Hay sin duda algo fascinante en la figura del cineasta ruso Yevgeni Bauer. Esa impresionante carrera que abarca 80 filmes en ¡cinco años! (de los cuales como supondrán solo se conservan unos pocos, aunque los suficientes para intuir su enorme talento). Esa temprana muerte en 1917 con apenas 50 años haciéndonos especular sobre cómo se habría desenvuelto en el decisivo cambio de década. Y por supuesto sus películas. Asombrosamente cuidadas y repletas de hallazgos que las sitúan entre las obras más importantes de la década. Con ese tono tan fatalista y con cierta obsesión con la muerte. Bauer no es solo un director importantísimo, es también un cineasta especial y fascinante.
Twilight of a Woman’s Soul (1913) es según creo la obra más antigua que se conserva de su carrera (aunque no su ópera prima, como se afirma en algunos textos, pero sí una de las primeras que realizó). Y si tenemos eso en cuenta resulta aún más sorprendente su contenido: muy pocas películas encontrarán de 1913 con la riqueza visual de ésta.
La protagonista es Vera, una joven de clase alta que se siente deprimida por el superficial mundo de lujo en el que se ha criado, y que decide ayudar a los más necesitados como una forma de dar sentido a su vida. En una de sus visitas de caridad conoce a Maxim, un hombre que se siente atraído por ella y le hace llegar una carta pidiéndole ayuda. Cuando Vera acude, Maxim la viola y ésta, horrorizada, lo apuñala. Tiempo después Vera conoce al Príncipe Dolskii, que se enamora de ella. Pero Vera no quiere corresponder a su petición de matrimonio sin antes confesarle ese traumático evento de su pasado.
Twilight of a Woman’s Soul es una obra fascinante desde su primera escena, un plano de una fiesta de sociedad en que se contrasta la muchedumbre del salón con la imagen de la solitaria Vera en su cuarto, reticente a relacionarse con los demás. Hay incluso un curiosísimo travelling de seguimiento mientras Vera camina sola por el salón, que si bien no es algo nuevo para la época sí que este tipo de movimientos de cámara eran muy raros en la época y Bauer los perfeccionaría en obras posteriores como Después de la Muerte (1915).
Una vez entramos en la historia resulta remarcable el cuidado que pone el director en la composición de los planos y la iluminación. Por ejemplo el cuarto de Vera con la cama en un segundo plano y unas cortinas semitransparentes separando ese espacio de los elementos que se encuentran a contraluz en primer plano. A nuestros ojos puede parecer que no es gran cosa, pero refleja lo cuidadoso e imaginativo que era Bauer para crear la composición de un espacio (el cuarto) sirviéndose de unos pocos elementos (la cama, las cortinas, los jarrones) situados en diferentes partes del plano y utilizando la iluminación para dotarlo de belleza.
Incluso siendo una historia de tono menos trágico que obras posteriores suyas, Bauer no puede evitar darle un tono enrarecido como cuando en sobreimposiciones se ve cómo Vera sueña con la gente pobre a la que ha estado ayudando en obras de caridad. De nuevo, lo remarcable no es que sea la primera vez que se usen sobreimposiciones con dicha finalidad, sino la forma como las emplea Bauer, que parecen casi figuras fantasmales.
Pero si se piensan que los grandes logros de Twilight of a Woman’s Soul se limitan al apartado visual, tengo una sorpresa para ustedes. ¿Se piensan que cuando el príncipe Dolskii entra en escena la historia tira hacia el clásico cuento moral contra los prejuicios de dicho personaje? En absoluto. Porque cuando Vera le explica su oscura historia y el príncipe reacciona como todos intuíamos (horrorizado y asqueado por haberse casado con una mujer «impura») la película da un giro inesperado: es Vera quien decide entonces rechazar a Dolskii por ser tan injusto con ella y éste el que se da cuenta demasiado tarde del error que ha cometido. De forma que más que ser la víctima que llora y suplica a su amante para que la perdone, Vera pasa a convertirse en la persona fuerte de la relación al ser consciente de que ella tiene razón.
No esperen una moralizante lección final ni la clásica reconciliación, no sería una película de Bauer sin un desenlace amargo, pero sí que les aseguro que Vera se mantiene firme hasta el final convirtiéndose inesperadamente en una especie de primera heroína cinematográfica: la víctima de una violación que debe enfrentarse a los prejuicios sociales que eso acarrea pero que no está dispuesta a dejarse humillar. ¡Bravo por ella!