Si hay una secuencia por la que Harold Lloyd pasará a la historia del cine es la de la escalada del edificio de El Hombre Mosca (1923).
En realidad este momento tenía ya precedentes en dos cortometrajes de Lloyd que comentaremos seguidamente: Look Out Below (1919) y La Caza del Zorro (1921) – el argumento y el título original de este último, Never Weaken, no tienen nada que ver con el que se le dio en español; sospecho que el título hispano viene de alguna confusión con el cortometraje Among Those Present del mismo año en que Lloyd participaba en una caza de zorros.
No podremos comentar el primero porque no he podido encontrarlo, pero el segundo es uno de sus mejores cortometrajes. En él, Lloyd acaba accidentalmente en lo alto de un edificio en construcción e intenta bajar a tierra, abocado en más de una ocasión a situaciones peligrosísimas al límite. Para rodar tanto esta escena como la de El Hombre Mosca, Lloyd se benefició del hecho de que el estudio de Hal Roach donde trabajaba se encontraba localizado en la parte alta de la ciudad, de manera que se podía rodar en la azotea haciendo que pareciera que el protagonista estaba en realidad en un rascacielos.
Como es bien sabido, El Hombre Mosca nació cuando Lloyd vio un día a un «hombre mosca» de verdad, Bill Strother, escalando un edificio de la ciudad. Al instante le propuso participar en una película con él y así nació la obra más célebre de su carrera.
La famosa secuencia combinaba muy inteligentemente planos arriesgados de verdad con trucajes y efectos ópticos. La mayoría de planos cercanos de Lloyd se rodaron en la azotea del estudio de Hal Roach sobre un pequeño decorado que se construyó simulando la fachada de un rascacielos. Para los largos planos generales rodados en un rascacielos de verdad se recurrió a Strother, que interpretaba las escenas en lugar de Lloyd.
Toda la secuencia está admirablemente dirigida y planificada para dosificar los gags y el suspense. En cada piso Lloyd se encuentra con un peligro diferente que se va intensificando a medida que llega más alto (las palomas, el perro, el reloj…), y además entre estos momentos de suspense introduce pequeños gags ligeros que quizás hoy en día pueden parecer algo tontos pero que en su época servían para dar un pequeño paréntesis al público (por ejemplo la anciana que le comenta que se va a hacer daño).
Al mismo tiempo, la escalada a lo alto del edificio representa, como se ha comentado muy a menudo, la escalada social que debe hacer el protagonista, algo que queda muy claro por el hecho de que su llegada a la azotea culmina instantáneamente con un beso de la chica, como si ésa fuera la recompensa final (en cierto modo lo es, gracias a esa escalada puede casarse con ella).
Esta imagen muestra cómo se rodó uno de los planos más icónicos de la historia del cine
Años más tarde, Lloyd quiso repetir la hazaña en ¡Ay que me Caigo! (1930) su segunda película sonora, donde se vuelve a mostrar una secuencia prácticamente idéntica a la de El Hombre Mosca, con la diferencia de que en esta ocasión Lloyd acaba en lo alto del edificio accidentalmente y quiere bajar. La escena es más larga y mucho más al límite, pero en su época no gustó tanto como la de El Hombre Mosca. Eso debió decepcionar a Lloyd: se había propuesto superarla y en cierto modo lo había conseguido, ¿por qué el público no reaccionó favorablemente?
Yo creo que hay dos motivos. En primer lugar al ser la escena tan alargada y no tener una meta clara que marcara cuándo se acabaría (en El Hombre Mosca sabemos que a cada piso le queda un poco menos, en ¡Ay que me Caigo! no tenemos ese descanso), el público acababa agotándose. En consecuencia Lloyd, que siempre pasaba sus estrenos ante un sneak preview y cortaba la película en función de las reacciones, la aligeró unos cuantos minutos. El segundo motivo sin embargo es más interesante: al ser una película sonora, la escena tenía más realismo y no hacía tanta gracia, daba más miedo. En el cine mudo, la ausencia de sonido da cierta distancia de irrealidad que hace que estas escenas puedan verse como cómicas. Pero en el sonoro, con el ruido de los coches de fondo y los lastimosos gritos de Lloyd pidiendo auxilio, el público de la época lo encontró demasiado realista como para verlo gracioso. No obstante sigue siendo magnífica aunque no supere (por mucho que lo intentara Lloyd) la de El Hombre Mosca, que constituye uno de los grandes momentos icónicos del cine.
Por último no podemos dejar de recordar que en el muy recomendable documental Harold Lloyd, el tercer genio se habla con bastante detalle de la filmación de esta escena.
maravillosa secuencia
Es de esas secuencias que dejan boquiabiertos incluso a los que tienen ciertos reparos hacia el cine mudo.
http://es.shvoong.com/WebAgents/Redir.aspx?wID=5&tURL=http://es.shvoong.com/entertainment/movies/2434208-el-hombre-mosca/
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