Le Giornate del Cinema Muto de Pordenone 2022 (IV)

Crédito: Valerio Greco

6 de octubre – El cóctel de Mabel

Hablando con algunos viejos conocidos del festival oí algunos quejas de que este año teníamos sobredosis de melodramas, y aunque ese género siempre ha estado muy presente en Pordenone es cierto que el ciclo Norma Talmadge está haciendo que haya una sensación de sobreabundancia. En el caso de The Sign on the Door (1921) al principio tuve esa impresión, aun cuando la dirección corría a cargo de un director tan eficiente como Herbert Brenon, clásico nombre respetadísimo en su época y hoy día olvidado por el paso del tiempo. Talmadge es una jovencita que se deja engañar por un bribón, quien intenta seducirla (esto es, violarla, pero dicho de forma más refinada) llevándola engañada a un local de mala muerte. Consigue escapar y años después está casada con un hombre adinerado que tiene una hija veinteañera de su anterior matrimonio. Aparece en escena de nuevo el seductor y, lo adivinaron, intenta hacerse con la hijastra de nuestra Norma.

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Le Giornate del Cinema Muto de Pordenone 2022 (II)

Crédito: Museum of Modern Art, NY / Le Giornate del Cinema Muto. Diseño gráfico: Calderini – Marchese

Bienvenidos a Ruritania

Como el principal ciclo de este año está dedicado a un concepto que creo que muchos de ustedes desconocerán, he pensado que sería interesante explicarlo lo más brevemente posible antes de entrar en materia. Ruritania es el país imaginario en que se ambienta El Prisionero de Zenda (1894) de Anthony Hope. Lo que sucede es que la novela tuvo un éxito tan espectacular que el concepto de Ruritania se acabó reutilizando en multitud de libros y películas de la época. Según el director del festival se calcula que hay al menos 200 filmes de la era muda ambientadas en dicho país, y eso teniendo en cuenta que aún se están buscando y añadiendo más a la lista.

En la novela original nunca se especifica dónde está ese extraño paraje europeo, pero enseguida acabó asociándose al territorio de los Balcanes. En aquellos años dicha zona estaba constantemente apareciendo en la prensa por sus problemas políticos, y en el imaginario popular se asociaba a un territorio que representaba la vieja Europa: belicosa, inestable y regida por monarquías a punto de caer por grupos revolucionarios. Si atraía tanto al público es porque evocaba unos tiempos teóricamente pasados para los países que habían entrado en la modernidad del siglo XX, pero también por el temor que suscitaban esos territorios. De hecho, en la mayoría de películas y libros sobre Ruritania suele ser un inglés o americano (según el caso) el que acaba involucrado en este conflicto y salva la situación. Es decir, acaba siendo el mundo moderno quien acude al rescate.

Por último hay otro factor muy importante para explicar la conveniencia de utilizar el concepto Ruritania desde el punto de vista de los productores: la comodidad de poder ambientar las películas en un país inexistente facilitaba su distribución sin miedo a ofender a nadie. Al público le gustaba y ninguna monarquía podría enfadarse porque hicieran películas sobre ellos. Era perfecto para todos.

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La Dama de la Noche (Lady of the Night, 1925) de Monta Bell

Uno de los muchos motivos por los que este Doctor es un apasionado de la era muda estriba en que los rasgos que hacen de esta una época tan especial uno no los encuentra únicamente en obras de grandes directores o autores (los Fritz Lang, Abel Gance, Erich von Stroheim…). No, incluso cuando uno explora dentro de la obra de cineastas que, en teoría, no eran más que eficientes artesanos de estudio se lleva gratas sorpresas. Lo meritorio no es tanto que fueran capaces de hacer grandes obras (aunque uno sea un mero artesano, no quita que pueda realizar bien su oficio y de vez en cuando dar alguna sorpresa), sino que en sus filmes utilicen de una forma tan destacada e imaginativa el lenguaje cinematográfico aun cuando se supone que no fueran grandes artistas. Dicho de una forma más simple: si uno compara la forma de hacer cine de un buen director pero sin personalidad propia del Hollywood de la era muda con uno actual, creo que la diferencia es abismal. La necesidad de narrar todo con imágenes implicaba que cualquiera que se considerara un buen profesional debía dominar el lenguaje visual y tener un mínimo de creatividad, no era tan fácil escurrir el bulto.

Esto es algo que ha reivindicado de forma muy activa Kevin Brownlow, el historiador por excelencia de la era muda, en sus numerosos textos sobre la materia. Brownlow no solo canta las alabanzas de genios como Abel Gance (su cineasta favorito), que se defienden por si solos por lo obviamente avanzados que están para su época. Él habla también maravillas de gente como Rex Ingram, y Marshall Neilan o reivindica a cineastas que el canon había olvidado como Clarence Brown. Todos ellos, no olvidemos, directores que por entonces estaban en altísima consideración (Ingram concretamente era visto como uno de los mejores realizadores de su época, tal y como ya vimos en su momento en un texto de Michael Powell) y que han caído en el olvido a lo largo de la historia sin que, en muchos casos, todavía hoy nadie se moleste en reivindicarlos. Esta introducción me lleva al que ha sido uno de mis más gratos descubrimientos cinéfilos de los últimos meses: La Dama de la Noche (Lady of the Night, 1925) dirigida por otro de esos «meros directores de estudio» (insisto en las comillas) llamado Monta Bell, del que me he puesto de acuerdo con mi colega, el Doctor Mabuse, para dedicarle ambos una entrada esta semana en nuestras respectivas webs.

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Le Giornate del Cinema Muto de Pordenone 2019 (IV)

Imagen: Valerio Greco

Entramos ya en la recta final del festival y uno no puede evitar soltar el tópico de qué rápido han pasado estos días y lamentarse de que en breve habrá que volver a la rutina del trabajo (en mi caso, ya saben, pasear por pueblos haciendo mi numerito de sonámbulo con Cesare para que luego vaya apuñalando a gente por las noches), pero supongo que tiene que ser así ni que sea para recuperar una cierta normalidad de horarios. Así pues, antes de lamentarnos de que hayan acabado las Giornate, disfrutemos de estos tres días que vienen más que cargados.

10 de octubre – El día de Reginald Denny

Ayer nos comentó el director del festival, Jay Weissberg, que el 9 de octubre era el día oficial de Reginald Denny (desconozco por qué ese día concreto, algún truco publicitario de la Universal). Es una maravillosa casualidad que el día oficial de Reginald Denny coincidiera con el festival de Pordenone que le está dedicando un ciclo… aunque también es mala pata que justo el 9 de octubre no hubiera ninguna película suya en el programa, de modo que Weissberg dijo que en Pordenone celebraríamos su día oficial el 10 de octubre, coincidiendo con la proyección de su película What Happened to Jones (1926) con la presencia de su nieta entre el público.

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