Entre las películas que forman parte de lo que se conoce como cine expresionista alemán, Sombras (Schatten – Eine nächtliche Halluzination, 1923) es una de las propuestas más curiosas y singulares de las que han llegado a nuestros días. Dicho filme, que fue la segunda y última producción de Prana Film (la productora creada por el diseñador y ocultista Albin Grau para hacer filmes sobre temática ocultista que había financiado Nosferatu (1922)), parte de algunos de los postulados del expresionismo, pero a nivel de género propone una curiosa desviación alejándose por completo de los ambientes de terror o policíacos sin por ello renunciar a ese tono de extrañeza que caracteriza esta corriente cinematográfica. Veamos en qué consiste este experimento fílmico.
Ambientada en el siglo XIX, toda la acción sucede durante el trascurso de una noche en que un barón ha invitado a cuatro amigos a pasar una velada con él. El problema está en que el barón sospecha que su bella mujer se dedica a coquetear con ellos a sus espaldas, y sus sospechas veremos que no están del todo equivocadas: la baronesa parece simpatizar con el más joven de los cuatro invitados, mientras que los otros tres no dejan de hacerle la corte. En medio de esta tensión llega un misterioso persona: un artista ambulante que hace teatro de sombras chinescas. El anfitrión le deja pasar confiando que les aporte un poco de inocente entretenimiento, pero en realidad sucederá algo inesperado. El misterioso hombre descubre rápidamente lo que está sucediendo en esa casa y lo que hace es plasmar mediante imágenes la tragedia que podría suceder ahí mismo si dicho conflicto no se soluciona.