Hoy rescatamos un cortometraje de Albert Capellani, uno de los pioneros más importantes de las primeras décadas del cine. El protagonista de es un anciano músico de buen corazón que suele dar de comer a las palomas en el parque hasta que un día se topa con una jovencita muerta de hambre a la que decide acoger en su casa. Ahí la chica se recupera y en unos días se revela su talento para la danza. Rápidamente se convierte en una estrella del baile, pero el anciano se muere de pena al sentirse abandonado. ¿Se acordará la exitosa bailarina, ahora rodeada de admiradores, de su antiguo benefactor?
Le Pain des Petit Oiseaux (1911) no es una de las películas más destacables de Capellani pero tiene suficientes detalles remarcables que merecen que le dediquemos una entrada. En primer lugar el entrañable personaje del anciano, que en la escena inicial se nos revela como un excéntrico que se pasea por diversas mesas del restaurante donde ha comido para recoger los mendrugos de pan que sobran y así dárselos a los pájaros. Relacionado con eso, fíjense en este curioso y extrañísimo contraplano de la escena en que alimenta a las palomas. Resulta chocante en un filme que, como todas las obras de la época, se basa en la frontalidad y no suele ofrecer planos diferentes de una misma escena. El motivo seguramente esté en esa famosa frase de Hitchcock sobre lo difícil que era rodar con niños, animales y Charles Laughton. Si se fijan, en el primer plano no se ven los pájaros a los que da de comer, pero en el contraplano sí aparecen. Quizá resultaba difícil conseguir que las aves salieran en el primer plano dentro del encuadre (recordemos que la cámara por entonces apenas se movía).