La Dama de la Noche (Lady of the Night, 1925) de Monta Bell

Uno de los muchos motivos por los que este Doctor es un apasionado de la era muda estriba en que los rasgos que hacen de esta una época tan especial uno no los encuentra únicamente en obras de grandes directores o autores (los Fritz Lang, Abel Gance, Erich von Stroheim…). No, incluso cuando uno explora dentro de la obra de cineastas que, en teoría, no eran más que eficientes artesanos de estudio se lleva gratas sorpresas. Lo meritorio no es tanto que fueran capaces de hacer grandes obras (aunque uno sea un mero artesano, no quita que pueda realizar bien su oficio y de vez en cuando dar alguna sorpresa), sino que en sus filmes utilicen de una forma tan destacada e imaginativa el lenguaje cinematográfico aun cuando se supone que no fueran grandes artistas. Dicho de una forma más simple: si uno compara la forma de hacer cine de un buen director pero sin personalidad propia del Hollywood de la era muda con uno actual, creo que la diferencia es abismal. La necesidad de narrar todo con imágenes implicaba que cualquiera que se considerara un buen profesional debía dominar el lenguaje visual y tener un mínimo de creatividad, no era tan fácil escurrir el bulto.

Esto es algo que ha reivindicado de forma muy activa Kevin Brownlow, el historiador por excelencia de la era muda, en sus numerosos textos sobre la materia. Brownlow no solo canta las alabanzas de genios como Abel Gance (su cineasta favorito), que se defienden por si solos por lo obviamente avanzados que están para su época. Él habla también maravillas de gente como Rex Ingram, y Marshall Neilan o reivindica a cineastas que el canon había olvidado como Clarence Brown. Todos ellos, no olvidemos, directores que por entonces estaban en altísima consideración (Ingram concretamente era visto como uno de los mejores realizadores de su época, tal y como ya vimos en su momento en un texto de Michael Powell) y que han caído en el olvido a lo largo de la historia sin que, en muchos casos, todavía hoy nadie se moleste en reivindicarlos. Esta introducción me lleva al que ha sido uno de mis más gratos descubrimientos cinéfilos de los últimos meses: La Dama de la Noche (Lady of the Night, 1925) dirigida por otro de esos «meros directores de estudio» (insisto en las comillas) llamado Monta Bell, del que me he puesto de acuerdo con mi colega, el Doctor Mabuse, para dedicarle ambos una entrada esta semana en nuestras respectivas webs.

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Recordando otras pandemias del pasado: cómo la gripe española de 1918 afectó a Hollywood

Nuestros lectores más veteranos que pertenezcan a la generación del Doctor Caligari sin duda tendrán la sensación de que la pandemia que estamos viviendo últimamente les resulta familiar. Y es que aquellos de nosotros que ya estábamos activos en la era muda aún recordamos la que fue una de las pandemias más devastadoras de la era contemporánea: la gripe española, que entre 1918 y 1920 llegó a infectar a 500 millones de personas (una cuarta parte de la población mundial) y que mató entre 17 y 50 millones de personas, cobrándose más víctimas que la I Guerra Mundial. No es la intención de este Doctor despertar dolorosos recuerdos entre aquellos de nuestros lectores más ancianos, pero sí que le ha parecido interesante dedicar un post para relatar cómo afectó al mundo de Hollywood, ya que quizá encuentren algunos interesantes paralelismos a la situación actual aunque (por suerte) la pandemia que estamos sufriendo hoy día no sea tan devastadora.

De entrada quizá convendría contextualizar un poco. Pese a su nombre, la gripe española no tuvo su origen en España. En realidad se la bautizó así por un motivo de lo más curioso: cuando empezó a causar muertes de forma masiva muchos países se hallaban enfrascados en la I Guerra Mundial y, para no bajar más aún la moral de una población de por sí hundida tras tantos años de muertes y atrocidades en las trincheras, se escondió al gran público los efectos devastadores que estaba teniendo esa enfermedad. España no tenía motivos para esconder dicha noticia, ya que era un país neutral en dicha contienda, y por tanto la prensa del país se hizo especial eco de lo que estaba sucediendo, sobre todo cuando el rey Alfonso XIII contrajo también la enfermedad. Eso dio la impresión en el exterior de que la enfermedad había empezado a cobrar fuerza sobre todo en dicho país, lo cual provocó que se la bautizara popularmente con ese nombre.

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Almas en Venta (Souls for Sale, 1923) de Rupert Hughes

Las películas que muestran el funcionamiento de Hollywood por dentro siempre han sido un género bastante agradecido a nivel de público – véanse obras tan diversas como Cantando bajo la Lluvia (1952), The Artist (2011) o las dos versiones de Ha Nacido una Estrella – que además se lleva explotando desde la era muda, como se puede ver en la simpática comedia Espejismos (1928) de King Vidor, que ofrece una visión amable sobre los entresijos de la Meca del cine. No obstante, cinco años antes Hollywood necesitaba más que nunca una película como ésa para un lavado de imagen. Los recientes escándalos relacionados con el caso Arbuckle o la célebre muerte de Wallace Reid a causa de sus problemas con las drogas provocaron que Hollywood fuera visto como una especie de Sodoma y Gomorra donde los excesos estaban a la orden del día, dando munición de sobras a todos los lobbies que veían el cine como una influencia perjudicial.

Aquí entró entonces en escena el célebre (en su época al menos) escritor Rupert Hughes, tío de un tal Howard que quizá les sea familiar, que decidió adaptar a la gran pantalla una novela que había escrito bajo el título de Souls for Sale (1923). La película era la clásica historia de una chica humilde (la cual por algún extraño motivo se llama Remember) que llega a Hollywood como una completa desconocida y consigue convertirse en una estrella. Como es de esperar, Remember consigue dos pretendientes que están enamorados de ella pese a su absurdo nombre, un director y un actor que parece modelado a partir de Rodolfo Valentino. Pero, oh desgracia, resulta que ella está ya casada con un hombre al que abandonó en un impulso afortunado, puesto que se trata de una especie de Barbazul que se dedica a matar a sus esposas, y teme que si la verdad sale a la luz el escándalo acabaría con su carrera.

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Hace 100 años: las mejores películas de 1918

Vuelve un año más el post clásico de este Doctor dedicado a las mejores películas que cumplen 100 años este 2018 para aquellos de ustedes que no recuerdan cómo fue 1918 cinematográficamente hablando o, incluso, que no habían nacido aún. No olviden por cierto que abajo del todo tienen los links a las listas de otros años.

El gran acontecimiento de 1918 como sabrán fue el fin de la desastrosa Gran Guerra, que había inspirado ya unas cuantas películas y que sirvió de base para algunos de los films que mencionamos aquí. Pero centrándonos en el cine, uno de los rasgos más interesantes de estos años es que se hacen especialmente visibles las diferencias entre aquellos cineastas que ya dominaban el lenguaje cinematográfico clásico tal y como se desarrollaría posteriormente y los que todavía tenían un estilo que hoy día nos parece más arcaico.

Esto no quiere decir que las películas de estos últimos sean peores sino que es una época apasionante por encontrarse aún a medio camino entre el estilo de cine de los años 10 y el de los años 20. Y lo más curioso es que esa diferencia de estilos no era algo que necesariamente diferenciara los grandes cineastas (Griffith, Tourneur) del resto. Tomen por ejemplo a Marshall Neilan, un notable director hoy día virtualmente olvidado que era un eficiente artesano de películas comerciales de estudio, pero no un artista excepcional o especialmente destacable. Y no obstante si ven la película suya que hemos seleccionado en esta lista comprobarán que tiene un dominio excepcional para la época del montaje, el ritmo y la puesta en escena. Por tanto no nos sirve la distinción entre el cine más artístico y avanzado, obras de artistas geniales, y el más comercial despreocupado por la forma. Y eso hace que todo sea aún más interesante.

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Hace 100 años: 1917 en 10 películas

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Siguiendo con las buenas costumbres, el Dr. Caligari vuelve a su post anual dedicado a rescatar las mejores películas que cumplen 100 años. De modo que les invitamos a viajar al pasado y revivir durante un rato cómo fue el año 1917 a nivel cinematográfico.

1917 está considerado a nivel histórico uno de los años clave en que se consolidó el estilo de lo que conocemos como cine clásico, pero además resulta muy interesante porque, en paralelo a ello, surgieron bastantes novedades interesantes. Por ejemplo, tenemos el primer film en Technicolor (hoy día perdido), The Gulf Between (1917), o el primer largometraje de animación de la historia (también perdido), El Apóstol (1917) del argentino Quirino Cristiani.

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