Rodolfo Valentino y el tango más famoso de la historia

¿No les parece una pena que los jóvenes de hoy día ya no sepan apreciar la belleza y el erotismo del tango? ¡Ah, seguramente este Doctor sea ya un anciano de mentalidad anticuada, pero no puedo dejar de recordar el enorme impacto que tuvo hace un siglo una escena de tango, que se convirtió en una de las más célebres de toda la era muda! Me refiero, por descontado, al baile de Rodolfo Valentino en Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis (The Four Horsemen of Apocalypse, 1921) de Rex Ingram. Desgranemos un poco lo que hay tras esta célebre escena.

El tango es un baile de procedencia argentina que surgió a finales del siglo XIX y que empezó a tener una gran popularidad en Europa poco antes de la I Guerra Mundial. Curiosamente, en Argentina era una danza asociada a lugares de dudosa reputación como prostíbulos, pero cuando llegó a Europa fue inmediatamente adoptado por las clases altas. Imaginen por tanto la cara que pondrían los argentinos de la época al ver a unos refinados franceses bailando una danza que ellos asociaban a los bajos fondos.

Una de las personas que se especializó en este baile exótico era un joven de origen italiano emigrado a Estados Unidos que había cambiado en América su nombre por el de Rudolph Valentino (aunque aquí adoptaremos la versión castellanizada de su nombre con el que se le conoce en los países hispanos). Valentino estuvo durante años haciendo todo tipo de pequeños trabajos para subsistir en Nueva York, pero finalmente logró hacerse un nombre como bailarín que le valdría su pasaporte a Hollywood. Tras unos pequeños papeles de poca relevancia, Valentino iba a abandonar su idea de hacer carrera en la gran pantalla, pero entonces leyó que la Metro había comprado los derechos de Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis de Vicente Blasco Ibáñez, y decidió hacerse con el papel de Julio. Aquí entró en escena la otra gran persona crucial en esta historia…

June Mathis era ni más ni menos que una de las personas más importantes en el Hollywood de entonces, y uno de los ejemplos de cómo las mujeres tuvieron puestos de mucho más poder en dicha industria en la era muda que en cualquier otra época posterior. Ejercía según la ocasión de guionista, productora, ejecutiva o asesora. Como muestra de su importancia, baste recordar que fue la primera gran responsable de la gigantesca versión de Ben-Hur (1925), si bien su rodaje fue un calamitoso desastre.

El instinto de Mathis era infalible: ella quería que ese bailarín italiano totalmente desconocido fuera el protagonista de esa gran producción dirigida por el que pronto sería uno de los directores más célebres de la época, Rex Ingram. Pero la idea era muy arriesgada y topó con la negativa inicial de todos los ejecutivos de la Metro. Valentino no tenía muchas nociones de interpretación y ese tipo de héroes latinos en aquella época todavía no eran muy populares. Pero en el mundo del cine las dotes interpretativas no lo son todo, y tras ver las primeras tomas del principiante Valentino enseguida se hizo obvio que el actor le gustaba a la cámara.

Y fue entonces en cierto momento de la producción cuando Mathis y Valentino presionaron para añadir a la película una escena en que el actor bailara un tango. No existía tal tango en el libro de Blasco Ibáñez, era una excusa para exhibir las dotes de Valentino como bailarín. Nadie podía imaginarse el desmesurado éxito que tendría dicha escena. La leyenda de Valentino y el prototípico personaje de latin lover que nacería con él empezaron literalmente en esta escena. Es todo lo que una mujer de la época podía esperar de un sensual amante latino: esa masculinidad desatada y algo agresiva, la elegancia a la hora de bailar, la sexualidad que emana dicho baile con los dos cuerpos tan pegados y en perfecta sincronía… En estos cuatro minutos Valentino pasó literalmente de ser un desconocido a convertirse en uno de los mayores mitos eróticos de la historia del cine. A un espectador actual le podrá parecer exagerado todo esto o que el tal Valentino no tiene ningún atractivo especial, pero créanme, seguramente en 100 años las futuras generaciones tampoco entenderán muchos de nuestros mitos eróticos actuales.

Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis fue tal éxito que se convirtió en una de las películas más taquilleras de toda la era muda y su escena más célebre consiguió poner de moda el tango, que acabaría para siempre asociada con la figura de Valentino – vean si no la multitud de discos recopilatorios de música de tango que usarían su apellido para comercializarlos, como el que he añadido al inicio del post. Así pues, fue gracias a la intuición de June Mathis y la suma de los talentos de Valentino como bailarín (que sobrepasaba en mucho su talento como actor) y de Rex Ingram como director que dieron pie a una de las escenas más míticas de toda la era muda.

Y ahora, para su disfrute, he aquí el baile en cuestión. No sean tímidos y anímense a probar a emularlo con su pareja:


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6 comentarios en “Rodolfo Valentino y el tango más famoso de la historia

  1. ¡Maravillosa escena! No solo por el tango (sobre todo, claro) sino también por la galería de personajes que va retratando Ingram. Siempre seleccionó personalmente a todos los rostros que aparecen en sus películas. Para esta escena buscó entre los bajos fondos y, como siempre, acertó a encontrar unos tipos que difícilmente se ven en otras películas (no confiaba en la oficina de casting para nada, para él uno de los principales méritos de un director es saber encontrar rostros y los encargados de casting te filtran siempre según su visión: a mosca c. para el estudio no le ganó nadie, eso seguro). Ingram tampoco era muy conocido (por desgracia se han perdido todas las películas rodadas hasta Los jinetes 😦 ). ¡Que ojo tuvo Mathis, lanzando al estrellato al director y a su estrella, realmente! El uno para volver loco a la mitad del público y a matar de envidia la otra mitad y al que lo mostró tener la psicología que lo convirtió en uno de los primeros directores en descubrir el sex-appeal masculino cuando se presenta y pisar el acelerador a fondo, sin cortarse un pelo (¡luego, va y me descubre Novarro, el irlandés, este! 😀 ). Disculpe, tengo que salir corriendo para mis oraciones con posterior clase de tango matutinas. Un saludo!

    • Esto que comenta usted de los rostros me suena que lo leí en algún sitio, quizá en alguno de los libros de Kevin Brownlow, que es como usted un gran defensor de Rex Ingram. Y es cierto que tenía mucho ojo para elegir rostros que, aunque salieran muy brevemente en pantalla, te dejaran huella o contaran toda una historia en si mismos.
      Desconocía que Ingram por entonces aún no era famoso, lo rectifico del post, ¡gracias por el aviso!
      ¡Disfrute de su clase de tango!

    • Hola Carolina,

      ¡Por descontado! No pretendía dar a entender lo contrario, el uso de esa forma verbal es porque todo el post estaba narrado en pasado al narrar un hecho de décadas atrás, pero ahora lo rectifico para evitar malentendidos con mis lectores argentinos. ¡Gracias por el comentario!
      Un saludo.

  2. Adoro el tango (verlo, no bailarlo…, que no tengo ni idea).
    Atesoro de hecho secuencias donde se bailan tangos en películas.
    ¡Cómo me gusta este baile!
    ¡¡¡Y este de Rodolfo Valentino tiene su lugar especial!!!
    Me encanta el contraste del primer baile, nada sensual, incluso algo ridículo. Con el segundo ya con Valentino, todo sensualidad, elegancia y estilo.

    Beso
    Hildy

    • Vaya vaya, desconocía por su afición al tango, Hildy. Y se nota en su análisis de los dos bailes, que ha sabido desgranar las pequeñas diferencias entre los dos bailes. Ahora solo falta que usted se anime también a bailarlo alguna vez, jajaja.

      Un abrazo.

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