Regalo de Boda (Paths to Paradise, 1925) de Clarence G. Badger

Cuando se dice que la era muda fue la edad de oro de la comedia cinematográfica no es solo por los grandes del slapstick que todos conocemos, sino porque en esos años hubo decenas de cómicos hoy día olvidados que también hicieron su contribución al noble arte del humor con películas francamente divertidas. Y si uno se pone a explorar más allá de los nombres conocidos se llevará grandes sorpresas, como que Reginald Denny fuera en esos años el actor británico mejor pagado de Hollywood solo por detrás de Chaplin a causa de sus inmensamente populares comedias, o que nombres que asociábamos al término «secundarios de oro» como Edward Everett Horton en aquellos años tuvieran su propia serie de películas como actores principales.

Hoy les proponemos rescatar a Raymond Griffith, un actor de comedia que tuvo una gran popularidad en la época y vio su carrera truncada por la llegada del cine sonoro. Aquí hemos comentado a menudo lo mucho que se suele exagerar con el tópico de que el sonoro acabó con las estrellas de la era muda por no saber adaptarse a esa novedad tecnológica, pero en el caso de Griffith es estrictamente cierto por un detalle: apenas tenía voz. Cuando hablaba solo podía hacerlo en susurros a causa de una enfermedad que padeció de pequeño (probablemente una neumonía bronquial). De modo que su único papel en la era sonora fue el del soldado muerto de Sin Novedad en el Frente (All Quiet on the Western Front, 1930), que debe ser uno de los cameos más grotescos y macabros de la historia del cine teniendo en cuenta que el público lo reconocería pero asociándolo a sus papeles ligeros de comedia.

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El macabro cameo de Raymond Griffith en Sin Novedad en el Frente (1930)

Aunque hoy día ha quedado relegado al olvido, Raymond Griffith fue un cómico que tuvo cierta popularidad en la era muda encarnando personajes en la onda de Max Linder y Charley Chase: hombres elegantes que deben enfrentarse a situaciones humorísticas manteniendo la compostura lo mejor que pueden. No obstante, cuando llegó el cine sonoro resultó obvio que Griffith no podría continuar su carrera como actor a causa de un pequeño gran problema: apenas tenía voz, de hecho solo podía hablar en un susurro. Según él, perdió la voz de pequeño cuando trabajó en un melodrama teatral en que su personaje tenía que gritar muy a menudo y, tras muchas representaciones en que el joven Griffith se empeñó en darlo todo sobre el escenario, acabó quedándose sin voz. El motivo real seguramente fuera una enfermedad como una bronquitis.

El caso es que antes de que abandonara su carrera como actor definitivamente tuvo la oportunidad de hacer una última aparición memorable en el célebre drama bélico Sin Novedad en el Frente (1930) de Lewis Milestone, donde encarna al soldado francés que el protagonista mata en mitad de un combate y con cuyo cadáver se ve obligado a vivir en una trinchera durante varios días. Es una de las escenas más angustiosas del filme que refleja a la perfección lo absurdo de la guerra: lo fácil que es aniquilar a un enemigo inconcreto y «abstracto» y lo angustioso que resulta cuando uno lo humaniza al tenerlo de cerca y se da cuenta de que, en el fondo, ha matado a un padre de familia. Pero dejando de lado esa consideración, que Milestone le diera ese papel sin diálogo a un actor de comedia es una perversa muestra de humor negro o, si se quiere, una forma muy curiosa de jugar con las expectativas del espectador, introduciendo un elemento asociado a otro género (la comedia) en un duro drama bélico.

El efecto obviamente se ha perdido a día de hoy al ser Raymond Griffith un actor completamente olvidado, pero para que se hagan una idea, ¿se imaginan si en mitad de la película apareciera el cadáver de Buster Keaton en una trinchera? Ciertamente éste sea uno de los cierres de carrera más originales e inusuales de un actor cómico.