Le Giornate del Cinema Muto de Pordenone 2018 (II)

6 de octubre – Cuando Lotte Reiniger hacía anuncios de Nivea

Las primeras proyecciones del festival siempre se me hacen un poco extrañas. Quiero decir, la ceremonia de inauguración, donde se presenta el evento y se nos da la bienvenida, es el sábado por la noche. De modo que las sesiones que hay ese mismo sábado por la tarde, antes de que se haya inaugurado oficialmente el festival, siempre me han parecido un poco que están en tierra de nadie, pero deben ser tonterías de este Doctor.

Ah, no hay nada como reencontrarse de nuevo con el Teatro Verdi después de un año (su olor, sus butacas demasiado estrechas para la gente de piernas largas, el timbre avisando del inicio de cada sesión…). Me encantan las primeras proyecciones de cine primitivo de Pordenone, cuando uno todavía no se ha habituado al estilo y las convenciones de ese tipo de obras y las recibe con cierta frescura. Con esto no digo que más adelante uno se canse de ver películas mudas (¿qué clase de monstruo se cansaría de ver cine mudo?) sino que tras varios días de empacho silente llega un momento en que uno se acostumbra a los tics y el estilo de estas obras viéndolos casi como algo normal, y no con la fascinación inicial que nos suscita ese tipo de cine y que se hace patente sobre todo en las primeras sesiones a las que uno asiste.

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Dr. Jekyll and Mr. Hyde (1912) de Lucius Henderson

El famoso relato de Robert Louis Stevenson publicado en 1886 ciertamente se prestaba tarde o temprano a una versión cinematográfica. Aunque la más famosa de la era muda es la protagonizada por John Barrymore, ya existen otras anteriores como la que rescatamos hoy de 1912.

De entrada, al igual que sucedió con otras adaptaciones de la época como la del primer Frankenstein (1910), el punto de partida no es tanto el relato original como la obra teatral que se hizo del mismo, en este caso adaptada por Thomas Russel Sullivan en 1887, y que gozó de una enorme fama. Eso implicaba por ejemplo que se enfatizaba más el contraste entre Jekyll y Mr. Hyde, haciendo de éste prácticamente una encarnación del mal, y que se desvela desde el principio la transformación de Jekyll y Hyde (algo que de todos modos no tiene sentido dejar como sorpresa final, puesto que el público ya estaba familiarizado con la historia).

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