El catastrófico rodaje de Ben-Hur (1925)

La historia del cine está repleta de historias de rodajes que fueron un absoluto caos y en que el mero hecho de que la película en cuestión llegara a terminarse es en sí mismo una victoria al margen de su calidad o su éxito comercial. En la era muda el ejemplo más paradigmático es seguramente el de la adaptación de Ben-Hur (1925) producida por la Metro-Goldwyn-Mayer, que pese a ser uno de los mayores taquillazos de esa época resultó una experiencia agotadora y en algunos casos hasta traumática para muchos de sus participantes. Pónganse cómodos, porque la historia que hay tras este Ben-Hur es larga y repleta de anécdotas.

En el comienzo de todo fue la novela. Luego vino la obra de teatro. Y como los productores de Hollywood vieron que todo eso era exitoso pensaron que sería buena idea hacer una película. ¡Pobres de ellos! El libro en cuestión era Ben-Hur: una Historia de Cristo (1880), que en su momento se convirtió en la novela americana más vendida de la historia hasta que fue superada por Lo que el Viento se Llevó (1936) de Margaret Mitchell, que como sabrán inspiró otra película de rodaje más bien tumultuoso. Pero no nos desviemos del tema: el libro fue obra de Lew Wallace, un personaje de convicciones religiosas muy arraigadas (¡la novela de hecho había sido bendecida ni más ni menos que por el Papa León XII!) que le predisponían en contra de permitir que fuera trasladado al teatro. No obstante, las ofertas económicas que recibió fueron muy tentadoras y al final cedió. La versión de la novela en Broadway fue un éxito apabullante que se representó durante la friolera de 25 años (con el futuro célebre actor de westerns William S. Hart encarnando a Messala en algunas de esas versiones) y el mundo del cine no tardó en expresar interés por comprar los derechos para la gran pantalla. Por entonces Wallace ya había fallecido, pero su hijo tenía las mismas reticencias que su padre. Sin embargo, la historia volvió a repetirse y finalmente se abrió la veda de ofertas astronómicas para conseguir los derechos, que estaban también controlados por el productor de la obra de teatro, Abraham Erlanger, que acabó vendiéndoselos a Samuel Goldwyn por un millón de dólares (una cantidad impensable en esa época) y con la condición de poder dar su aprobación a todos los aspectos de la película.

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Los difíciles inicios de Ernst Lubitsch en América

Ernst Lubitsch no fue desde luego el primer cineasta europeo en emigrar a Hollywood, como ya les explicamos en un antiguo post sobre el tema, pero sí que fue uno de los más importantes. En el momento de su traslado, Lubitsch era el cineasta más afamado de su país y su llegada a la Meca del Cine fue un acontecimiento que, como veremos, no estuvo exento de ciertos problemas. Pero una vez éste consiguió instalarse allá, su ejemplo sirvió de caso de éxito para la marea de emigrantes europeos que vendría en años venideros. En otras palabras, su historia era una forma de probar que para un director europeo era posible adaptarse a Hollywood – otra cosa muy diferente por supuesto era conseguirlo, ya que no fueron pocos los que no lo lograron. En todo caso, aunque las historias del cine y las biografías del director suelen quedarse con el dato de que éste dio el salto a Hollywood con bastante facilidad, vale la pena detenerse en el detalle de cómo fue todo el proceso, ya que nos permitirá entender el valor de dicha hazaña, que en realidad no tuvo nada de sencillo.

Como hemos dicho, a principios de los años 20, Ernst Lubitsch se convirtió en el director más importante de Alemania y uno de los pocos cineastas europeos que llegó a ser conocido por el público americano. Todo empezó cuando un distribuidor estadounidense se animó a estrenar su película Madame DuBarry (1919) con el título Passion y ésta fue un éxito apabullante que superó todas las expectativas. De hecho fueron ésta y El Gabinete del Dr. Caligari (1920) las dos películas que dieron a conocer el cine germano al otro lado del Atlántico, iniciando esa corriente de pensamiento tan extendida (¡incluso hasta nuestros días!) de que el cine mudo alemán era más artístico y sofisticado que el de Hollywood, algo que tiene mucho de tópico. Tras el enorme éxito de Madame DuBarry se importaron otras películas de Lubitsch como Ana Bolena (1920) – retitulada estúpidamente como Deception -, Sumurun (1920) – retitulada quizá algo menos estúpidamente como One Arabbian Night – y La Mujer del Faraón (1922). El éxito de esas películas le valió el generoso apelativo de ser «el Griffith europeo», lo cual puede parecernos extraño, pero hemos de entender que los únicos filmes suyos que se estaban importando eran sus grandes producciones históricas, y que por tanto el público americano desconocía las numerosas comedias que estaba haciendo por entonces en medio de esas grandes producciones.

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Películas desaparecidas: The Honor System (1917) de Raoul Walsh

Como sucede con todos los cineastas que iniciaron su prolífica carrera en los años 10, por desgracia hay multitud de películas de la primera etapa de Raoul Walsh que han desaparecido. Aunque la más pintoresca de todas es su biopic sobre Pancho Villa – The Life of General Pancho Villa (1914) – filmado en colaboración con el propio general, la que tiene fama de ser su gran joya perdida es sin duda The Honor System (1917), considerada por nada menos que John Ford como una de sus películas favoritas.

El argumento se basaba en un innovador programa ideado en un centro penitenciario de Arizona, donde se permitía a ciertos prisioneros breves salidas de la cárcel sin vigilancia después de que éstos hubieran dado la palabra de que regresarían. El impulsor de esa atrevida idea era el gobernador de Arizona George Hunt, quien estaba en contra de la idea tradicional de entender las cárceles como sitios degradantes y que defendía firmemente que los presos también debían ser tratados como seres humanos.

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¿Y usted, dónde estaba en 1916?: cineastas que participaron en Intolerancia (1916)

In this 1913 publicity image released by TCM, G.W

Mientras preparaba el año pasado el post dedicado a El Nacimiento de una Nación (1915) este Doctor se sorprendió una vez más de cuántos futuros directores y actores de renombre empezaron trabajando con D.W. Griffith. En el caso de dicho filme los dos ejemplos más claros eran John Ford y Raoul Walsh, pero habría muchos más casos a mencionar.

Si ese fenómeno ya era patente en su primer gran largometraje épico, en Intolerancia (1916) directamente ya es algo exagerado. A uno le tienta incluso lanzar alguna afirmación sobredimensionada como que todos los futuros grandes nombres del Hollywood de la década siguiente empezaron de alguna forma directa o indirecta con Griffith. Y si bien eso no es cierto, es innegable que pocas veces un solo cineasta ha conseguido influir de forma tan poderosa en tantos otros futuros creadores.

El propósito de este post es pues recopilar algunos de los grandes nombres que se vieron involucrados en Intolerancia, ya sea como actores en papeles pequeños o como asistentes de dirección. Lo interesante de la lista es comprobar cómo diferentes personas que siguieron carreras tan distintas entre sí coincidieron en iniciarse en el mundo del cine gracias a Griffith y, por tanto, sea cual sea el camino que tomaron, de alguna forma se vieron influenciados por él. Puesto que la lista sería larguísima, he descartado a aquellos que ya eran estrellas consagradas (por tanto, nada de Mae Marsh o Lillian Gish) y me he decantado más bien por futuras estrellas o directores de renombre que en este film todavía no se habían dado a conocer. No están todos los nombres posibles para no alargar aún más la lista, así que si echan en falta alguno de importancia, no duden en contactar con Herr Caligari.

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