Cowards Bend the Knee (2003) de Guy Maddin

Este post cierra una especie de trilogía de artículos dedicados al cineasta Guy Maddin que este Doctor ha publicado en otras páginas web durante estas semanas. Los otros artículos son:

  • «Volviendo al pasado para explicar el presente: la «Me Trilogy» de Guy Maddin«, publicado en Transit Cine.
  • «Propuesta para una posible película muda musical», texto sobre Dracula: Pages from a Virgin’s Diary (2002) publicado en el fanzine del Festival de Terror Molins.

Han sido varios los cineastas que en las últimas décadas han decidido recrear la estética y el lenguaje de la era muda, pero creo que nadie lo ha logrado de una forma tan fidedigna y brillante como el canadiense Guy Maddin, quien no solo ha capturado mejor que nadie la apariencia de los filmes mudos, sino que además ha ido más allá del logro estético y darles un sentido.

Maddin, un director que en la primera parte de su carrera se movía sobre todo en círculos experimentales, ya desde sus inicios mostraba un enorme interés por utilizar recursos del cine de décadas pasadas como forma expresiva propia. El punto de inflexión llegaría con su cortometraje The Heart of the World (2000), en que abrazó definitivamente la estética de película muda adoptando además un montaje frenético muy influenciado por las vanguardias soviéticas. Tras este gran logro seguiría ese camino con Dracula: Pages from a Virgin’s Diary (2002) y, justo después, con Cowards Bend the Knee (2003), el primero de una trilogía de películas abiertamente autobiográficas.

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Decasia (2002) de Bill Morrison


¿Alguna vez se han parado a pensar en los cientos de fragmentos de películas mudas de los que nadie se acuerda ya por haber quedado huérfanos y desconocerse su título o autor? ¡Cuántos planos o escenas que nadie quiere molestarse en visionar porque no los podemos ubicar, porque estamos tan obsesionados con catalogar todo y situarlo dentro de la narrativa de una pieza que somos incapaz de disfrutar de un fragmento de película por sí mismo! Por suerte estos clips de cine mudo tienen el consuelo del found footage, películas formadas con fragmentos de otros filmes a modo de collage, de los cuales los más célebres compuestos por obras mudas son Lyrical Nitrate (1991) de Peter Delpeut y Decasia (2002) de Bill Morrison.

Decasia propone recuperar el cine en su concepto original más puro: en su fascinación por la imagen al margen de la narrativa, el hecho de disfrutar del milagro de la imagen en movimiento sin necesidad de una historia que la sostenga. El filme está compuesto por múltiples fragmentos que no están unidos por un nexo lógico sino que más bien funcionan como poesía visual apoyada por la excelente banda sonora de Michael Gordon, sin la cual no podría entenderse la película. Su condición abstracta hace además que detalles que podrían ser considerados como defectos (la mala calidad de algunos de los negativos, que hace que las imágenes se vean borrosas y con manchas) aquí jueguen en su favor, dándole un aspecto aún más irreal.

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The Heart of the World (2000) de Guy Maddin

Si quieren saber cuál es en mi opinión la película moderna que mejor ha sabido homenajear el estilo de la era muda, no es ni The Artist (2011) de Michel Hazanavicius, ni Blancanieves (2012) de Pablo Berger ni siquiera Juha (1999) de mi admiradísimo Aki Kaurismäki. Todos ellos son muy buenos filmes pero creo que palidecen al lado de este alucinante corto del cineasta canadiense Guy Maddin llamado The Heart of the World (2000).

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Light Is Calling (2004) de Bill Morrison

Bill Morrison es uno de los artistas actuales que mejor ha sabido aprovechar las posibilidades del cine mudo dentro de lo que se conoce como found footage, es decir, películas montadas a partir de material fílmico ya existente. En este campo Morrison ha destacado por su uso de fragmentos de películas perdidas o en alto proceso de deterioro dándoles una nueva vida, mostrándonos cómo estas imágenes descontextualizadas o casi convertidas en abstracciones pueden funcionar cómo cine experimental.

Su proyecto más célebre es el largometraje Decasia (2002) compuesto íntegramente por fragmentos de películas desaparecidas junto al acompañamiento musical del compositor Michael Gordon. No obstante, como primera aproximación a los que no conozcan su obra yo recomendaría este cortometraje, Light Is Calling (2004), creado a partir de una escena de una película que por suerte sí se conserva – The Bells (1926) de James Young – pero tomando como referencia una copia muy deteriorada que convierte la imagen en una abstracción que adquiere vida propia ayudado por la música del ya citado Michael Gordon.

Si tienen ganas de descubrir más sobre este interesantísimo artista, no dejen de visitar su canal de Vimeo.

To Sleep So As To Dream (Yumemiru yōni nemuritai, 1986) de Kaizo Hayashi

Filmar un homenaje al cine mudo recreando ese mismo lenguaje es un ejercicio que puede entrañar unos pequeños riesgos. La película puede acabar convirtiéndose en una obra entrañable que contaría con la simpatía de todos los que compartimos esa pasión, pero que quizá no tendría vida propia más allá que como bonito homenaje. Lo interesante (y lo más difícil) es hacer un film que homenajee a esa época y no busque ser una simple copia de un lenguaje que ya no se utiliza, sino que de alguna manera le dé vida propia. Y eso es lo que consigue maravillosamente To Sleep So As To Dream (1986).

En su debut como realizador, Kaizo Hayashi decidió homenajear al cine mudo japonés con una película misteriosa, que lejos de permitir al espectador recrearse cómodamente en su maravillosa estética, le conduce hacia una trama confusa y en ocasiones abiertamente cómica. Los protagonistas son dos detectives a quienes les llega el encargo de localizar a una mujer secuestrada por un tal M. Pathé (¿han captado ya uno de los guiños más obvios de la trama?), el cual reclama un rescate de un millón de yens. Siguiendo las pocas pistas a su alcance se verán envueltos en un confuso entramado de callejones sin salida.

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Le Giornate del Cinema Muto de Pordenone 2015 (III)

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Cuando uno tiene por delante toda una semana repleta de películas muy interesantes por ver, necesariamente se ha de hacer selección y renunciar a algunas. La norma más lógica es renunciar a las más fáciles de visionar fuera del festival, pero aun así servidor no puede resistir la tentación de saltarse esa regla acudiendo por ejemplo a la proyección de un film tan fácil de conseguir como La Máscara del Zorro (1920) o, el año pasado, El Tesoro de Arne (1919). ¿Por qué? En primer lugar porque en Pordenone la música en vivo que acompaña a las películas suele ser muy buena, que ya es más de lo que podemos decir de algunas ediciones en DVD que circulan por ahí. Y en segundo lugar, en el caso de la película de Stiller, por la experiencia de verla en pantalla grande (aún recuerdo lo mucho que me impresionó), y en el de Fairbanks por ser el tipo de película que se agradece ver rodeado de más gente que comparte el mismo entusiasmo. Quizá este Doctor debería emplear esa hora y media en reposar un poco de tanta película y tomar el aire pero, ¿cómo resistirse a la tentación?

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Too Much Johnson (1938) de Orson Welles

Como supondrán, dentro del apasionante universo del cine mudo no suele haber muchas noticias. No obstante, a veces seguimos llevándonos algunas sorpresas agradables, como el film de Hitchcock que comentamos el año pasado o, en el caso que nos ocupa, el descubrimiento de Too Much Johnson de Orson Welles.

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De entrada hay que decir que no puede juzgarse Too Much Johnson como una obra autónoma ya que nunca se filmó como tal. Obviamente tiene el gran aliciente de ser la primera película que dirigió Welles en su carrera (si no contamos un cortometraje experimental que hizo como mero divertimento). Pero no hay que perder de vista que se concibió en la época en que Welles se encargaba del Mercury Theater, es decir antes de haberse hecho conocido por su emisión radiofónica de La Guerra de los Mundos y, por supuesto, antes de plantearse dar el salto al cine. Con esto quiero remarcar que resulta lógica toda la expectación que ha generado hoy día, porque es la primera película de uno de los más grandes directores de la historia del cine, pero en su momento ninguno de sus participantes podía imaginar que este metraje sería motivo de noticia 70 años después, paseándose por festivales de cine y filmotecas de todo el mundo. Too Much Johnson era una parte de un todo y su creador jamás lo vio como su debut cinematográfico.

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