Especial Greta Garbo (IV): Anna Karenina (Love, 1927) de Edmund Goulding

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En algún momento durante la producción de Anna Karenina (1927) la Metro-Goldwyn-Mayer decidió que cambiaría el título de esta adaptación de una de las novelas más célebres de la historia de la literatura por el de Love; un cambio espantoso que solo se entiende por el hecho de que les permitiría publicitar la película con el eslogan de «John Gilbert and Greta Garbo in Love» (que se traduciría no solo como «Gilbert y Garbo en Love» sino que permitiría hacer el juego de palabras «Gilbert y Garbo enamorados»). Esta absoluta estupidez nos muestra la ambivalencia que había en el seno del estudio más prestigioso de Hollywood de la época: por un lado esa pretensión de adaptar un respetado clásico de la literatura, por el otro ese énfasis en publicitar la pareja protagonista y el gancho extra de que eran una pareja de verdad en la vida real. Buena parte de Hollywood de hecho ha basculado históricamente en esa tensión entre ganar respetabilidad y caer en los más viejos trucos publicitarios.

No obstante, la idea inicial de Anna Karenina era decantarse por el lado más respetable: se contrató a un director ruso (Dimitri Buchowetzki), la pareja de la Garbo no era su amante en la vida real sino el actor Ricardo Cortez y se utilizó a antiguos miembros de la aristocracia del zar como secundarios (Hollywood estaba repleto de nobles rusos caídos en desgracia, quienes buscaban un sustento honorable sirviéndose del aura de respetabilidad que otorgaba un título nobiliario y la supuesta utilidad que podrían tener como asesores en films ambientados en su país de origen). Pero, ay, a los quince días de rodaje Greta Garbo cayó gravemente enferma y se tuvo que detener la producción durante cinco semanas. Aprovechando ese inevitable parón, el productor Irving Thalberg, que no estaba quedando muy satisfecho con lo rodado hasta ahora, decidió que se empezaría de cero cambiando todo por completo: se iba Buchowetzki y entraba el británico Edmund Goulding; se reemplazaba al director de fotografía por William H. Daniels, que había trabajado ya con la Garbo y en breve sería su favorito y, lo más interesante de todo, se marchaba Ricardo Cortez y le sustituía John Gilbert. Adiós prestigiosa adaptación de Tolstoi, hola vehículo hollywoodiense para lucimiento de la pareja de moda.

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Especial Greta Garbo (III): Greta Garbo vs la Metro-Goldwyn-Mayer

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Greta Garbo fue en su momento una de las empleadas más valiosas de la Metro-Goldwyn-Mayer pero al mismo tiempo una de las que más quebraderos de cabeza le dio al estudio a nivel contractual. Pese a su juventud e inexperencia, la Garbo fue desde el principio una actriz que tenía claro hacia dónde quería orientar su carrera, y de no haber sido por su tenacidad y por sus constantes luchas seguramente no habría podido protagonizar muchas de las grandes obras que hoy han pervivido como clásicos. Es por eso que la historia de los enfrentamientos de la Garbo con la Metro nos sirven para valorar aún más los logros artísticos de su carrera y para entender cómo lidiaban los grandes estudios con las estrellas de la época.

A diferencia de la mayoría de actrices provenientes del viejo continente, Greta Garbo no entró en Hollywood por su carrera, que hasta entonces solo se reducía a dos papeles importantes en el cine – aunque, eso sí, en dos de las películadas más destacadas de esos años: La Saga de Gösta Berling (1925) y Bajo la Máscara del Placer (1925) – sino como una especie de «pack» que venía con el director sueco Mauritz Stiller, que es a quien la Metro-Goldwyn-Mayer realmente quería. Stiller había realizado algunas de las obras más importantes de esos años, y tras el éxito de su compatriota Victor Sjöstrom en Hollywood la Metro decidió hacerse con el segundo gran nombre del cine sueco. Stiller se interesó por la oferta pero insistió en llevarse consigo a la joven Greta Garbo, a quien él había descubierto y que estaba convencido de que tenía un gran talento por delante. Pese a la inexperiencia de la joven actriz, tras ver una copia de La Saga de Gösta Berling Louis B. Mayer pensó que no era mala idea contratar también a esa joven promesa y aceptó incluirla en el trato.

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Y El Mundo Marcha [The Crowd] (1928) de King Vidor

yelmundomarchaY El Mundo Marcha es indudablemente una de las más grandes películas del cine mudo americano. Sólo por este film y El Gran Desfile (1925), el nombre de King Vidor debería estar presente entre los cineastas más destacados de la era silente de Hollywood.

El proyecto surgió a partir de una idea del propio Vidor, quien acababa de tener un éxito inmenso con la ya mencionada El Gran Desfile. Tras ese film, el inquieto director pensó que sería una buena idea desmarcarse de esa gran producción ambientada en la I Guerra Mundial con una película que tuviera un estilo prácticamente opuesto, es decir, una obra más intimista y sencilla. Si El Gran Desfile era la historia emocionante de un combatiente en la guerra, su siguiente película sería en cambio la de una persona normal y corriente a la que no le pasa nada excepcional en la vida. Esto puede parecer superfluo visto hoy día, cuando hemos visto muchos films realistas que han partido de una base similar, pero en una producción de Hollywood de los años 20 era algo innovador.

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Tod Browning

Tod Browning es uno de esos directores a los que creo que es inevitable coger cierto aprecio, incluso aunque uno analice su filmografía desde la distancia de alguien que no es realmente un ferviente admirador suyo. Y es que Browning posee muchos de los rasgos que convierten a un artista en figura de culto, como una carrera olvidada durante años y un tipo de cine que desafiaba las convenciones del momento.  Se hace difícil encontrar otro cineasta americano de la época que se dedicara a profundizar como él en el género fantástico y de terror dando forma a fantasías tan tenebrosas que mostraran el lado oscuro del hombre. Browning, en medio de una industria que potenciaba el glamour y los héroes atractivos, era el encargado de situar en el centro de atención a los desheredados de la gran pantalla: los criminales, los anormales, los monstruos, los freaks. No es de extrañar por tanto que su carrera cayera en desgracia a mediados de los años 30, en un contexto que hacía cada vez más difícil su tipo de cine.

Hoy en día Browning ha sido felizmente rescatado de las catacumbas pero se le conoce básicamente por dos títulos: Drácula (1931) y Freaks (1932), que son los que han hecho que su nombre quede de por siempre asociado al género fantástico y de terror. No obstante, aún cuando éste fuera su género predilecto, la carrera de Browning en el cine es larga y consta de títulos de géneros muy diversos. Buena parte de sus films mudos han desaparecido, pero hay bastantes que todavía pueden visionarse y que permiten profundizar en su filmografía más allá de sus títulos más conocidos.

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