El enorme éxito que supuso en su momento El Jorobado de Notre Dame (The Hunchback of Notre Dame, 1923) de Wallace Worsley provocó que la Universal decidiera seguir explotando esa combinación ganadora: películas de época basadas en libros conocidos con un toque algo oscuro o tétrico y protagonizadas por Lon Chaney en su prototípico papel de personaje atormentado de apariencia inquietante. La continuación lógica fue ir sobre seguro y proponer otra adaptación de Victor Hugo, cuya novela Nuestra Señora de Notre Dame ya había servido de inspiración para el filme sobre el célebre jorobado. La idea fue pues adaptar El Hombre Que Ríe, que aunque por entonces no era considerada una de sus mejores obras tenía un argumento muy idóneo para el cine y un papel hecho a medida de Lon Chaney.
Pero la propuesta inicialmente no fructificó al haber problemas para conseguir los derechos, de modo que el estudio decidió entonces apostar por El Fantasma de la Ópera (The Phantom of the Opera, 1925). Dirigida por Rupert Julian, la película partía en este caso de una novela de Gaston Leroux y tuvo tanto éxito que acabó convirtiéndose en el papel más emblemático de Lon Chaney. Pero cuando poco después el estudio por fin adquirió los derechos para El Hombre Que Ríe, Chaney ya estaba embarcado en otros proyectos, de modo que se decidió seguir adelante sin él. En su lugar se contrataría a otro de los más grandes actores de la era muda: el alemán Conrad Veidt – en algunas partes he leído que también se le propuso a Ivan Mosjoukine, lo cual tampoco sería descartable, ya que fue contratado por la Universal en esa misma época y era suficientemente versátil como para poder afrontar un papel tan difícil, pero al final éste protagonizaría un drama más convencional llamado Surrender (1927).