Reconozco que mi opinión sobre el debut de Hitchcock, El Jardín de la Alegría (1925), ha sido bastante variable a lo largo de los años. Quizá me influyó la opinión negativa del propio Hitchcock hacia el filme, pero también lo achaco a que la versión que circuló del mismo durante muchos años estaba mutilada. Afortunadamente, los amigos del British Film Institute nos sorprendieron hace poco restaurando la película añadiéndole media hora más (90 minutos en total). Y realmente la diferencia se nota, en su versión completa creo que puedo lanzarme a la piscina y afirmar que, sin ser una gran película, el debut de Hitchcock es una película más que competente.
Lo que más falla es, como sería habitual la mayor parte de su era muda, su argumento tan poco interesante: dos chicas que trabajan como bailarinas en un club nocturno, Jill y Patsy, se hacen amigas. La primera es una inocente chica recién llegada a la gran ciudad cuyo prometido, Hugh, espera casarse con ella en un par de años, cuando haya hecho fortuna en Oriente. Hugh se trae consigo a su amigo Levet, que no le quita ojo a Patsy, y aquí se produce el inevitable conflicto: mientras Hugh está en Oriente, Jill se divierte con un tal Príncipe Iván; por otro lado, después de que se casen Patsy y Levet, este último engañará a su mujer.
Un aspecto que me parece muy remarcable de este filme es que, pese a ser un debut, El Jardín de la Alegría resulta una película muy bien acabada, con toques de personalidad y muy cuidada técnicamente. No da en absoluto ninguna sensación de inseguridad ni de ser un filme algo rutinario. Obviamente aquí entran en juego dos factores esenciales: el tipo de producción que planeó Michael Balcon y el guión de Eliot Stannard (escritor de la mayoría de las obras mudas de Hitchcock).
En lo que se refiere a Balcon, fue el gran descubridor de Hitchcock, el que decidió ascender a ese ayudante de dirección después de que el director con el que solía colaborar, Graham Cutts, se negara a seguir contando con él (quizá por celos). En aquellos años Balcon llegó a un acuerdo con una productora alemana, Emelka, para realizar una serie de filmes en coproducción, y éste fue el que escogió para iniciar la colaboración. A causa de ello, la película se rodó en gran parte en Munich además de contar con algunos exteriores en el Lago Como (Italia). Esto sin duda contribuye a que el diseño de producción sea tan remarcable: no da el aspecto de ser una película barata (y no obstante por lo que comentó Hitchcock, realmente se filmó con muy poco presupuesto), las escenas en oriente resultan creíbles y los interiores como el propio Jardín de la Alegría o el lujoso piso de Jill están muy bien acabados.
Por otro lado, Stannard parte de un material muy poco interesante pero consigue que los personajes tengan vida y personalidad. La prueba de ello es el anciano matrimonio Sidey, que pese a ser totalmente secundarios a la trama funcionan muy bien como contrapunto cómico y están muy bien perfilados en sus breves apariciones (él como radioaficionado, ella como entrometida de buen corazón).
Pero no nos olvidemos de quien más nos interesa, el señor Hitchcock. Insisto en la enorme diferencia que nos proporcionan esos 30 minutos extra de la restauración de la BFI, que hacen que la película funcione mejor a nivel de ritmo y que los personajes sean más creíbles. El primer acto de hecho podría ser perfectamente una simpática comedia sobre el mundo del espectáculo, lo cual nos da una idea del ritmo que le imprime Hitchcock. Desafortunadamente, cuando tira hacia el drama pierde un poco de intensidad y es ahí donde pasa de ser un prometedor filme notable a ser un interesante debut.
No obstante, los aficionados a Hitchcock y/o al cine mudo sabrán disfrutarla y notarán cómo tras la cámara hay un tipo que sabe aprovechar a la perfección detalles visuales: la primera imagen del gerente fumando al lado de un cartel de prohibido fumar, la intimidad que se recrea en la primera noche de Jill y Patsy cuando se desnudan, el contraste entre la sencilla taza de té de Patsy y la copa de champagne de Jill, la belleza de las escenas de la luna de miel, etc.
Eso sumado a un reparto bastante competente del que destacan Virginia Valli (una estrella americana por entonces) y Miles Mander (rostro habitual del cine británico que repetiría con Hitchcock), hacen que El Jardín de la Alegría (1925) no sea ese debut pálido y mejorable. Está lejos de sus mejores logros, pero es una película con personalidad y muy bien acabada que solo flaquea en su historia. Merece bastante la pena.
Ah y por cierto, les animo a leer el relato que hizo Hitchcock en el libro de entrevistas con Truffaut sobre el accidentado rodaje, que fue más emocionante que la propia película.