Especial centenario Avaricia (Greed, 1924) de Erich von Stroheim (IV): los diferentes montajes

Este artículo forma parte dentro de un especial temático dedicado a Avaricia (Greed, 1924) de Erich von Stroheim con motivo de su centenario. Éstos son los otros posts que pueden leer sobre la película:


El rodaje de Avaricia (1924) fue más o menos bien dentro de los parámetros de Erich von Stroheim. Sí, el coste acabó siendo casi el doble del presupuesto estipulado y uno de los protagonistas se pasó meses en un hospital recuperándose de una insolación por haber filmado una escena en el desierto en pleno verano, pero eso en términos Stroheim entraba dentro de lo esperable. Por lo demás, el coste no fue muy elevado y no hubo imprevistos ni peleas con el equipo. El problema vino con el montaje. Porque Stroheim había filmado 85 horas que debía convertir en un largometraje. Y aquí es donde las cosas se torcieron y nació la leyenda negra de Avaricia, que la convertiría en una de las grandes películas malditas de la historia del cine.

La historia de los diferentes montajes de la película es algo confusa, así que intentaremos tratarlos por separado. Pónganse cómodos, porque este parte del proceso fue larga y en ella se involucraron algunos de los nombres más importantes del Hollywood del momento:

Primer montaje de Stroheim (entre 42 y 45 rollos / unas 9 o 9 horas y media)

Lo cierto es que, aunque Stroheim era un hombre muy seguro de si mismo, a mitad del proceso de montaje empezó a atascarse. Había filmado demasiado material y llegó un punto en que no sabía cómo reducirlo más. Así pues, tuvo la idea organizar una proyección privada de un primer montaje aún en proceso de refinarse. Esta proyección tenía dos finalidades: por un lado mostrar al estudio la calidad del material, es decir, tranquilizarlos para que pudieran ver algo por fin, y por otro lado, empezar a vender la idea de que Avaricia debería ser una película de una duración muy por encima de lo habitual. Stroheim había llegado a un punto en que no se veía capaz de reducir mucho más el metraje, pero sabía que el estudio Goldwyn no aceptaría un filme de una duración tan inverosímil. Mostrándoles lo bien que quedaba y consiguiendo recolectar opiniones positivas de periodistas y colegas de profesión invitados confiaba poder hacer presión para que el estudio cediera de forma excepcional. Esta versión es la que a menudo se ha citado como «el montaje del director», pero no es una apreciación exacta puesto que todavía era un «work in progress» sobre el que Stroheim tenía que seguir trabajando. Lo que sí es cierto es que la copia más cercana a la visión que tenía Stroheim de la película que pudo llegar a verse.

¿Cuánto duraba este montaje? Resulta difícil de precisar porque hay diferentes versiones. Así pues el periodista Harry Carr hablaba de una copia de 45 rollos y 9 horas y media, mientras que otro compañero de profesión, Idwal Jones, habla de una copia de 42 rollos y 9 horas. Ambos mencionan una sesión maratoniana que empezó a las 10 de la mañana y terminó entre las 7 o 9 de la noche. Las versiones sobre a qué hora empezó y terminó la famosa sesión difieren un poco, y han llevado incluso al crítico Jonathan Rosenbaum, que ha estudiado a fondo la película, a conjeturar que en realidad no hubo una proyección sino varias con montajes ligeramente modificados, pero no hay pruebas de ello. En todo caso nos podemos hacer una idea de por dónde iban los tiros.

Pero, ¿cómo era esta versión de la película? Aunque es inevitable romantizar este primer montaje perdido para siempre, lo cierto es que el propio Carr salió de la proyección maravillado. Sus palabras textuales en la revista Motion Picture Magazine fueron:

«He visto la película más maravillosa que jamás nadie podrá ver (…) No sé lo que van a hacer con ella. Es como Les Misérables. Hay episodios que no parecen tener nada que ver con la historia, pero 12 o 14 rollos más tarde vemos la sorprendente conexión. Es la mejor película que jamás he visto, por su realismo crudo y terrible y por el magistral talento de su director. Pero no sé qué va a pasar cuando se reduzca a 8 rollos. Von Stroheim está suplicando a los directivos de la Goldwyn para que le dejen dividirla en dos entregas y proyectarlas en dos noches distintas«.

Solo doce personas vieron ese primer montaje y la opinión mayoritaria fue de que se trataba de una obra maestra. La hija de Louis B. Mayer, Irene, fue una de ellas, y recordaría que esa sesión maratoniana tuvo lugar en un día especialmente caluroso, haciendo que las escenas finales en el Valle de la Muerte (que además sucedían después de 8 agotadoras horas de sucio realismo) fueran aún más asfixianes. Solo un periodista, Welford Beaton, dio una opinión negativa del filme. ¿Qué no daría un servidor por haber asistido a esa proyección histórica? Por desgracia Stroheim y este Doctor por entonces solo nos conocíamos superficialmente y no fui invitado.

Montaje de June Mathis (13 rollos / 2 horas y media)

June Mathis fue una de las mujeres más importantes de Hollywood en los años 20. Aunque principalmente guionista, en la época que nos concierne había escalado puestos hasta ser una de las personas de mayor influencia en la Metro. Parece ser que después de que Stroheim presentara este primer montaje, Mathis se encargó de montar la película por su cuenta mientras el director intentaba reducir el metraje de su versión. Mathis y Stroheim no trabajaron juntos, da la impresión de que ella o el estudio desconfiaban de lo que entregaría el conflictivo cineasta y, para ganar tiempo, se decidió confiar en paralelo el montaje a la más fiable June Mathis. No obstante, justo entonces ésta tuvo que marcharse a Roma para supervisar el rodaje de un Ben-Hur (1925) que, como ya les contamos, fue un absoluto desastre, de forma que se desentendió de Avaricia.

Su montaje creo que nunca ha trascendido ni llegó a exhibirse, pero habría sido interesante teniendo en cuenta que era una guionista de mucho talento y con sensibilidad artística. Como curiosidad, Mathis aparecería acreditada como guionista del filme pero en realidad no escribió ella el guion, sino que fue enteramente obra de Stroheim.

Segundo montaje de Stroheim (entre 22 y 28 rollos / entre 4,5 y 6 horas)

En marzo de 1924 Stroheim entregaría por fin su primer montaje final, que puede considerarse, esta vez sí, como «el montaje del director». Sobre la extensión de este montaje de nuevo hay varias versiones al respecto que basculan entre los 22 y los 28 rollos. Lo importante es que Stroheim dijo que no se veía capaz de recortar más la película, pero el estudio no aceptó un montaje tan largo. Y fue en esa fase del proceso cuando sucedió un hecho fatal para Stroheim, ya que entró en escena Irving Thalberg.

Thalberg es una figura demasiada importante como para resumirla aquí para los que no le conozcan, y más cuando con el tiempo se acabaría de idealizar a causa de su temprana muerte a los 37 años. Estaba considerado una especie de «niño prodigio» entre los productores de Hollywood. Pese a ser un joven veinteañero había conseguido labrarse una exitosa carrera gracias a su inteligencia y perspicacia, que le llevaron a convertirse en uno de los productores ejecutivos más respetados del momento. Era el prototipo del productor capaz de controlar firmemente decenas de producciones a la vez desde la distancia. Se dice que cuando había un problema con un filme era capaz de aportar en cuestión de minutos una solución sensata y sagaz que a nadie más se le había ocurrido. Groucho Marx, poco dado a elogiar la comunidad de Hollywood, dijo que era el único genio de verdad que conoció allá y que perdió el interés por hacer películas cuando éste murió. El escritor Scott Fitzgerald se inspiraría en él para su novela inacabada El Último Magnate.

Todo eso está muy bien, pero a efectos prácticos Thalberg era el archienemigo de Stroheim, y si hay que posicionarse por uno de los dos yo lo tengo claro. Thalberg fue quien echó a Stroheim de la Universal en el rodaje de El Carrusel de la Vida (The Merry-Go-Round, 1923) y sería quien dirigiría el proceso de recorte masivo de Avaricia. Este enfrentamiento en realidad va más allá de una pelea entre dos personas con mucho ego, y supuso un reflejo de los cambios que se estaban produciendo en Hollywood en aquellos años. Cuando Stroheim fue expulsado de la Universal, el hecho se vio en aquella época como algo insólito. Resultaba inaudito que un director tan prestigioso pudiera ser relegado de su cargo así como así, y menos por parte de un productor de menos de 25 años. ¿Se imaginan a un productor echando de su estudio a un cineasta considerado un genio como Griffith o Chaplin por su perfeccionismo? La batalla por Avaricia sería la segunda pelea en que se decidiría el pulso entre un sistema que dejaba libertad creativa a los directores o un sistema en que el poder estaba en manos de los productores. La masacre de Avaricia no era solo un intento de hacer asequible una película larguísima, sino un aviso de que se habían acabado los tiempos en que los directores con ínfulas artísticas podían hacer lo que les diera la gana.

Recordemos que Stroheim había entrado en el estudio Goldwyn en un sistema de equipos de directores independientes con libertad creativa, un ecosistema perfecto para él. Pero desgraciadamente la compañía estaba en una terrible crisis y en abril de 1924 se fusionó con la Metro. Todos los ejecutivos de la Goldwyn fueron reemplazados por considerarse que no habían sabido dirigir la compañía y el poder pasó a estar en manos de Louis B. Mayer. Éste se trajo consigo a su asistente Irving Thalberg, que fue designado jefe de producción. Imaginad la cara de Stroheim al descubrir que su antiguo archienemigo pasaría a ser su nuevo jefe.

En realidad es cierto que no era factible desde un punto de vista económico mantener un sistema de producción tal y como lo concebía Stroheim. Era demasiado indisciplinado y mantenía una arrogante indiferencia por los costes a cambio de ser fiel a su arte. Pero en realidad Stroheim representaba el ejemplo más exagerado, casi caricaturesco, de la figura del director creativo que quería ejercer el control de sus películas. La mayoría de sus compañeros de profesión con inquietudes artísticas no abusaban tanto de sus privilegios para crear grandes películas. Pero eso se había acabado, y es comprensible que Stroheim, el más rebelde de todos, sirviera como ejemplo al resto de que eso se había acabado. Bienvenidos al sistema de producción industrial de Hollywood, donde el director era un subordinado más que tenía que atender órdenes de los productores ejecutivos y del que se esperaba que hiciera sus películas en un tiempo y presupuesto cerrados. Si además eran buenas, pues aún mejor. Pero nada de excentricidades con ínfulas artísticas. No es de extrañar que Thalberg sea tan respetado en Hollywood e incluso que el Oscar honorífico lleve su nombre: fue decisivo en sentar las bases del funcionamiento del sistema de estudios que estaba empezando a adquirir forma en la era muda y que, con el sonoro, ya estaría en marcha a pleno rendimiento. En esas circunstancias el montaje final de Stroheim no tenia ninguna posibilidad de salida.

Cameo de Erich von Stroheim en la película interpretando a un vendedor de globos

Montaje de Rex Ingram y Grant Whytock (entre 15 y 18 rollos / unas 3,5-4 horas)

Aquí Stroheim, consciente de que tenía las de perder, tomó una solución a la desesperada. Literalmente se veía incapaz de recortar más la película. Era su gran obra, era demasiado cercana a él, le faltaba perspectiva. De modo que decidió pedir ayuda a su amigo Rex Ingram. Éste era considerado entonces uno de los más grandes directores de su tiempo, y si ha caído hoy día en el olvido es seguramente por su feroz independencia, que no casaba bien precisamente con ese cambio de paradigma al que aludíamos en los párrafos anteriores. Eso provocó que Ingram, en esos tiempos intempestuosos para los directores creativos, optara por buscarse la vida por su cuenta lejos de los grandes estudios. Ingram y Stroheim eran amigos y se respetaban mutuamente como artistas, de modo que el segundo pensó que, si alguien iba a recortar su obra maestra, que al menos lo hiciera alguien a quien respetaba.

Ingram, que se encontraba en Nueva York, envió el montaje de Stroheim a su montador de confianza, Grant Whytock (el cual por cierto ya había trabajado con Stroheim). Éste recortó el filme a una longitud de entre 15 y 18 rollos, dependiendo de las fuentes. Para ello suprimió planos sueltos de escenas de toda la película con la finalidad de reducir en global su duración sin suprimir escenas enteras. El cambio más significativo que realizó fue eliminar por completo toda la subtrama de Zerkow y Maria porque le parecía de mal gusto, con lo cual este montaje ya supone un cambio muy significativo respecto a la versión de Stroheim.

Desde que Stroheim entregó su versión de entre 22 y 28 rollos había intentado vender la idea de dividir el filme en dos partes. Habló de una proyección con una pausa para comer seguida de la segunda parte, una idea que hoy día nos parece una impracticable a nivel logístico, pero que encaja con la idea que comentamos en la reseña de la película de cómo en esos años muchos pioneros como él estaban probando los límites del cine y de la forma de exhibir películas. En este caso Stroheim entendía Avaricia como un evento especial, como asistir a una ópera que podía durar muchas horas… y si Wagner logró salirse con la suya, ¿por qué no él? Hoy día sabemos que era una idea impracticable, pero nosotros partimos de la ventaja de saber qué camino tomó y, sobre todo, cuál no tomó la exhibición de películas desde entonces hasta hoy día. Pero en aquel entonces no era descabellada la idea de películas-evento entendidas como algo especial, con una duración por encima de lo normal y unas condiciones de exhibición y distribución un tanto sui generis. De hecho algunos de los grandes filmes de Griffith inicialmente se habían estrenado con una idea parecida antes de pasar al circuito de distribución estándar. Stroheim se veía a sí mismo como el cineasta a dar el siguiente paso.

En todo caso, lo que sí era una propuesta factible era dividir la película en dos partes sin necesidad de que se exhibieran seguidas. Es lo que había hecho Fritz Lang con algunas de sus películas en Alemania y es lo que haría años después el propio Stroheim con La Marcha Nupcial (The Wedding March, 1928), cuya segunda parte por desgracia hoy día está perdida. Ingram y Whytlock propusieron pues dividir la película en una primera parte de ocho rollos acabando con la boda de Trina y McTeague y otra de siete. Con esa idea en mente, Ingram le envió su montaje a Stroheim con una nota que decía «Si cortas un metro más de película no volveré a hablarte«. Desafortunadamente, aunque parecía inicialmente que esta versión podría funcionar y no fue mal recibida en la proyección interna que se realizó, al final los ejecutivos del estudio descartaron las dos partes. Debía reducirse a una sola película.

Montaje final de Joseph Farnham (10 rollos / 130 minutos)

La oportunidad de Stroheim pasó. El estudio encomendó un nuevo montaje a Joseph Farnham, guionista, escritor de rótulos y montador, y éste redujo la película a 10 rollos, que sería la versión de unos 130 minutos que se estrenó. El problema es que no solo recortó dramáticamente la historia principal sino que hubo de pensar nuevos rótulos para llenar los vacíos temporales, entre ellos la tristemente célebre frase que McTeague le dice a Trina en una de sus primeras citas: «Vayamos a sentarnos ahí, encima de la alcantarilla«, que solía provocar las risas de la audiencia por lo poco adecuada que es para una cita romántica y que, lógicamente, jamás figuró en el guion o los montajes de Stroheim o Ingram.

Stroheim se quejaría amargamente de la arbitrariedad de reducir su película a 10 rollos cuando en realidad no hacía falta acortarla tanto: había muchos estrenos de la época que duraban más y funcionaban perfectamente en taquilla. Thalberg se defendería diciendo que suprimió todas las subtramas porque dispersaban la atención sobre la trama principal y la forma como Trina sucumbía a la avaricia (en su opinión la subtrama de Zerkow era tan exagerada que eclipsaba la de Trina). También argumentaría que el filme se exhibió en varios cines para anotar los trozos que no funcionaban y es por eso que la película fue recortándose hasta su forma final. Esta versión es lo único que se conserva a día de hoy de material filmado de la película sin contar los fotogramas sueltos del montaje de TCM, del que hablaremos seguidamente.

En todo caso los esfuerzos de la Metro por salvar la película comercialmente fueron en vano. Resultó un fracaso de público y de crítica. El rechazo del público es comprensible, pero el de la crítica resulta llamativo aunque sintomático de lo avanzada a su tiempo que era la cinta. Por ejemplo, Variety dijo de ella que «nada más mórbido y sin sentido desde el punto de vista de una película comercial se ha visto en una pantalla desde hace mucho, mucho tiempo«. Pero yo siento especial debilidad por esta reseña de Harrison’s Reports que dice:

«Si se hiciera un concurso de cuál es la película más sucia, más vil, más podrida de la historia del cine, seguramente Avaricia se llevaría el primer premio (…) He sido crítico durante siete años y distribuidor durante cinco; pues bien, en todo ese tiempo nunca he visto una forma de entretenimiento que muestre ratas muertas, cloacas, suciedad, carne podrida, personajes con dientos espantosos que se meten el dedo en la nariz, que agarran huesos mientras engullen como cerdos o un protagonista que tras asesinar a su mujer aparezca con las manos llenas de sangre. Nunca he visto una película en que todos los personajes son desechos de cloaca y siguen siéndolo hasta el final. En Avaricia, todo esto y mucho más consigue poner el estómago del revés hasta a un basurero«.

¡Vaya, y eso que el crítico no vio el montaje inicial de Stroheim, sino el más light que preparó la Metro! De todos modos estas críticas tan adversas son comprensibles, y Stroheim, como buen seguidor de la literatura naturalista que era, debía saber cómo en su época a Émile Zola le cayeron todo tipo de insultos por parte de los críticos por haber escrito obras tan «degeneradas». El problema es que fueran críticas hacia una versión ya muy alejada de la que él concibió inicialmente.

Obviamente también hubo gente a quien le gustó. Algunos críticos, aunque en minoría, la celebraron como una obra extraordinaria, y otros cineastas cantaron sus alabanzas desde su estreno, como Jean Renoir, que siempre la citó como una de las mejores películas que jamás había visto.

Reedición de TCM (4 horas)

En 1999, Turner Entertainment encargó al restaurador Rick Schmidlin que preparara un nuevo montaje de Avaricia que recreara lo más fielmente posible cómo había sido la versión de Stroheim. No se habían recuperado escenas adicionales de la película, pero a cambio existían multitud de fotogramas sueltos correspondientes a todo el metraje que se había recortado, e incluso buena parte de ellos habían aparecido en un libro en los años 70, The Complete Greed of Erich von Stroheim de Herman G. Weinberg, que incluía 348 fotogramas, muchos de ellos inéditos.

Schmidlin se sirvió del guion original de Stroheim y de 650 fotogramas para recrear todo el metraje desaparecido, especialmente las subtramas suprimidas. Esta nueva versión sería montada por Glenn Morgan y musicada por Robert Israel dando forma al Avaricia de 4 horas que conocemos hoy día. Aunque difícilmente pueda reproducir la experiencia de la película original es lo más cerca que nunca tendremos a la versión de su creador.

Epílogo: redescubriendo Avaricia

Aunque, como hemos dicho, hubo una minoría que realmente aplaudió Avaricia en su momento, fue con el paso del tiempo que el filme acabó adquiriendo el estatus de clásico del que goza hoy día. Muchos atribuyen este reconocimiento a lo que simboliza la película (esa disputa del genio creador contra los jerifaltes de Hollywood) más que al filme en si mismo; y no porque no sea bueno, sino porque consideran que es inverosímil que una obra tan mutilada haya alcanzado ese estatus. Yo no podría estar en más desacuerdo. De hecho creo que la realidad es exactamente la inversa: es una película tan poderosa que ni la salvaje mutilación de la Metro logró acabar con ella. La primera versión que vi yo en su momento fue la de poco más de dos horas y me marcó profundamente pese a que no se intuía nada de las otras subtramas y no era más que un resumen de lo que Stroheim había planteado. Eso que me sucedió a mí le ha ocurrido exactamente igual a multitud de cineastas y cinéfilos durante décadas desde su estreno.

Es cierto que todos los percances de su fase de montaje y el aura de malditismo que rodeó al filme y a Stroheim contribuyeron a incrementar el mito. Durante muchos años se hablaba de posibles copias del montaje de Stroheim que estaban en posesión de algún particular, o de proyecciones privadas en que algunos privilegiados habían conseguido ver un montaje más largo de la película. Pero dichos rumores no tienen fundamento. Es imposible que existan otras copias de más metraje de Avaricia por la sencilla razón de que la única versión que se distribuyó es el montaje de la Metro. Todo el metraje que no se utilizó lo quemó el mismo estudio, algo confirmado por el propio Stroheim.

Eso no impidió no obstante que la fama de la película creciera con el tiempo hasta acabar siendo considerada una de las mayores obras maestras del cine. En las primeras votaciones de renombre de mejores películas de la historia, la de la Feria de Bruselas de 1958 y la primera encuesta de la revista Sight & Sound en 1952, Avaricia aparecía en el Top10 junto a clásicos de la era muda como El Acorazado Potemkin (1925), La Quimera del Oro (1925) o Intolerancia (1916). Lo llamativo es que se hubiera colado en esa lista una película que, a diferencia de las otras escogidas, fuera tan diferente a la concepción inicial de su creador y cuyo montaje final no hubiera sido controlado por él. Sea como sea, es de agradecer que Stroheim llegara a vivir para presenciar aunque fuera de forma tardía, el enorme prestigio que acabó adquiriendo su obra maestra.

Acabemos con una pequeña anécdota. Según comenta Weinberg en su libro de fotogramas de Avaricia, en 1950 Henri Langlois, el director de la prestigiosa Cinemathèque Française, organizó una proyección de la película para Stroheim. Tras visionar la mutilación que había hecho el estudio con su película, el ya anciano cineasta dijo:

«Es como si la persona amada por un hombre hubiera sido arrollada por un camión quedando mutilada hasta quedar irreconocible. Él va a verla al depósito de cadáveres y, claro, aún la ama, pero es solo el recuerdo de ella lo que realmente ama… porque ya no puede reconocerla«.

Con esta frase cerramos este especial con el que este humilde Doctor ha querido rendir homenaje a una de las más grandes películas de la historia del cine de la mano de uno de esos raros genios adelantados a su tiempo. Espero que lo hayan disfrutado.

Bibliografía

Koszarski, Richard. Erich von Stroheim y Hollywood. Madrid: Verdoux, Dl 1993.

Lenning, Arthur. Stroheim. Kentucky: University Press of Kentucky, cop. 2000.

Rosenbaum, Jonathan. «Fables of the Reconstruction: The 4-Hour GREED». Chicago Reader, November 26, 1999.

Vieira, Mark. Irving Thalberg: Boy Wonder to Producer Prince. University of California Press, 2009.

4 comentarios en “Especial centenario Avaricia (Greed, 1924) de Erich von Stroheim (IV): los diferentes montajes

    • Gracias Florenci. Efectivamente, es un triste colofón final, pero es el que hay. Al menos nos ha llegado una versión de la película que permite apreciarla todavía pese a la masacre.

  1. Bueno Doctor, felicidades por su especial!

    Sobre el triste colofón, yo me quedo con la media sonrisa que provoca el truculento símil que propone Von Stroheim, que en vez de decir que pones un huerto y te roban lechugas o algo así, sale con amantes atropelladas por camiones… Me encanta.

    Tengo que reconocerle que, siempre que he pensado en como serían 9 o 10 horas de Avaricia, me asalta cierta sensación de que probablemente fueran excesivas. Seguro que nos perdemos escenas inolvidables, pero si pensamos en la película como un todo, yo creo que a Stroheim no le viene mal que le encorseten un poco.

    Otra cosa que me llama la atención es que fuera un fracaso en taquilla. Desconozco qué distribución o promoción tuvo, pero teniendo en cuenta la naturaleza humana me parece que críticas como la del Harrison’s report deberían conducir a la gente al cine, y no evitarlo. Le pregunto: ¿cree usted que el fracaso se debió al naturalismo del film o más bien a que simplemente no iba con las modas, o a que no se distribuyó bien? Es que me extraña ese fracaso, porque el montaje final, a pesar de las alcantarillas, es intenso e impactante, como usted muy bien comenta. Quiero pensar que aunque la viera poca gente, todos ellos quedaron tocados e impactados, y que fue una especie de vergüenza puritana lo que hizo que no la recomendaran a familiares y allegados.

    Bueno, no me alargo más. Gracias de nuevo por sus textos que, se lo juro con el monóculo en la mano, se me han hecho cortos.

    Un abrazo

    PD: una apostilla: dice usted que Stroheim en 1950 era ya anciano, pero en Sunset Boulevard yo le veo la mar de fresco, no hay más que ver con qué primor conduce el Isotta-Fraschini camino del rodaje demilliano. Guiño guiño.

    • Querido Manuel, le respondo por partes:

      1) Es cierto que especular sobre un montaje que no existe es construir castillos en el aire. Pero es innegable que lo que sabemos por el guion y los fotogramas sueltos es muy suculento.
      Ojo porque el montaje de Stroheim no eran 9 horas, sino 6 a lo sumo, el de 9 no estaba acabado. Que 6 horas sigue siendo muuucho y es posible que no hubiera podido mantener el ritmo o tensión… pero también es posible lo contrario.
      Yo el primer montaje que vi de Esposas frívolas duraba apenas 2 horas y el añadido de media hora no hizo más que engrandecer la película. Y a cada versión de Napoleón que le añaden metraje yo me quedo aún más maravillado.
      Lo ideal habría sido algo como Escenas de un matrimonio de Bergman, un montaje largo para los fanáticos y otro más breve para los seguidores más «casuales» de Stroheim. Pero claro, dile eso en 1924 a Irving Thalberg.

      2) Lo de esa analogía tan truculenta es 100% Stroheim. Sobre el montaje final de Esposas frívolas dijo que era como ver… ¡»los esqueletos de mi hijo muerto»!

      3) La película en su época no gustó ni a espectadores ni a críticos, eso es un hecho. El por qué es difícil de dilucidar pero la explicación más sencilla es que era demasiado truculenta para entonces y sin estrellas en que apoyarse. Sobre la distribución que tuvo, me faltan datos pero no creo que le dieran una distribución muy marginal cuando sabemos que llegó a Europa y tuvo ya admiradores en el viejo continente, y también hay anuncios como el que puse aquí sacados de revistas de la época en que, muy significativamente, usan la imagen de Stroheim aunque éste no saliera en la película.

      4) Ciertamente Stroheim se conserva muy bien en Sunset Blvd pero ya tenía más de 60 años y no le quedaban más que 7 de vida. Por muy bien chófer que fuera me temo que mi adjetivo no es del todo inapropiado. Lo siento, Herr Stroheim, que sé que es de lo más vanidoso…

      Me alegro de que le haya gustado el especial y no se le haya hecho indigesto.

      Un abrazo.

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