Como aficionado al cine mudo que lleva siguiendo esta forma de arte desde mis años mozos en la República de Weimar, lo que me encanta de la era internet es que nos ha permitido llegar no solo a películas mudas que durante mucho tiempo han sido muy difíciles o casi imposibles de conseguir, sino también a centenares de obras que ni sabíamos que existían y que están ahora a un clic de nosotros. Películas que en los años 20 del siglo pasado este inquieto cinéfilo no hubiera descubierto, ¡y eso que procuraba estar siempre atento a todo lo que estrenaba! De modo que si uno se mueve por estos inabarcables mares internautas puede acabar disfrutando un día del visionado de Amok (Amoki, 1927) del prestigioso director teatral Kote Mardjanishvili, la versión filmada en Georgia que todos estábamos esperando del célebre relato de Stefan Zweig.
¿Que la película no tiene subtítulos y ustedes no saben leer en georgiano? Bah, eso en el cine mudo no es ningún problema. Basta con conocer el relato original para seguir la trama aunque no se entiendan los rótulos, (y si no lo han leído, háganlo, es muy bueno). Comprobarán que eso nos sirve de sobras para disfrutar de todas sus virtudes cinematográficas.