba. Ella se compadece de él y le consigue un papel en la obra que están interpretando, que acabará aterrizando en el pueblo del que él huía.

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