Resulta curioso que entre toda esa generación de grandes cineastas soviéticos que surgió en los años 20 no hubiera ninguna mujer destacada entre ellos a excepción de la ex-actriz de complicado apellido Olga Preobrazhenskaya. Después de una exitosa carrera en teatro y luego cine, Preobrazhenskaya debutó en 1916 como directora, siendo según se cree la primera mujer en dirigir películas de la historia de Rusia, pero el ser una mujer le dificultó que pudiera seguir con su carrera tras las cámaras más allá de algunos trabajos esporádicos. Esto cambió en el contexto más favorable de finales de los años 20, cuando realizó una serie de títulos bastante reseñables codirigidos junto a Ivan Pravov, de los cuales ya comentamos por aquí la primera adaptación de El Don Apacible (Tikhhiy Don, 1931).
De todas sus películas, la que se considera su gran obra es Campesinas de Ryazan (Baby ryazanskie, 1927), un filme con un potente mensaje de denuncia al patriarcado y que, al mismo tiempo, nos ofrece unas imágenes poderosísimas. La acción tiene lugar en un pueblo de la zona de Riazán justo antes del inicio de la I Guerra Mundial. Ahí la huérfana Anna, de carácter sumiso y bondadoso, es emparejada en un matrimonio de conveniencia con Ivan, el hijo de un importante granjero de carácter rudo, Vasilii. Por suerte para ambos, aunque se ven obligados a casarse congenian enseguida y son felices con la unión. No sucede lo misma con la hija de Vasilii, Vasilisa, que está enamorada de Nicolai, un joven humilde del pueblo al que su padre se opone frontalmente. De carácter más fuerte, Vasilisa se rebela contra su padre y se va a vivir con Nicolai sin casarse formalmente, provocando la indignación y el desprecio de la gente del pueblo. Se inicia la I Guerra Mundial y tanto Ivan como Nicolai son movilizados al frente. En ausencia del hijo, Vasilii, viudo pero con su criada como amante, se encapricha de su nuera y la viola dejándola embarazada. Cuando Ivan retorne de la guerra el conflicto acabará estallando.