Now, You Tell One (1926) de Charley Bowers y Harold L. Muller

De entre todos los grandes cómicos que surgieron en la era muda Charley Bowers es uno de los que más necesita una urgente reivindicación hoy día tanto por lo poco que suele citarse como por lo sumamente originales que son sus películas. Lo que hacía a Bowers especial como cómico es que en sus filmes le gustaba alternar imagen real con segmentos de animación stop motion. Esto hace que, si ya de por sí las comedias slapstick más alocadas tengan un punto surrealista que luego en el sonoro solo mantuvo el cine de animación, las suyas vayan aún más lejos. Desde el momento en que la animación stop motion adquiere un papel tan importante, todo es posible, el único límite es la imaginación.

De entre todos los cortometrajes suyos que he visto me apetece destacar Now, You Tell One (1926) no solo por ser muy divertido sino uno de los más absurdos (que ya es decir). La acción se inicia en un club de mentirosos, en que los asistentes se retan a ver quién dice la mentira más grande, incluyendo historias sobre elefantes entrando en el Capitolio o un hombre que atrapa a un ladrón ocultándose dentro de un sombrero. Como ninguna de esas mentiras les llama la atención, uno de sus miembros sale en busca de alguien con una historia mejor y se topa con Bowers, que tiene un relato aún más imposible de creer.

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L’Acqua Miracolosa (1914) de Eleuterio Rodolfi.

Cuando decimos que la edad de oro del cine italiano tuvo lugar en los años 10 puede creerse que eso se deba a las películas de divas y sus ostentosos peplums… y sí, es cierto que esos fueron los principales géneros y los que dieron más fama al cine silente italiano, pero hay más. Realmente en esos años se realizaron multitud de filmes (especialmente cortometrajes) de todo tipo de géneros que son un dechado de imaginación y creatividad: desde películas de acción a comedias. Y hoy les traemos una muestra: L’Acqua Miracolosa (1914) de Eleuterio Rodolfi.

La premisa es la siguiente: Gigetta es una mujer emparejada con el Caballero Cornelio, un hombre mucho mayor que ella que se lamenta de que no tengan descendencia a quien legar su apellido. Su vecino de arriba es el Doctor Rodolfi, que está enamorado de Gigetta y, además, es el médico de cabecera de Cornelio. Éste le propone entonces un remedio para su problema: que su esposa pase un tiempo en unos manantiales que contienen unas aguas curativas que hacen milagros. Cornelio acepta la idea pero, como no puede acompañar a su esposa, la manda sola. Poco imagina que el Doctor Rodolfi se citará con ella en el balneario para vivir un romance. Pero al final todo va bien porque tiempo después Gigetta queda embarazada y Cornelio se lleva una alegría al saber que esas aguas termales surgieron efecto… aunque no en el sentido que él imagina.

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Las XXIII Jornadas de Cine Mudo de Uncastillo «Ino Alcubierre» 2025

Nos encontrábamos en medio de una terrible ola de calor que había llegado hasta nuestro rincón silente y Cesare ya estaba preparando el bañador y el flotador para ir a la playa, cuando le recordé que teníamos un compromiso esos días: acudir a las XXIII Jornadas de Cine Mudo de Uncastillo «Ino Alcubierre». La idea no pareció convencerle, pero cuando le dije que el tema de este año era «Luces y sombras», que ciertamente es muy del gusto de una criatura expresionista, cambió de parecer y preparó enseguida las maletas para un fin de semana en Uncastillo. La idea de las sombras de hecho se prolongaba más allá de las sesiones cinematográficas, ya que contó con una exposición de Karishma Chugani llamada Cortège, así como un taller de títeres de sombra realizado en compañía de Iris Pérez y David Martínez del Teatro Bobó. Los otros dos grandes temas de esta edición eran el 130º aniversario del nacimiento de Buster Keaton y el 125º de Luis Buñuel. ¿Cómo resistirse?

De hecho fue Keaton quien dio el pistoletazo de salida a las jornadas con el cortometraje Buenas Noches, Enfermera (Good Night, Nurse!, 1918) de Roscoe Arbuckle, que se proyectó en la Residencia Virgen de San Cristóbal con acompañamiento de Jaime Lapeña al violín e Iris Pérez ejerciendo de explicadora. Ha sido todo un detalle por parte de las jornadas que hayan decidido homenajear a Keaton recordando sus inicios en el cine trabajando como secundario para Arbuckle, su gran mentor y uno de los cómicos más importantes de la era muda. Ciertamente, Buenas Noches, Enfermera es una muestra del enorme talento de Arbuckle y de lo mucho que influenció a Keaton. Es una comedia rápida, ingeniosa y que demuestra el talento que tenían para el humor físico tanto él como su «discípulo». Resulta además curioso ver a Keaton antes de llevar a la pantalla su alter ego inexpresivo «carapalo», es decir, actuando de forma expresiva. No parece él salvo por su prodigiosa capacidad para protagonizar caídas y saltos inverosímiles. Con el tiempo, Keaton perfeccionaría su personaje y su forma de actuar ante la cámara.

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Le Pied qui Étreint (1916) de Jacques Feyder

Aviso preliminar: muchas de las fichas y reseñas de esta película incluyen un fotograma de sus últimas escenas que, si bien no creo que se pueda considerar un spoiler, sí que revela una pequeña sorpresa que creo que se agradece no conocer de antemano (a mí al menos me hizo gracia encontrármela por sorpresa). En mi reseña no desvelo de qué se trata ni incluyo fotogramas de dicho momento, pero si tienen interés en ver el filme les recomiendo hacerlo sin haber buscado más información en otros sitios web.


En los años 10 los seriales estaban en pleno apogeo. Desde el célebre Los Peligros de Pauline (The Perils of Pauline, 1914) a, por descontado, los que realizaba Louis Feuillade en Francia, especialmente el célebre Les Vampires (1915). Es por tanto natural que en algún momento alguien tuviera la idea de hacer una parodia de un género que de por sí muchas veces estiraba las situaciones más allá de lo verosímil. Lo que un servidor no esperaba es encontrarse una parodia realizada por alguien como Jacques Feyder, realizador de filmes como L’Atlantide (1921), Crainqueille (1922), Visages d’Enfants o una versión de Carmen (1926). Pero todos tenemos un pasado, y no es inhabitual que directores respetables empezaran en el cine con filmes más simpáticos y espontáneos.

Le Pied qui Étreint (1916) explica los enfrentamientos entre el detective científico Justin Crécelle y la banda de «el pie que estrecha», comandada por un peligroso genio del mal cuyo rostro nadie ha visto y que se pasea en un carro de inválidos usando sus pies como si fueran sus manos (curiosamente este personaje lo encarna el buenazo de Georges Biscot aunque no le veamos su cara, si bien esta extraña decisión de casting cobra sentido en el último episodio). Los cómplices del célebre detective en sus aventuras serán su prometida Hélène y su secretario Walter Jymson, que en realidad es un niño lleno de recursos.

El gran punto a favor de Le Pied qui Étreint que justifica su visionado es su absoluta desenvoltura sin inhibiciones. Es una película abiertamente tonta y absurda, más cercana a las parodias del trío ZAZ que a otra cosa, aunque, lógicamente, sin ese estilo tan frenético y desmadrado. Esta apuesta por lo absurdo se complementa con una puesta en escena despreocupada, de hecho en ocasiones da la impresión de estar viendo a los actores improvisando situaciones sobre la marcha, lo cual le da un encanto muy simpático. Pero a cambio, eso pone en evidencia también su flaqueza, y es que se trata de un filme descuidado y flojo.

Como sucede en estas comedias disparatadas, algunos gags son más afortunados que otros. Pero el problema de Le Pied qui Étreint es que evidencia que sus creadores no eran expertos en la comedia. Es de hecho una película que demuestra cuan complejo puede ser hacer comedia alocada, y cómo muchos de esos filmes slapstick que algunos se piensan que simplemente consistían en persecuciones y porrazos, en realidad implicaban planificación, sentido del ritmo y conocimientos del mecanismo del gag. No hay de eso en este filme. Los momentos divertidos (y los hay, y muchos, ahora iremos a ello) funcionan principalmente porque la idea de la que parten es divertida, pero ni Feyder ni los intérpretes parecen dominar el sentido de la comedia (en ese aspecto quizá habría funcionado mejor con un protagonista más eficaz, si bien Kitty Hott sí que me resulta divertida encarnando a Hélène).

En el aspecto negativo podemos citar por ejemplo cierta tendencia a alargar demasiado algunos gags (el gag del niño matando a disparos a la banda de chinos sin ni siquiera mirar, que se repite insistentemente; la persecución por la azotea que no parece saber resolverse, o el gag final en que se descubre la identidad del líder de la banda provocando un desmayo a todos los que ven su rostro por el ojo de una cerradura), así como ciertos descuidos que dan a entender un rodaje rápido y sin cuidar mucho el producto (en cierto momento puede verse cómo uno de los malos que está muerto en el suelo se está incorporando de nuevo unas décimas de segundo antes de que se corte el plano).

Pero pasemos a cambio a lo bueno, porque puede parecer que no me gustó Le Pied qui Étreint pero en realidad, sabiendo lo que tenemos entre manos, es un filme muy simpático que merece la pena. Siento debilidad por el hecho de que los miembros de la banda se saluden entre ellos enseñando su pie (una parodia de los códigos de las organizaciones secretas que aparecían tan a menudo en los seriales), por no hablar de la extraña imagen de recurso de un primer plano de un pie que encoge sus dedos para marcar el inicio o final de cada episodio (como curiosidad, vi este filme mientras hacía un largo vuelo en avión y cuando salían planos como éste no podía evitar preguntarme qué pensaría la pasajera de al lado si le diera por echar un vistazo a lo que estaba viendo).

En ese sentido, el filme sabe parodiar muy eficazmente los tics y lugares comunes de los seriales de la época, incluyendo inventos estrafalarios, esa fascinación por lo exótico (la banda de chinos que ofrece una delirante y cutrísima sesión de espiritismo a Hélène), deducciones aparentemente brillantes que en realidad no tienen sentido (el detective averigua dónde está la guarida de la banda… porque está dada de alta en la guía teléfonica) y el hecho de que algunos seriales fueran interminables (un detalle muy gracioso es que el segundo capítulo tenga el número de serial 1977, como si lleváramos ya cientos de episodios).

Donde más brilla esta parodia del mundo del serial es en el último capítulo en que hacen un cameo sorpresa algunos de los principales actores del género como la gran Musidora o el entrañable Marcel Lévesque, a quienes seguro que recordarán por Les Vampires (1915). Solo por esa fiesta final, con algunos de estos actores tan paradigmáticos del género reunidos aquí en una película que parodia el tipo de historias que les hicieron tan populares, ya valdría la pena su visionado.

De modo que acérquense a Le Pied qui Étreint entendiéndola como una divertida curiosidad para pasar un rato divertido y abiertos a que pueda suceder literalmente cualquier cosa.

Relámpago (Speedy, 1928) de Ted Wilde

Ya he comentado por aquí en más de una ocasión ese pasaje de las memorias de Chaplin en que explicaba cómo en una ocasión un fan le dijo por carta que inicialmente él era el dueño de su personaje, pero que al final acabó siendo el personaje el que le dominó a él. Esto es algo que se acentuó sobre todo cuando grandes cómicos como él y Harold Lloyd dieron el salto al largometraje. Ambos buscaron con ese cambio hacer películas en que la trama estuviera mejor desarrollada y no fuera una mera excusa para encadenar gags y, sobre todo, que sus célebres personajes se humanizaran y no se comportaran como meros clowns. Así pues, en ese sentido es cierto: Chaplin y Lloyd eran mucho más libres para hacer lo que quisieran en sus cortos, donde la premisa podía ser mínima siempre que diera pie a crear gags.

No obstante, cuando Lloyd pasó a realizar largometrajes, encontró una solución a ese problema. Mientras que Chaplin se volvía más perfeccionista, casi atrapado en las altas expectativas que generaba con cada nueva película, Lloyd optó por una alternativa: un ritmo de producción más acelerado (en realidad más acorde con los tiempos, lo de Chaplin era una anomalía) en que combinaba conscientemente una película «de personajes» y otra de gags. Las películas de personajes eran sus grandes obras más ambiciosas, mientras que las de gags eran filmes que partían de situaciones más sencillas y que no profundizaban tanto en el drama (no por ello quería decir que fueran menores o menos exitosos, de hecho alguno de sus filmes de gags como ¡Ay, mi Madre! (For Heaven’s Sake, 1926) fue uno de sus mayores taquillazos). Mi impresión es que con esta división Lloyd buscaba, de forma consciente o inconsciente, poder llenar sus ansias de hacer evolucionar su personaje y sus películas sin renunciar a filmes con el espíritu más ligero de sus cortometrajes.

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Hace 100 años: las mejores películas de 1924

Ahora que tantos medios comenzarán a agobiarnos con las clásicas listas de mejores filmes del año es el mejor momento para ofrecerles la lista que realmente le interesa a la comunidad cinéfila: la de mejores películas que cumplen 100 años este 2024 o, en otras palabras, las mejores películas de 1924.

Como verán, el panorama cinematográfico mundial estaba mejor que nunca, con grandes filmes de países y estilos muy diferentes, si bien empiezan a notarse cambios respecto a años precedentes: el consabido expresionismo alemán ofrece aquí ya las últimas grandes obras del género y la escena escandinava no tardará en perder a sus dos mayores talentos. A cambio, Francia está en plena ebullición tanto en lo que respecta a las vanguardias como por una generación de cineastas que saben utilizar elementos expresivos de esos movimientos más experimentales pero adaptados a filmes narrativos. Al no querer incluir cortometrajes se quedaron fuera de mi lista títulos tan imprescindibles como Ballet Mécanique (1924) de Fernand Léger y Dudley Murphy, Entr’acte (1924) de René Clair  o Symphonie Diagonale (1924) de Viking Eggeling. No me lo tengan en cuenta, es una forma de no hacer esta selección aún más compleja.

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La Course à la Perruque (1906) de Georges Hatot

Uno de los muchos elementos que le da un misterio y magia especiales al cine de las primeras décadas es todo lo relacionado con tantas películas perdidas sobre las que no podemos más que especular sobre su contenido y las curiosas circunstancias en que se hallaron muchas de ellas (siendo mi ejemplo favorito hasta la fecha la única copia superviviente del montaje original de La Pasión de Juana de Arco (La Passion de Jeanne d’Arc, 1928) encontrada en un manicomio noruego). En los años 80 se encontraron en un pueblo de Austria un montón de películas de los primeros años del cine. Lo curioso es que estaban en una fábrica que elaboraba los papeles recubiertos de oro que se utilizaban como acompañamiento de las coronas de flores para funerales, en los cuales se dejaban algunas palabras sobre la persona fallecida como póstumo homenaje. Esto hizo que todas latas de películas estuvieran cubiertas de una fina capa de oro mezclada con polvo, que propició que esta colección fuera bautizada como «Goldstaub-Fund».

Entre todos los filmes hallados allá se encontraba el filme La Course à la Perruque (1906) de Georges Hatot, que se supone que fue el debut del cómico André Deed en el cine, además de contar entre su numeroso reparto con el actor Léon Mathot, cuyo rostro puede serles familiar a los aficionados al cine francés de las primeras décadas.

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Hands Up! (1926) de Clarence G. Badger: ¿es posible hacer una comedia sobre la Guerra de Secesión?

Después de haber descubierto al cómico Raymond Griffith en la divertida Regalo de Boda (Paths to Paradise, 1925) estuve echando un vistazo a las páginas que le dedicaba a él el experto en cine mudo Kevin Brownlow en su imprescindible The Parade’s Gone By. Ahí leí que hacía referencia a otra película de Griffith, Hands Up! (1926), que tenía fama de ser una de sus obras más divertidas, así que no tardé en buscarla en mi archivo y desempolvarla para darle un visionado con mi compañero Cesare.

Situada en la Guerra de Secesión, Griffith encarna en ella a Jack, un espía del bando confederado que debe sabotear los intentos del ejército de la Unión para proveerse con un cargamento de oro de una mina recién descubierta. Para llevar a cabo su plan se hace pasar por un aliado de la Unión mientras en paralelo intenta boicotear los planes para sacar el valioso cargamento de la mina.

Crédito: Silentfilmstillarchive.com

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Le Giornate del Cinema Muto de Pordenone 2024 (IV)

 
Autor: Valerio Greco

10 de octubre – En que se dan cita dos de los más grandes nombres de la comedia cinematográfica y un fox terrier

Sabes que va a ser un buen día en Pordenone cuando empiezas la jornada con un corto en que aparece un fox terrier esquiando y luego tienes una película de Lubitsch que aún no habías visto. Als de Winter Komt es uno de los cortometrajes de autoría desconocida que se proyectaron hoy. Se sospecha que es de 1921 y básicamente tiene como narrador a un fox terrier que explica lo bien que se lo pasa en invierno con su familia y, sobre todo, su dueña Mary. Es un corto encantador, tanto por la belleza de esas imágenes nevadas como, claro está, por su protagonista. Y para los que sean sensibles con la forma como se trata a los animales actores, en este caso nuestro fox terrier se nota que se lo está pasando genuinamente bien brincando por la nieve y caminando con unos zapatitos que le han comprado para que no pase frío en las patas en estas fechas.

El otro corto que vimos hoy sin identificar es una simpática comedia, Las Horas del Asistente, que se sospecha que debe datar de alrededor de 1915 y probablemente provenga de Francia o Italia. Explica todas las tareas que debe llevar a cabo durante un día el ayudante de un oficial, y la gracia está en que va alternando planos de un reloj que marca una hora concreta con la diferente tarea que el pobre hombre tiene que llevar a cabo.

Crédito: Eye Filmmuseum

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Le Giornate del Cinema Muto de Pordenone 2024 (III)

Autor: Valerio Greco

8 de octubre – El Tío Sam visto por Colombia

Algo que me gusta de Pordenone es su absoluta heterogeneidad, el hecho de ser un festival que, dentro de lo que es el cine mudo, pueda incluir cualquier cosa. Tan pronto estamos viendo un filme de Uzbekistán que denuncia la situación de la mujer allá como nos encontramos bajo el mar viendo un documental submarino. Primero tuvimos dos aperitivos: Dans le Sous-Marin (1908), un corto en que varios hombres quedan atrapados en un submarino y mientras mueren recuerdan imágenes de sus hogares, para luego desembocar en un tableau vivant con varias mujeres haciendo aparecer bebés (¿?) y enarbolando un mensaje de paz, y Le Voyage Fantastique de Marius (1912), un corto animado en que un hombrecillo convierte su coche en un submarino. Luego vimos el documental Wonders of the Sea (1922) de J. Ernest Williamson, que tenía como principal aliciente mostrar imágenes del fondo del mar en una época en que no eran tan fáciles de filmar como hoy día.

Es un filme curioso, con varias tomas que captan la belleza de una nadadora sumergiéndose al fondo del mar (incluyendo algunos planos en slow motion para plasmar mejor sus movimientos), un pintor que se dedica a pintar el fondo del mar desde una cámara sumergida bajo el barco en compañía de un niño que sospecho que está de adorno y, finalmente, dos submarinistas paseándose por el fondo marino, cazando una pobre morena y enfrentándose a un temible pulpo que es descaradamente de mentira. En esta cruenta lucha entre el hombre y el pulpo de mentira, les tranquilizará saber que una vez más ganó el ser humano. Pero bromas aparte, es interesante constatar cómo Williamson cree conveniente añadir esta pequeña ficción inventada para dar un poco más de sustancia a un documental que, por si solo, yo creo que ya habría funcionado perfectamente.

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