Intolerancia (Intolerance, 1916) de D.W. Griffith

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De todas las películas que cumplen 100 años este 2016 hay una que merece nuestra especial atención por ser no solo una de las más importantes producciones de esos años sino de la historia del cine: Intolerancia (1916) de D.W. Griffith. Y como no podía ser menos, el Doctor Caligari no ha podido dejar pasar esta efeméride para dedicar un extenso post a una de las obras clave del cine mudo.

Cuatro películas en una

Inicialmente, la película que tenía que seguir a El Nacimiento de una Nación (1915) iba a ser La Madre y la Ley (1915), un drama social con una emocionante escena de rescate en el último momento en que un hombre inocente estaba a punto de ser ahorcado. No obstante, resultaba un contraste un tanto extraño pasar de una obra tan monumental como El Nacimiento de una Nación a una película tan breve y modesta. En todo caso, Griffith la empezó a filmar entre noviembre y diciembre de 1914. A finales de año tuvo que interrumpir el rodaje para volver a dedicarse a dar los últimos retoques a El Nacimiento de una Nación, así como supervisar su estreno y defenderse de las polémicas que surgirían – en aquellos tiempos el señor Griffith estaba siempre con varios proyectos al mismo tiempo – y la retomó en agosto de 1915 para acabarla al mes siguiente.

Lo más extraño de todo fue que, una vez finalizada, la película no se estrenó sino que Griffith la archivó. ¿No le gustaba? ¿Quería esperar a que pasara la ráfaga de El Nacimiento de una Nación? Fuera como fuera, en septiembre y octubre de 1915 filmó una nueva película: un drama de época sobre la matanza de los hugonotes en el siglo XVI. Aunque no se lo confió a todos sus colaboradores era muy posible que ya tuviera en mente la idea que daría lugar a Intolerancia, puesto que le dio a esta película el título de La Madre y la Ley… ¡otra vez! El mismo procedimiento se repitió: después de acabarla no la estrenó sino que se lanzó a otro nuevo film. En este caso era una recreación de la Pasión de Jesucristo, que rodó entre noviembre y diciembre de 1915. Y su entrada en 1916 fue a lo grande: estuvo de enero a abril de 1916 filmando la película más gigantesca hecha hasta entonces en Hollywood, una ambiciosa producción sobre la caída de Babilonia.

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Lo que al final surgió de todo esto acabó teniendo el título de Intolerancia con el subtítulo «Love’s Struggle Through the Ages», y se convertiría ipso facto en una de las producciones más importantes e influyentes de la historia del cine, lo cual no es una mala marca viniendo de otra película que ostenta el mismo estatus, como es el caso de El Nacimiento de una Nación. Si su obra anterior había sido una película larga y épica, Intolerancia superaría tanto a ésta como a su gran precedente, la italiana Cabiria (1914): sería una obra de tres horas que además – y aquí estaba la gran innovación de Griffith – combinaría en montaje paralelo cuatro historias que sucedían en épocas totalmente distintas. El señor Griffith ya había sido en los años anteriores uno de los grandes pioneros en el uso del montaje, pero lo que hizo en Intolerancia fue llegar aún más lejos de lo que podría asimilar su público. De hecho, uno de los problemas que sufriría la película en su momento es que muchos espectadores de la época no estaban preparados para la complejidad de seguir cuatro tramas totalmente distintas a la vez y al final acababan perdiéndose, sobre todo en el clímax.

El gran mérito de Intolerancia sobre su predecesora no es solo que sea una película notablemente superior, sino que es una de las pocas veces en la historia de Hollywood en que se unen los conceptos de superproducción y vanguardia. En otras palabras, es una de las pocas obras en que se destinó un presupuesto millonario enfocado a convertirse un éxito de taquilla que, al mismo tiempo, empleaba técnicas avanzadas a su época que al público le parecerían en ocasiones casi incomprensibles. Esta curiosa combinación se debe a que en esos años Griffith era un productor independiente con presupuesto de sobras gracias al inmenso éxito de El Nacimiento de una Nación y, al mismo tiempo, un cineasta inquieto con ganas de experimentar. No obstante, como comentaremos más adelante, acabó pagando por tal temeridad.

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La idea de Intolerancia era combinar un montaje a dos niveles: por un lado dentro de las mismas historias estaba el montaje narrativo ya asimilado en la época (incluido el frenético rescate al último momento en que Griffith se había especializado), y por otro había otro tipo de montaje a nivel global que se le podía escapar más a los espectadores de la época al no tener un motivo claro a sus ojos, que era el de hacer una comparativa a lo largo de diferentes épocas de situaciones de intolerancia. Aunque existían algunos precedentes de este tipo de montaje más conceptual que narrativo – The Kleptomaniac (1905) de Edwin S. Porter y, sobre todo, A Corner in Wheat (1909) del propio Griffith – no era algo a lo que estuviera acostumbrado el público.

Veamos pues los detalles que conciernen a las dos principales historias.

La Madre y la Ley

La historia contemporánea de Intolerancia estaba destinada a causar polémica. Se basaba en un terrible incidente sucedido en 1914 en Ludlow (Colorado), cuando la Guardia Nacional reprimió una huelga minera con tanta dureza que mataron a varios trabajadores y a algunas de sus mujeres e incluso niños. Aunque en el film este hecho solo era el punto de partida y Griffith no menciona directamente los nombres de los implicados, para el público de la época resultaba bastante obvia la similitud.

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En todo caso el tema central de la película era cómo dos jóvenes huyen de ese pueblo minero para intentar establecerse en la ciudad como matrimonio. El marido, teniendo que mantener a su esposa y a un bebé, no encuentra trabajo, y como última alternativa se deja seducir por el mundo del crimen. Pero justo cuando decide reformarse, es detenido y encarcelado por la policía. Mientras eso sucede, unas reformistas le quitan a la madre el bebé bajo el argumento de que no puede hacerse cargo de éste.

Justo cuando el joven sale de la cárcel, la desgracia vuelve a cernirse sobre ellos al ser acusado injustamente de asesinato y condenado a muerte. Su mujer, desesperada, pelea por salvarle pero es en vano… hasta que el día de la ejecución dan con la verdadera autora del crimen. Ella y el abogado deben por tanto correr a salvarle de la horca antes de que sea demasiado tarde.

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Otro aspecto altamente polémico de La Madre y la Ley era la visión tan cínica que daba del grupo de mujeres reformistas, que aunque teóricamente actúan por medios altruistas aquí Griffith consiguió convertirlas casi en antagonistas de la película. Al inicio de la película, la huelga se inicia porque el dueño de la mina recorta los salarios para destinar ese dinero a una asociación benéfica en que participa su hermana y, más adelante, dejan a la protagonista sin su propio bebé creyendo erróneamente que ésta es alcohólica. Griffith obviamente no las muestra como personajes con mala voluntad, pero da indudablemente una visión muy negativa de éstas y salta a la vista que odiaba a este tipo de reformistas. Esto le acarrearía nuevas polémicas, pero a esas alturas alguien como él podía permitírselas.

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Por otro lado, algo que resultó muy llamativo de este segmento en la época es el tono tan gris y desesperanzador de la película. Normalmente Griffith era más partidario de un tono de melodrama clásico, combinando escenas lacrimógenas con otras que servían de respiro al espectador con algún toque bondadoso o de humor. No hay prácticamente nada de eso en La Madre y la Ley, para la cual el director visitó algunas cárceles para documentarse sobre cómo recrearlas con exactitud y cómo funcionaba el proceso de ahorcamiento de un preso.

No obstante, la película está llena de detalles que son puro Griffith: la escena en que la madre pierde a su bebé y se ve su mano en el suelo cogiendo y acariciando un patuco tiene ese tono de melodrama típico de su cine, al mismo tiempo que demuestra una gran sensibilidad para transmitir las emociones de ese personaje con un gesto de su mano. Su buen hacer se nota tanto en detalles más sutiles (los planos del dueño de la mina en su despacho, que le hacen parecer una figura lejana y hostil) como en otros más obvios (el vertiginoso montaje del rescate final). En definitiva, por sí sola La Madre y la Ley ya sería un Griffith de primer nivel y de hecho años después la estrenaría de forma independiente con algún metraje que quedó fuera de Intolerancia.

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La Caída de Babilonia

Pero la historia que ha pasado a la posteridad de las cuatro que componen la película es sin duda La Caída de Babilonia, sobre todo por la espectacularidad sin precedentes de su puesta en escena.

Griffith se proponía superar Cabiria (1914) y sin duda se lo tomó en serio. De entrada, los gigantescos decorados que vemos en la película son a tamaño real y para moverlos había que utilizar elefantes entrenados. Eso además generó algunos problemas adicionales para poder filmarlos consiguiendo que entraran en todo el encuadre. Para ello hubo que diseñar una torre sobre raíles con un ascensor, de manera que el cámara pudiera filmar todo desde las alturas mientras se iba acercando poco a poco al escenario. Dicho travelling es uno de los más espectaculares de todo el cine mudo y aún hoy día creo que sigue impresionando no sólo por la magnitud de lo que muestra sino por la forma como fluye el movimiento.

Para conseguir los cientos de extras requeridos para las escenas de la batalla se tuvo que recurrir no solo a todos los extras disponibles en Hollywood sino a todos los hombres en paro que pudieran encontrar (y, no lo olvidemos, a cada uno de ellos se le tuvo que proveer con su vestuario adecuado). Dado que era imposible coordinar a tantas personas, Griffith se rodeó de numerosos ayudantes que tenían bajo su cargo a unos cientos de hombres, de forma que el funcionamiento del rodaje acabó asemejándose casi al de un ejército con varias jerarquías de superiores que controlan a todo el cuerpo de soldados. Uno de esos ayudantes, Monte Blue, incluso utilizaba pistolas de señalización para guiar a los hombres. Otros tuvieron que hacer lo posible para convencer a todos esos extras de llevar a cabo acciones que no parecían muy seguras durante las escenas de la batalla (en aquellos años la seguridad en los rodajes a veces dejaba mucho que desear).

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El segmento de Babilonia era inusitadamente violento para los estándares de la época. Eso podría verse tanto como una forma de conseguir más realismo como un recurso sensacionalista. En todo caso en aquellos años se estaba librando la I Guerra Mundial y el público se enfrentaba a diario a imágenes o descripciones en la prensa de los horrores que estaban teniendo lugar en Europa, de modo que el film no dejaba de estar en consonancia con los tiempos.

Al igual que en La Madre y la Ley, para la historia de Babilonia Griffith se documentó a fondo sobre la época hasta el punto de contratar a una serie de personas cuya única finalidad durante un tiempo fue leerse todo el material publicado que hubiera sobre esa época. Estas ansias de realismo que legitimaban la película pueden verse también en algunos rótulos, que aparte de narrar la acción dan a conocer datos históricos sobre la época, algo que a día de hoy nos da una sensación incluso algo pedante. En todo caso, esas dosis de cultura no escondían la verdadera finalidad de esta obra: ser una de las más grandes producciones de la historia del cine. No es de extrañar que años después Griffith también lanzara este metraje de forma independiente con algunos planos que había filmado a posteriori.

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Estreno

La idea inicial de Griffith respecto a Intolerancia no era poca cosa: su concepto inicial era un espectáculo de ocho horas (!!) que se representaría en dos noches, adelantándose unos años a las locuras que planearía uno de sus ayudantes de dirección, un tal Erich von Stroheim. No obstante, él mismo debió darse cuenta de la inviabilidad de esa idea y acabó dejándolo en un montaje de «solo» tres horas (que para la época era una duración monumental). La consecuencia que tuvo este recorte es que los episodios de los hugonotes y de Jesucristo se vieron drásticamente reducidos a la mínima expresión, quedando casi en anécdotas, especialmente el de Jesucristo (quizá Griffith consideraba que el personaje protagonista de esta última historia no era suficientemente importante para ocupar más escenas de su película).

En total se había gastado en Intolerancia 2,5 millones de dólares de la época, lo cual es una absoluta barbaridad. De ese presupuesto una tercera parte se empleó en las escenas de Babilonia. De hecho solo los decorados de este segmento ya costaron mucho más que todo El Nacimiento de una Nación (en la que se habían empleado poco más de 100.000 dólares).

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El preestreno de la película fue el 14 de agosto de 1916, utilizando un título falso (The Downfall of all Nations) y un pseudónimo para el nombre de Griffith (Dante Giulio, un guiño a los ambiciosos peplums contra los que el director quería competir), de esta manera el público acudiría a ver esa nueva película sin sospechar que era lo nuevo del director americano más importante del momento. Después de hacer unos retoques al montaje su estreno oficial llegó el 5 de septiembre. La película se distribuyó por todo lo alto como un evento especial y no fue hasta 1918 cuando empezó a llegar a salas pequeñas como una película «normal».

Ese estreno inicialmente en «exclusiva» en ciertas salas fue en gran parte lo que hizo que rindiera tan poco en taquilla, pero de nuevo es lo que quería Griffith. En todo caso la película acabó siendo un enorme fracaso económico, no tanto porque no funcionara comercialmente como por lo difícil que resultaba recuperar sus desmesurados costes. Durante el resto de su carrera Griffith tendría que arrastrar las deudas que acarreó con esta obra.

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Más tarde el director viajaría a Reino Unido para vigilar de cerca el estreno de la película en Europa y permanecería ahí para filmar su siguiente obra, de la que nos ocuparemos otro día. En el viejo continente la película no consiguió recuperar tampoco los costes, pero a cambio fue especialmente bien recibida en Rusia, donde los grandes nombres del futuro cine vanguardista soviético (como Eisenstein o Kuleshov) quedaron profundamente impresionados y la estudiaron a fondo antes de iniciar sus carreras. Sin ir más lejos, este anciano Doctor recuerda el enorme impacto que supuso su estreno, y cómo ésta fue la primera película en la que un servidor y sus colegas cinéfilos utilizamos el concepto tan extendido hoy día de film «que necesita varios revisionados para entenderse». Unos años después otras obras la superarían en complejidad y calidad, pero les aseguro que en 1916 Intolerancia daba la sensación de ser lo más grande que se había hecho en cine en todos los sentidos (a nivel de envergadura y de calidad artística).

Por último, como ya se mencionó antes, en 1919 se estrenarían el episodio de La Madre y la Ley y La Caída de Babilonia como películas independientes. Seguramente si hubiera estrenado las cuatro películas de esa forma se habría asegurado mucho mejor su éxito, pero por suerte para nosotros Griffith decidió arriesgarse y llevar al máximo el concepto de cine como gran espectáculo llevando sus teorías sobre el montaje a un nuevo nivel. Posteriormente seguiría haciendo otras grandes obras, pero ninguna igualaría el hito de Intolerancia.

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3 comentarios en “Intolerancia (Intolerance, 1916) de D.W. Griffith

    • Muchas gracias, la película lo merecía. La semana que viene haremos otro artículo relacionado con este film.
      Un saludo.

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