Publicación del libro Criaturas del cine expresionista alemán

Amigos lectores, a este Doctor le complace anunciarles que acaba de editar un libro cuya temática muy probablemente les parecerá interesante: Criaturas del cine expresionista alemán, escrito bajo su habitual seudónimo Guillermo Triguero, con el que quizá ya sepan que suele publicar artículos y libros fuera de esta web. La idea surgió a raíz de un proyecto en el que este Doctor lleva tiempo trabajando junto a Visualphonic, y el libro ha sido publicado por Editorial Hermenaute contando además con un prólogo del director de la Filmoteca de Catalunya, Esteve Riambau. Todo ello se ha planificado para coincidir con el centenario del estreno de Nosferatu (1922) de F.W. Murnau, que será también motivo de celebración en este rincón silente con un futuro especial temático.

¿Qué pueden esperar de esta obra? Tal y como indica su título es un repaso a un movimiento tan apasionante como el expresionista alemán, que se inicia con el contexto social y artístico de la Alemania de posguerra, un periodo que como sin duda sabrán fue muy tumultuoso pero también muy efervescente a nivel creativo. Seguidamente se dedica un capítulo a algunos precedentes fílmicos del cine expresionista, muchos de ellos injustamente olvidados hoy día, y a partir de ahí me embarco en las grandes obras del movimiento: desde los clásicos El Gabinete del Doctor Caligari (1920), El Golem (1920) o Nosferatu (1922), a otras obras menos recordadas como De la Mañana a la Medianoche (1920) o las tres versiones de El Estudiante de Praga.

De paso este Doctor ha aprovechado para refutar algunos tópicos muy comúnmente extendidos sobre este movimiento del que tanto se ha escrito, pero a veces con demasiada ligereza: la tendencia a catalogar de «expresionista» cualquier filme alemán de la época, las injustas críticas vertidas contra la carrera del director de Caligari, Robert Wiene, o la idea del expresionismo como un movimiento meramente vanguardista olvidando su importante componente comercial.

Aunque es un tema del que se ha escrito mucho, les aseguro que este Doctor ha hecho un gran esfuerzo de documentación para que el libro fuera lo más fidedigno posible a la temática, y también ha procurado digerir todos esos datos y convertirlos en un texto riguroso pero ameno de leer. Se da también una visión amplia del fenómeno incluyendo menciones sueltas a otros cineastas como algunos directores daneses de la época, mi adorado Maurice Tourneur… ¡e incluso cierta película japonesa!

Si les parece interesante la propuesta, pueden adquirir el libro a través de este link, y si tienen curiosidad pueden también echar un vistazo a la recién inaugurada sección de la web dedicada a libros escritos por este Doctor. Por cierto, estén atentos a nuestras redes sociales si quieren asistir a la presentación oficial, que tendrá lugar la primera semana de marzo. ¡Más información en breve!

50 años de The Parade’s Gone By, el libro que rescató el cine mudo del olvido

Sidney Franklin era uno de esos muchísimos directores caídos al olvido a los que Kevin Brownlow (un veinteañero entusiasta del cine mudo y precoz coleccionista de películas) contactó en los años 60 para concederle una entrevista. La respuesta que daban esas viejas glorias ante la petición de responder a unas preguntas sobre su trabajo en el cine décadas atrás era de lo más variada: los había que estaban encantados ante la idea, otros (la mayoría) simplemente extrañados, algunos eran muy reticentes. Franklin pertenecía a este último grupo, pero tras la insistencia que parecía poner ese joven británico al otro lado del teléfono accedió. Inicialmente el encuentro fue un poco frío, era obvio que al ex-director no le gustaban las entrevistas y respondía a las preguntas de forma un tanto breve o forzada. Para desencallar un poco la situación, Brownlow decidio describirle algunas de sus películas explicándole por qué le parecían tan interesantes y dando todo lujo de detalles que demostraban que no solo era un experto conocedor de la materia sino, lo más importante de todo, un fan. A partir de ahí el ambiente se volvió mucho más cálido y amigable: Franklin entendió que estaba hablando ante alguien que de verdad admiraba su obra y finalmente no pudo más que decir: «¡No sabía que fuera tan bueno!«. Puede parecer extraño, pero parte de la labor que Kevin Brownlow llevó a cabo durante toda esa serie de entrevistas fue hacer darse a cuenta a todas estas personas que las películas mudas que hicieron eran realmente filmes fantásticos de los que sentirse orgullosos.

Pongámonos en situación: en los años 60 el cine mudo era un periodo absolutamente desprestigiado y apenas tenido en cuenta más allá de un par de títulos obligatorios (los clásicos de Chaplin o El Acorazado Potemkin). Este tipo de filmes eran vistos en general como algo desfasado y superadísimo, una especie de pinturas rupestres del séptimo arte que estaban bien como curiosidad histórica para saber de donde veníamos pero que difícilmente podían compararse con las verdaderas joyas del cine, las que se realizaron a partir del sonoro. Parte de la culpa vino de una industria que ante el invento del sonido tiró hacia adelante sin compasión, olvidando con un gesto despectivo su pasado mudo. Pero también hay que tener en cuenta que en los años 60 las películas mudas que podían verse eran, en la mayoría de casos, versiones de una calidad pésima (¿restauraciones? ¡ja!), a menudo cruelmente mutiladas y proyectadas a una velocidad incorrecta que hacía que los personajes parecieran cómicos moviéndose demasiado rápidamente. Ponerse a reivindicar el cine mudo en este contexto era casi el equivalente a predicar en el desierto, y ésa era una tarea que solo podía llevar a cabo alguien con un entusiasmo y una verdadera convicción por la causa silente. Y Kevin Brownlow era esa persona.

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King Vidor, Marion Davies y las tartas de crema

A finales de los años 20, King Vidor había estrenado dos de las grandes obras del cine mudo americano: El Gran Desfile (1925) e Y el Mundo Marcha (1928). Ambos eran dramas que trataban respectivamente sobre la I Guerra Mundial y sobre el fracaso del sueño americano. Como contraste, para su siguiente proyecto Vidor afrontó una comedia ligera que satirizaba sobre Hollywood llamada Espejismos (1928).

Como protagonista contó con la actriz Marion Davies, la amante del magnate de la prensa William Randolph Hearst. Aunque Davies y Vidor tenían muy buena relación, el cineasta tuvo que vérselas con el todopoderoso Hearst para añadir un detalle que a éste le parecía contraproducente para lo que debía ser un proyecto a medida de su amante. Dejemos que Vidor nos lo explique a través de su imprescindible autobiografía Un Árbol Es un Árbol:

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Leni Riefenstahl y sus dificultosos rodajes con Arnold Fanck (II)

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En un post reciente les narramos las desventuras de la actriz y futura realizadora Leni Riefenstahl cuando tuvo que trabajar a las órdenes del director Arnold Fanck protagonizado algunos de los más míticos bergfilm de la época. Hoy les ofrecemos la segunda parte de sus sufridas experiencias en otras dos películas filmadas en condiciones especialmente difíciles.

Der grosse Sprung  (1927)

«‘Leni – me dijo [Arnold] Fanck un día – mientras yo hago las tomas de invierno, tú irás con nuestro superescalador y superesquiador Pulga de Nieve [apodo del operador de cámara Schneeberger] a los Dolomitas y dejarás que te enseñe a escalar, ¿de acuerdo? (…) ‘Sobre todo tienes que escalar descalza, tal como lo exige el papel’, me dijo Fanck cuando nos despedíamos.

Como punto de partida para nuestros ejercicios de alpinismo habíamos elegido la caña del collado de la Sella. Ante la larga cima había rocas de diversos tamaños. Empecé a escalar con entusiasmo, primero todavía con zapatos. No solo me gustaba, sino que se me daba tan bien como si escalara montañas desde hacía tiempo. Gracias a los ejercicios de danza se había desarrollado mi sentido del equilibrio y, al bailar con las puntas, tenía fuerza en los dedos de los pies. Pulga de Nieve estaba tan satisfecho con mis progresos que propuso intentar un verdadero viaje de alpinismo, de modo que escogió las Torres de Vajolette.»

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Leni Riefenstahl y el dificultoso rodaje de La Montaña Sagrada (1926)

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A mediados de los años 20, la bailarina Leni Riefenstahl se sintió fascinada por el mundo del cine y decidió comenzar una carrera como actriz a las órdenes del director Arnold Fanck, especializado en bergfilm o películas de alpinismo. No obstante Riefenstahl pronto descubriría que trabajar en el mundo del cine no era fácil, y menos en este tipo de obras. Como muestra, les ofrecemos unos fragmentos de la autobiografía de la por entonces futura directora en que narra los numerosos problemas ocurridos durante el rodaje de La Montaña Sagrada (1926), que hicieron que el guión se pudiera acabar de filmar prácticamente de puro milagro:

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Alfred Hitchcock según Michael Powell

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Hace un par de años rescatamos para ustedes un fragmento de la extensa e imprescindible autobiografía del magnífico cineasta Michael Powell en que éste hablaba de sus experiencias trabajando con el director Rex Ingram. Por si alguno de ustedes no se siente motivado para leer el libro en cuestión, A Life in the Movies (en mi opinión uno de los mejores escritos sobre el mundo del cine desde dentro), les rescatamos otro fragmento en que el futuro realizador de Las Zapatillas Rojas (1948) habla de sus primeros encuentros con Hitchcock durante el rodaje de una de sus obras mudas.

Más adelante, Powell ayudaría a Hitchcock en el rodaje de La Muchacha de Londres (1929) y llegó a atribuirse la idea de situar la persecución final en el Museo Británico, que causaría un gran impacto al ser un sitio muy conocido por el público. Según Powell, luego Hitchcock reutilizó esa idea situando muchos de sus momentos de mayor suspense en sitios reconocibles como la Estatua de la Libertad, el Monte Rushmore o el Royal Albert Hall.

Pero no nos adelantemos, de momento nos encontramos en 1928 y el joven Powell está intentando abrirse paso en la industria británica. Dejemos que él mismo nos lo cuente:

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The Theater and Cinema of Buster Keaton de Robert Knopf

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En las últimas décadas se ha producido una especie de redescubrimiento del slapstick o, mejor dicho, de la forma de verlo, siendo uno de los géneros más reivindicados de las primeras décadas del cine. Este libro de Robert Knopf es un magnífico ejemplo sobre este cambio de mentalidad.

Tal y como indica en la introducción, tradicionalmente se ha juzgado el cine de Buster Keaton (y el de otros cómicos de slapstick) utilizando los mismos parámetros que se usan en el resto de géneros, es decir, por cómo se adecuaban a las normas clásicas: solidez del argumento, psicología de los personajes, narración de la historia… Todo eso está muy bien pero en el caso del slapstick no se puede analizar las películas bajo esas mismas normas sencillamente porque en muchos casos sus autores no pretendían seguirlas. En el caso concreto de Keaton, resulta obvio que a él jamás le preocupó especialmente desarrollar la psicología de sus personajes o la historia en sí más que como un medio de crear gags. Por ello, Knopf propone valorar la obra de Keaton desde tres perspectivas diferentes: el vodevil, el clasicismo cinematográfico y el surrealismo. Estos puntos de vista son complementarios entre sí, y sumándolos dan una visión mucho más completa y heterogénea del que fue uno de los más grandes cómicos de la historia del cine.

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Behind The Mask of Innocence de Kevin Brownlow

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Kevin Brownlow es uno de los estudiosos del séptimo arte que más tiempo ha dedicado a documentar y hacer justicia a la época muda del medio. Su currículum incluye varios libros y documentales imprescindibles para los amantes del cine mudo, entre los cuales se encuentra Behind the Mask of Innocence, que cerraba su trilogía iniciada con The Parade’s Gone By y The War, The West and the Wilderness.

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La magia de un par de gafas

Harold Lloyd

“Hay más magia en un par de gafas de lo que piensan los oculistas, y tampoco yo podía imaginar ni la mitad de ello cuando me las puse en 1917. Con ellas, soy Harold Lloyd; sin ellas soy un ciudadano común. Puedo pasear por cualquier calle o ciudad sin que me reconozcan si no llevo las gafas, una bendición por la que un actor pagaría bien. Por el precio de 75 centavos esas gafas me proporcionan una marca de fábrica reconocida al instante en todas las películas en que aparecen. Gracias a ellas, el vestuario de las comedias de bajo nivel es innecesario, permiten tener suficiente atractivo romántico para atraer el ojo femenino, normalmente apartado de las comedias, y no me restringen a ningún tipo o rango de historia.

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Rex Ingram por Michael Powell

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Rex Ingram es uno de esos grandes directores de la era muda de Hollywood que cayó en desgracia con el paso del tiempo. En su caso ya antes de la llegada del cine sonoro su carrera empezaba a estar de capa caída, y se retiraría tras haber hecho sólo una película hablada.

Uno de los directores que más reivindicó su figura fue el genial Michael Powell, autor de obras maestras como Las Zapatillas Rojas (1948) o El Fotógrafo del Pánico (1960). Powell de hecho empezó en el cine a los 20 años participando en los rodajes de Mare Nostrum (1926) y El Mago (1926) de Ingram, que se llevaron a cabo en Francia. Powell, que por entonces vivía ahí, consiguió infiltrarse entre el numeroso equipo que rodeaba a Ingram desempeñando todo tipo de tareas que le servirían como primer aprendizaje de cara al futuro. De hecho, años después figuras del cine británico como Alfred Hitchcock sentirían interés por el principiante Powell simplemente por el hecho de que había trabajado con el gran Rex Ingram.

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