Aquí, en el lugar de su humillación, el viejo se marchitaría miserablemente el resto de su vida y la historia realmente se habría terminado. Pero el autor se hace cargo de lo que todos han abandonado añadiéndole un epílogo en el que las cosas transcurren aproximadamente así, como, lamentablemente, no suelen transcurrir en la vida.
Pocas veces un solo rótulo ha dado tanto que hablar. Se trata del epílogo de El Último de F.W. Murnau, una de las más grandes películas alemanas de la era muda que contribuyó a dar prestigio internacional al cine germano junto a Varieté (1925) y los films de Fritz Lang.
