Le Giornate del Cinema Muto de Pordenone 2019 (IV)

Imagen: Valerio Greco

Entramos ya en la recta final del festival y uno no puede evitar soltar el tópico de qué rápido han pasado estos días y lamentarse de que en breve habrá que volver a la rutina del trabajo (en mi caso, ya saben, pasear por pueblos haciendo mi numerito de sonámbulo con Cesare para que luego vaya apuñalando a gente por las noches), pero supongo que tiene que ser así ni que sea para recuperar una cierta normalidad de horarios. Así pues, antes de lamentarnos de que hayan acabado las Giornate, disfrutemos de estos tres días que vienen más que cargados.

10 de octubre – El día de Reginald Denny

Ayer nos comentó el director del festival, Jay Weissberg, que el 9 de octubre era el día oficial de Reginald Denny (desconozco por qué ese día concreto, algún truco publicitario de la Universal). Es una maravillosa casualidad que el día oficial de Reginald Denny coincidiera con el festival de Pordenone que le está dedicando un ciclo… aunque también es mala pata que justo el 9 de octubre no hubiera ninguna película suya en el programa, de modo que Weissberg dijo que en Pordenone celebraríamos su día oficial el 10 de octubre, coincidiendo con la proyección de su película What Happened to Jones (1926) con la presencia de su nieta entre el público.

En fin, ahora así que puedo decir que Reginald me ha convencido por completo: What Happened to Jones es sin duda una muy buena comedia en la que parece que el resultado final es en gran parte fruto de la buena armonía que había entre el actor y el director William A. Seiter, con quien coincidía mucho más sobre cómo tenía que ser el humor de sus películas, es decir, menos tirando hacia el slapstick. De hecho algo que he constatado en este filme es que efectivamente Denny no es un cómico como yo pensaba, sino un actor de comedia, que no es lo mismo. Para entendernos, está más cerca de un Cary Grant que de un Charley Chase (salvando las distancias, pero por citar otros dos artistas bastante similares a los personajes que suele encarnar). Eso por descontado no tiene nada de malo, porque la cinta es divertidísima igualmente: la noche antes de su boda Tom Jones es convencido por sus amigos para unirse a una timba de póker, pero la policía irrumpe y él y uno de sus colegas escapan por la ventana hasta una clínica de adelgazamiento de mujeres. A partir de aquí, Jones tendrá que ingeniárselas para evitar acabar entre rejas el día de su boda disfrazándose de mujer y de obispo. No diría que es una obra maestra de la comedia pero sí que gustará seguro a los fans del género.


Imagen: Kimberly Pucci Collection

Antes del filme de Denny vimos un curioso corto publicitario destinado a promocionar la Universal. Bajo un pequeño argumento de ficción sobre un nuevo publicista que llega a los estudios y a quien le enseñan todo lo que se está haciendo allá, la película aprovecha para hacer desfilar ante la cámara todas sus estrellas (incluyendo el bueno de Denny) y hacernos saber todas las películas que están en producción. Me parece muy curioso ver cuántos nombres de estrellas han quedado a día de hoy virtualmente olvidados y resulta además muy gracioso lo descaradamente pelotillero que es el corto, definiendo Universal como el estudio más grande y con más estrellas de la Tierra. El mejor momento no obstante es cuando el protagonista ve una foto de Carl Laemmle (el jefe del estudio) y dice: «Con esa sonrisa no me extraña que tenga tantos amigos«. ¡Venga ya!

Hablando de cortos, hoy tuvimos la mejor sesión de cortos de Weimar, si bien empezó de forma un tanto extraña con uno sobre cómo cuidar y alimentar ratas (¿?) que no sé muy bien a cuento de qué venía más allá de confirmar la absoluta heterogeneidad en la programación del festival. Pero el resto fue una selección magnífica de temática social con nombres destacados como Slatan Dudow – del cual quizá conozcan su Kuhle Wampe (1932) -, Phil Jutzi – director de El Viaje a la Felicidad de Madre Krause (1929), uno de mis dramas favoritos de la República de Weimar – o Werner Hochbaum – ¿recuerdan Hermanos (1929)? Como ven, todos directores de tendencias de izquierdas de finales de los 20. Para mi gusto destacó el documental Zwei Welten (1930) de Hochbaum, que contrastaba el modo de vida de una familia rica con el de varias personas adineradas, y sobre todo Polizeibericht Überfall (1929) de Ernö Metzer, un cineasta que reconozco que desconocía y leo que sobre todo trabajó como diseñador de producción. Su corto se erigió sin problema como el mejor de la sesión (e incluso del programa de cortos de Weimar en general): una historia contada casi sin rótulos sobre las desventuras que le suceden a un pobre diablo a partir de una moneda que se encuentra en el suelo. Destaca el portentoso trabajo de ambientación (la forma como recrea los bajos fondos es de una autenticidad de documental) y el buen trabajo de Metzer tras la cámara, que se permite también una pequeña escena alucinatoria cuando el protagonista queda inconsciente.

Hoy Dinamarca y Alemania se han adueñado del ciclo de slapstick europeo ofreciéndonos algunos ejemplos de cómicos de sus países. En el caso de Dinamarca han sido el dúo cómico Pat & Patachon, cuya popularidad fue enorme no solo en su tierra natal sino también en otros países como Alemania, Holanda, Bélgica y Francia (de hecho llegaron a filmar películas en Reino Unido y sobrevivieron a la prueba del sonido manteniendo su popularidad en Alemania y Austria). Como aperitivo vimos algunos fragmentos de noticiarios que atestiguan la inmensa popularidad del dúo y un corto realizado por su director habitual, Lau Lauritzen, con otros actores: My Sister-in-law from America (Min Svigerinde fra Amerika, 1917), en que una mujer pilla in fraganti a su marido con su amante y para salir del paso le dice que es la mujer de su hermano, que viene de visita de Estados Unidos. Para complicar las cosas, su hermano y su cuñada reales están a punto de llegar a casa (un dato demencial: el hermano va vestido como el Tío Sam, supongo que porque se siente muy americano).

Pasando ya a Pat & Patachon, vimos el largometraje The Film Heroes (Filmens Helte, 1928) en que interpretan a dos actores de pacotilla que acaban trabajando de protagonistas en la nueva película de un estudio. Reconozco que no era lo que esperaba: por los trailers que vi esperaba algo mucho más loco y caótico, lo que me encontré es un filme bastante cuidado (en que los secundarios no son meros comparsas del dúo cómico sino que tienen vida propia y no buscan las risas fáciles) y de un ritmo más bien pausado. Por el trailer que vimos antes de otra de sus cintas, esperaba persecuciones, caídas y trompazos como en el slapstick más alocado, pero no es para nada el caso. De todos modos, aunque a día de hoy a mí no se me antojan tan divertidos como se les consideraba en su época, su humor inofensivo es agradable de ver, son realmente buenos intérpretes (si bien no me parece que cada uno tenga un rol marcado como Laurel y Hardy) y nos quedamos con algunos gags bastante resultones (por ejemplo cuando han de recrear la escena en que mueren y uno de ellos limpia el suelo antes de dejarse caer del todo).

Imagen: Det Danske Filminstitut, Copenhagen

En cambio el exponente que se nos mostró de Alemania resultó bastante decepcionante. Karl Valentin es un artista respetado y muy conocido por mérito propio cuya carrera abarca el teatro, la música y el cine, pero lo poco que vimos de su etapa fílmica, un corto y un largometraje, no resultó muy prometedor. Curiosamente me gustó bastante más el corto, Der Neue Schreibtisch (1914), que se basaba en una premisa muy sencilla (Valentin ha recibido una mesa demasiado alta y decide cortarle las patas, pero luego es demasiado baja y decide cortar las patas a su silla) filmada además casi por completo en un plano único. Es puro cine primitivo, casi más una filmación de un número de music-hall que una película, pero creo que funcionaba bien dentro de lo que era.

Valentin abandonaría esa primera etapa de cortometrajes cómicos a principios de los 20 y justo al final de la era muda haría un nuevo intento con el largometraje Der Sonderling (1929). El problema de la película no es solo que no resulta demasiado graciosa, sino que durante casi todo su metraje (hora y media que se hace bastante pesada) no sucede nada. Es un filme que discurre apaciblemente sin sobresaltos, sin conflicto… y sin risas. Valentin encarnando a un torpe sastre no está especialmente gracioso, tiene más bien una apariencia que invita a la compasión, y solo nos hizo reír de verdad al final de todo en sus intentos de suicidio. La conclusión que saqué es que el cine no era el medio adecuado para este artista.


Imagen: © Filmmuseum München

La proyección clave del día era sin ningún lugar a dudas Chushingura (1910-17) de Makino Shozo, que es la versión más antigua que se conserva del célebre relato de los 47 ronin, que tantas veces se ha llevado al cine (quizá la versión más conocida sea la de 4 horas que hizo Mizoguchi en 1941). De entrada para mí ésta era una de las películas más interesantes del festival no solo por su valor histórico, sino porque en general es muy difícil encontrar cine japonés primitivo. Poder disfrutar de una película de esa época en la gran pantalla era todo un lujo, y más aún cuando el acompañamiento era de primer nivel: el benshi Ichiro Kataoka (¿que no saben qué es un benshi? Póngale remedio en un momento) y los músicos Ayumi Kamiya, Yasumi Miyazawa y Masayoshi Tanaka, que entre todos consiguieron meternos por completo en la historia. Cabe decir que ver películas largas de cine primitivo (ésta duraba hora y media) puede hacerse agotador, pero todos ellos consiguieron que el visionado de Chushingura no se me hiciera nada pesado y que estuviéramos todos cautivados con la historia.

Definitivamente hay muchas cosas que quiero comentar de este filme y que requieren de contextualización como para despacharlo en dos párrafos, así que me lo reservo para comentarlo con más calma a mi regreso de Pordenone. Lo que sí merece la pena resaltar es que en la era muda se hicieron muchas nuevas versiones de este relato reaprovechando a menudo escenas de versiones anteriores, por ello la fecha que tiene esta copia abarca del 1910 al 1917. La mayor parte del material que se aprovechó es de la de 1910, pero seguramente incluya también algunos planos de otras posteriores que llegan hasta 1917. Teniendo en cuenta el absoluto caos en que se encuentra el legado silente japonés, bastante privilegiados somos como para que este copia haya sobrevivido.

Imagen: National Film Archive of Japan, Tokyo 

Empiezo a temerme que la sobredosis de westerns de William S. Hart me pueda afectar y que vuelva de Pordenone convertido en un rudo vaquero. Pero a riesgo de que eso suceda, sigo fiel a las proyecciones diarias de sus películas, si bien las dos de hoy no ofrecieron muchas sorpresas: A Knight of the Trails (1915), en que la prometida de Hart descubre que éste es un delincuente y rompe el compromiso por mucho que el vaquero le prometa que «pensaba cambiar», y The Silent Man (1917), bastante más larga y cuidada (de nuevo se nota la mano de Ince detrás de la producción) con un argumento lleno de enredos sobre una mina de oro que le roban a Hart y una chica casada de forma engañosa con el dueño de un burdel. Bastante bien pero ninguna de las dos me aportó nada nuevo.

Tenemos también entre manos un serial que veremos en tres partes: The Great Gamble (1919) de Joseph A. Golden, protagonizado para mayor gloria del actor especialista en seriales Charles Hutchinson, que aquí se lleva toda la atención realizando auténticas proezas físicas sin servirse de ningún extra (escalar edificios, saltar de grandes alturas, colgarse de cables eléctricos… todo lo que se les ocurra) ni, según la publicidad de la época, dispositivos de seguridad, que son para cobardes. Aparte de eso, el argumento de la cinta es, como la mayoría de seriales de la época, un sinsentido caótico – es curioso pero estos seriales que se rodaban para disfrute del gran público a mí me cuestan más de seguir con sus tramas rocambolescas y sus guiones chapuceramente resueltos que un filme de David Lynch – en que tenemos a una banda de criminales, dos gemelas que no se conocen (y sí, lo han adivinado, una es buena y otra mala) y un protagonista injustamente acusado de asesinato. Lo mejor es dejarse llevar y disfrutar de sus escenas de acción. Ya les contaré qué tal las otras dos entregas.


Imagen: Museum of Modern Art, New York

  • Joya a descubrir: Polizeibericht Überfall (1929) de Ernö Metzer.
  • Rótulo del día: el poco compasivo mensaje que le deja el villano de A Knight of the Trails (1915) a su prometida el día de su boda después de fugarse con sus ahorros: «Siento dejarte esperando en la iglesia, pero los negocios van antes que el placer y necesito el dinero«. Casi habría sido mejor dejarla tirada sin avisar.
  • Curiosidad del día: la copia que vimos del serial The Great Gamble (1919) era una versión rusa en que se cambiaron los rótulos para que sus protagonistas no fueran hombres de negocios (¡algo intolerable desde el punto de vista socialista) sino escritores, y los malos unos tipos que quieren robarles el copyright de sus obras (¿?).

Imagen: Steve Massa Collection

11 de octubre – El día de las hermanas gemelas

Uno de los pasatiempos favoritos de los surrealistas era entrar en un cine con una película ya empezada para verla sin contexto ni entender el argumento. Una vez llevaban un rato y conseguían seguir el hilo de la trama, se aburrían y se iban a otro cine donde repetían el mismo proceso. Algo parecido he tenido que hacer yo con el serial The Great Gamble (1919) aunque por motivos ajenos a mí. Ayer fue el día más caótico que he vivido en todos los años que llevo yendo a las Giornate por una serie de imprevistos técnicos y otros ajenos a la organización, que provocaron que todo se retrasara y no quedaran prácticamente huecos libres entre películas. A causa de eso, tuve que dejar la primera parte de The Great Gamble a falta de media hora, y hoy no he podido llegar a la proyección de la segunda a tiempo y me perdí los primeros 15 minutos. De todos modos, siendo un serial y por tanto teniendo tantos giros de guion caóticos, pensé que pese a estos 45 minutos que me perdí podría seguirlo igual.

Ayer dejé a los dos protagonistas huyendo de una guarida donde los malos les habían encerrado y hoy al llegar me encontré a nuestro héroe saliendo de un río y a un hombre haciendo chantaje a la chica (aunque no sabía si a la gemela buena o a la mala). Poco importa, a los 10 minutos ya cogí el ritmo. Siguiendo con los surrealistas, no me extraña que les gustaran tanto estas películas, puesto que están repletas de sin sentidos y son en sí misma un desafío a la lógica. En serio, ¿cuántas veces más van a secuestrar a la protagonista (yo cuento ya mínimo unas cuatro y aún falta la tercera parte del serial) y cuántas veces más van a intentar acabar con nuestro héroe sin lograrlo? Mañana, el desenlace.

Imagen: Museum of Modern Art, New York

Hoy es el día de las hermanas gemelas, porque aparte de las dos que aparecen en el serial (bueno, aún no se nos ha confirmado que lo son, pero es obvio) tuvimos una sesión de cortos de cine primitivo centrada en esa temática, como la comedia Mixed Identities (1913), protagonizada por las hermanas Nash, que parece ser que se especializaban en este tipo de historias (en este caso son dos hermanas que son contratadas como estenógrafas por dos amigos que tienen negocios diferentes y cuando una noche se las llevan a cenar coinciden en el mismo restaurante, provocando varias confusiones) o The Twins (1911), en que la futura directora Lois Weber interpreta a dos gemelas separadas al nacer, una de las cuales va a una familia rica y otra a una pobre. Mi favorito fue la comedia Hello Sailor (1927) sobre dos marineros que se piensan que están citados con una misma mujer pero en realidad son dos gemelas. Lo protagoniza Lupino Lane, de quien no hablé muy bien en los cortos suyos que vi días atrás dentro del ciclo de slapstick europeo, y aquí puedo confirmar felizmente lo que sospechaba: que es mejor cómico de lo que pensaba y que sencillamente aquellos dos cortos no le hacían demasiada justicia. No diré que es un intérprete excepcional pero sí que en Hello Sailor se intuye mucho más saber hacer en la forma de realizar los gags físicos y hay detalles muy buenos, como cuando en medio de una trifulca en la casa de las gemelas él y su amigo paran un momento para apartar con delicadeza un mueble con cerámica y así poder seguir dándose porrazos tranquilamente sin miedo a romper nada.

También tuvimos una sesión dedicada a cortos documentales sobre el mundo del cine explicado desde la perspectiva de la época, en este caso provenientes de Reino Unido. Los primeros ejemplos que vimos evidencian uno de los temas de debate más recurrentes entre historiadores de los orígenes del cine, y es la eterna discusión sobre quién es «el padre» del cine, que al final ha acabado convirtiéndose en un debate entre nacionalidades: cada país tiene su propio pionero que aseguran que inventó el cine, y como a finales del siglo XIX hubo muchos inventores encaminados a grabar y plasmar imágenes en movimiento, la cuestión no tiene una solución clara. Así pues, si en la sesión que vi hace días de documentales franceses uno tenía la impresión de que todos los avances en ese campo provinieron de Francia, los de hoy insistían en otorgar ese título de padre del cine al británico William Friese-Greene. Yo personalmente me mantengo fuera del debate pero lo encuentro curioso. De todos modos el mejor corto de esta sesión fue Cut It Out: a Day in the Life of a Censor (1925) de Adrian Brunel, que satiriza sobre esa figura mostrándonos el rodaje de una película en que el censor de turno va irrumpiendo cada vez que no se cumple un código moral (por ejemplo en una escena de besos aparece con un cronómetro… y no se crean que es broma, realmente había un número de segundos máximo para los besos en la pantalla). El desenlace, en que un tren atropella al censor, seguramente refleja lo que muchos directores desearían hacer con estos guardianes de la moral.

Imagen: EYE Filmmuseum, Amsterdam

Sobre los tres largometrajes que vi ese día, tengo opiniones bastante diferentes, vayamos de menos a más. No me entusiasmó Sally, Irene and Mary (1925) de Edmund Goulding, típica historia de mujeres ambientada en el mundo del espectáculo sobre tres jovencitas interpretadas respectivamente por Constance Bennett, Joan Crawford y Sally O’Neil. Curiosamente, la que ha acabado siendo la más famosa de las tres, Crawford, interpreta al personaje más olvidado de la trama, hasta el punto de cuando alguien pregunta por ella a mitad del filme algunos del público nos reímos porque parecía evidenciar que el guionista la estaba marginando. El conflicto está más bien entre Sally (la veterana con un amante adinerado) y Mary (la protagonista de la película, una chica descarada pero inocente que acaba de entrar en ese mundillo), que se enfrentan cuando el amante de la primera empieza a interesarse por Mary. Una agradable mezcla de comedia con toques de melodrama que se ve con agrado pero no me dejó ningún poso. Un ejemplo de exitoso producto hollywoodiense bien hecho pero sin nada especial pese a la esforzada actuación de las tres protagonistas.

Por otro lado, The Return of Draw Egan (1916) estaría en la parte alta de mi ranking de westerns vistos de William S. Hart este año. De nuevo vuelve a jugar la baza de malo-bueno interpretando a un criminal que, escondiéndose en un pueblo donde no conocen quién es, se le ofrece el puesto de sheriff. Inicialmente se niega pero como siempre aparece una chica que le hace cambiar de opinión y se asienta en el pueblo… hasta que un antiguo miembro de su banda aparece por ahí y le chantajea. Más que notable con un magnífico enfrentamiento final.

Imagen: Academy of Motion Picture Arts and Sciences – Margaret Herrick Library, Los Angeles

No obstante hoy fue uno de esos días en que no creo que hubiera ninguna duda de cuál fue la mejor película del día (y de hecho una de las mejores del festival): Gardiens de Phare (1929) de Jean Grémillon. La esperaba con muchísimas ganas no solo por su fama sino porque la única copia que había podido conseguir se veía tan mal que ni me planteé verla, y ahora era la ocasión de poder disfrutarla en condiciones. La historia transcurre casi en su totalidad en un faro donde trabajan un hombre y su hijo, que ha sido mordido por un perro rabioso y empieza a encontrarse cada vez peor en un entorno en que están aislados del mundo.

Es una de esas maravillosas películas prototípicas de finales de la era muda que demuestra hasta qué perfección se llevó el lenguaje visual antes de la llegada del sonoro. El filme consigue tener tanto cualidades documentales (la escena inicial en que viajan al faro, o las escenas de la madre y la prometida de los protagonistas esperándoles en el pueblo pesquero) como otras propias del cine más vanguardista (la forma como mezcla libremente la realidad con sueños o fantasías, sirviéndose además del ambiente tan cerrado y enrarecido del faro), al mismo tiempo que está soberbiamente filmada sin apenas usar rótulos. Magistral, de esas obras para ver dejándose llevar por las sensaciones. ¿A qué esperan para restaurarla y editarla en DVD?

  • Joya a descubrir: Gardiens de Phare (1929) de Jean Grémillon.
  • Rótulo del día: todos los rótulos que componían el corto humorístico What’s Wrong with the Cinema? (1925) de Adrian Brunel… ¡que en realidad es un filme compuesto sólo de rótulos!
  • Pasatiempo alternativo de esta edición del festival: intentar reconocer a Fritz el caballo en las películas de William S. Hart en que aparece (a modo de curiosidad, cuando el actor tuvo una fuerte discusión con su productor Thomas H. Ince, Hart se negó a seguir utilizando a su adorado compañero equino en los filmes que le produjera Ince como venganza)

Imagen: National Film Archive of Japan, Tokyo

12 de octubre – Cuando constato que no me gustan los finales

Como prueba palpable de que el festival estaba acabándose, llegamos al final el serial The Great Gamble (1919) con más dosis de persecuciones, arriesgadas escenas físicas realizadas por su protagonista y giros de guion descabellados. No obstante debo decir que el último tramo de la historia me resultó un tanto decepcionante: yo esperaba un desenlace desbocado con escenas de riesgo aún más atrevidas y persecuciones frenéticas, pero no tuve nada de eso. Al contrario, durante los últimos 20 minutos de película nuestro protagonista ha acabado en prisión y por tanto todo se sucede sin que él participe. De manera que el único as en la manga que se guardaba el director para el final era desvelarnos que esas dos muchachas de apariencia idéntica eran después de todo hermanas gemelas separadas en su infancia, algo que creo que cualquier espectador ya habría deducido a los 10 minutos del serial, de modo que el cierre de tantas aventuras resultó un poco anticlimático.

Por otro lado, para animarmos un poco el último día de festival contamos con Colleen Moore, una de las mejores actrices de comedia de la era muda y que normalmente es un valor asegurado de que, al margen de la calidad de la película, nos hará pasar un rato muy divertido. No decepcionó, Ella Cinders (1926) es una variación del cuento de la Cenicienta en que Colleen encarna a la pobre hijastra que gana un concurso que le permite debutar en Hollywood como la actriz. Como era de esperar, Moore está sensacional (hay una escena en que practica cómo bizquear con los ojos que es hilarante) y además tenemos el aliciente extra de verla compartir una escena con el cómico Harry Langdon, que hace un cameo interpretándose a sí mismo. El único inconveniente es, otra vez, el final, en que su chico (que acaba siendo un príncipe azul, es decir, un millonario), le obliga a que deje el mundo del cine para ser una respetable madre en su inmensa mansión. Aunque se nos presenta como un final feliz hoy día nos parece inevitablemente un tanto carca, pero eso no quita el buen sabor de boca que nos dejó esta ligera comedia.


Imagen: Hershenson/Allen Archive, West Plains, MO

El ciclo slapstick europeo se cerró con el debut en el cine del célebre payaso suizo Brock, que tiene el significativo título de Son Premier Film (1926) y estaba dirigido por Jean Kemm. Debo decir que aunque formalmente la película está bien hecha y se nota que es un producto de calidad, no conseguí entrar nada en ella ni simpatizar con Brock ni con su mirada inocentona o sus muletillas típicas. El débil argumento (que nos muestra el salto de sus inicios humildes hasta el estrellato) no es más que una excusa para que disfrutemos de la presencia del clown protagonista, y al final todo acaba siendo demasiado amable y bienintencionado como para tener algo a que agarrarnos aparte del propio Brock. Realmente es difícil hacer una película en que todos los personajes estén encantados con el protagonista, casi siempre acaba resultando empalagosa y convirtiéndose en un vehículo para una estrella que se presenta a sí misma de forma tan encantadora que no concibe que su personaje pueda tener antagonistas reales. Sé que no deja de ser algo subjetivo sujeto a que uno simpatice o no con el protagonista, pero dudo que convenza a nadie que no fuera ya anteriormente fan del payaso.

A cambio, el ciclo dedicado a William S. Hart sí que se cerró con nota con un corto, Keno Bates, Liar (1915), y su posterior remake de una hora de duración, Blue Hazes Rawden (1918). Fue una decisión brillante por parte del festival programarlos juntos para que viéramos como, a partir de un mismo argumento, Hart convirtió un buen corto en uno de sus mejores largometrajes expandiendo y profundizando la misma idea: Hart mata a un hombre y descubre que en breve pensaba recibir la visita de unos familiares suyos que dependían totalmente de él (una hermana en el corto, su madre y un hermano en el largometraje). Sintiéndose culpable por haberles dejado en una situación difícil, Hart los acoge de forma protectora y les oculta que es el asesino de su hermano/hijo. Blue Hazes Rawden es sin duda mi película favorita del ciclo Hart, que además parte con la ventaja de ciertas variantes que se agradecen tras tantos filmes similares (se sitúa en una zona montañosa de Canadá, el personaje de Hart es un rudo leñador aficionado a la pelea, no hay subtrama amorosa…). Da la sensación de ser una obra mucho más madura, donde Hart explora la crisis emocional por la que pasa su personaje sin necesidad de apoyarse en un romance como había hecho en Keno Bates, Liar, de modo que aquí el único motor es el puro sentimiento de culpabilidad. En cierto modo, Hart nunca ha sido tan heroico ni tan noble como en esta película.


Imagen: Direction du patrimoine cinématographique du CNC

Otro ciclo que se cerró a muy buen nivel es el de Reginald Denny con Skinner’s Dress Suit (1926), otra divertida comedia en que el bueno de Denny está casado con una esposa que no solo le presiona para que consiga un aumento de sueldo en la oficina, sino que un día pasa a dar por hecho que lo ha logrado y nuestro protagonista se siente demasiado culpable para confiarle la verdad. La película nos confirma una vez más las dotes de Denny como actor de comedia (¡y como bailarín!) y nos hace preguntarnos cómo habría sido su carrera de haber traspasado airosamente la barrera del sonoro (su marcado acento inglés pilló desprevenido al público, que se lo imaginaba como un americano común, y pasó a dedicarse a papeles secundarios). Un ejemplo: hay una escena hilarante en que el protagonista, Skinner, se encuentra en la entrada de una fiesta exclusiva a la que ha sido invitado y un pez gordo, que solucionaría todos sus problemas económicos, intenta congraciarse con él para entrar. Skinner, que no sabe quién es, le ignora, pero después cuando descubre su identidad se giran los turnos y pasa a ser él quien intenta en vano llamar su atención. Por descontado, el guionista da por hecho que intuiremos que al final Skinner se saldrá con la suya, pero la gracia de una buena comedia son los enredos que se encuentra por el camino el protagonista para pasar de A hasta B (y si además por el camino puede dejar entrever una pequeña crítica mordaz a lo superficiales que son las convenciones sociales, mejor que mejor; después de todo al final del filme Skinner no triunfa por ser un buen trabajador – al contrario, no parece serlo – sino por ser buen bailarín, tener un traje elegante y una mujer guapa).

En todo caso, es en escenas como ésta donde creo que podemos percibir realmente la validez de Reginald Denny como actor de comedia: en las miradas y los pequeños gestos que resultan tan divertidos. Lo que distingue a un verdadero buen actor cómico es su capacidad para desenvolverse también en lo pequeño y sutil, y creo que Denny lo consigue con creces. No creo que tenga ninguna obra maestra oculta por descubrir, pero me gusta que sus películas sean tan modestas y bien hechas. Si hasta hace poco Reginald Denny para mí no era más que un rostro que asociaba a ciertos papeles secundarios (por ejemplo, en Rebecca (1940) de Hitchcock), me alegra haber descubierto este año su exitosa y olvidada carrera como actor protagonista gracias a la cual durante una época fue el segundo actor británico mejor pagado de Hollywood… después de Chaplin.


Imagen: Kimberly Pucci Collection

Todo lo bueno se acaba y llegados a este punto el festival nos ofreció como broche final nada más y nada menos que El Enemigo de las Rubias (1927) de Hitchcock con una nueva partitura escrita por Neil Brand interpretada por la orquesta de San Marco. Es de esas películas que he visto ya muchas veces pero que me moría de ganas de revisionar en la pantalla grande y en una versión restaurada. No quiero enrollarme mucho, sobre todo cuando mi colega el Doctor Mabuse ya la reseñó en su momento, pero aunque pueda parecer que hay cierta predisposición a su favor por estar dirigida por un cineasta tan célebre como Hitchcock, realmente creo que es una obra extraordinaria.

Fíjense sino en ese impactante inicio en que se pospone durante varios minutos la presentación de los protagonistas para meternos en el ambiente y darnos a entrever ciertas ideas (esa obsesión con el pelo rubio), o en esos trucos técnicos tan llamativos como el famoso techo de cristal, que no están nada mal para ser solo la tercera obra de su creador. Por otro lado, es interesante encontrar ya en su primer thriller indicios del que sería su característico estilo como director, como la forma tan sensual de filmar las escenas de amor en el que es el primer beso puramente hitchcockiano de su carrera, o el uso del concepto del MacGuffin antes de haberlo inventado – de hecho El Vengador es a su vez el primer MacGuffin de su carrera: nunca llegamos a ver al asesino porque lo que le importa a Hitchcock es la desconfianza y paranoia de esa típica familia inglesa hacia su inquilino más que la captura del psicópata. Desde luego, hay muchas formas memorables de cerrar un festival como el de Pordenone, pero una proyección de la primera gran obra del mejor director de la historia (al menos en mi humilde opinión) para mí era un valor seguro.

  • Joya a descubrir: Blue Blazes Rawden (1918) de William S. Hart
  • Rótulo del día: «La habilidad de bizquear ha aportado grandes fortunas a muchos actores«, o eso afirma un libro de consejos para convertirse en una estrella de cine en Ella Cinders (1926).
  • Segundo rótulo del día: «No habíamos reído tanto desde el funeral de mi suegra» – Son Premier Film (1926) de Jean Kemm.
  • Momento a destacar: los bailes que se ha marcado el bueno de Reginald en Skinner’s Dress Suit (1926), que una vez más nos demuestran que la juventud actual ya no sabe divertirse con tanta clase como antes.
                                          Imagen: Park Circus/ITV Studios

Epílogo

Este año curiosamente no ha habido ningún ciclo en concreto que me encantara y mis películas favoritas han venido más bien de varias secciones diferentes repartidas. Si tuviera que elegir alguna creo que me decantaría por Nasty Women y por Reginald Denny, en gran parte por el placer que da volver a casa con un descubrimiento nuevo.

  • Mis descubrimientos predilectos:
    • Struggling (Fen Dou, 1932) de Dongshan Shi
    • Gardiens de Phare (1929) de Jean Grémillon
    • Polizeibericht Überfall (1929) de Ernö Metzer
    • Chushingura (1910-17) de Makino Shozo
    • Beverly of Graustark (1927) de Sidney Franklin
    • What Happened to Jones (1926) de William A. Seiter
    • Blue Blazes Rawden (1918) de William S. Hart
  • Películas que menos me han gustado: Son Premier Film (1926) de Jean Kemm y Der Sonderling (1929) de Walter Jerven.
  • Mayor decepción: los dos largometrajes del ciclo Mario Bonnard (había un tercero que no pudo proyectarse porque la copia quedó retenida en la aduana rusa).
  • Mis acompañamientos musicales favoritos: curiosamente coinciden con tres mis descubrimientos favoritos de este año:
    • Maud Nelissen en Struggling (Fen Dou, 1932).
    • Ayumi Kamiya, Yasumi Miyazawa y Masayoshi Tanaka en Chushingura (1910-17).
    • Günther Buchwald en Gardiens de Phare (1929).

Para la próxima edición el director del festival me ha adelantado que tienen preparado algo bastante curioso relacionado con el universo de El Prisionero de Zenda. Pero para eso aún falta un año…


William S. Hart les manda cordiales saludos esperando que hayan disfrutado de estos posts
Imagen: Academy of Motion Picture Arts and Sciences – Margaret Herrick Library, Los Angeles

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5 comentarios en “Le Giornate del Cinema Muto de Pordenone 2019 (IV)

  1. Aún un poco aturdido por la desmesura del festival, un evento destinado a mostrar los éxitos de toda esa pequeña galaxia de archiveros que desarrollan su tarea en cinematecas y organismos relacionados en un gran número de países. Durante la ceremonia de entrega del premio Jean Mitry, la galardonada Margaret Parsons hizo referencia a las personas que como yo formamos parte de lo que se denomina ‘público general’, es decir, personas que acudimos al festival para disfrutar del cine y que hacemos un esfuerzo por apreciar y entender el difícil arte de la restauración o reconstitución de estos documentos convertidos en producto de entretenimiento gracias a sus creadores, a sus resucitadores y a la magia de la música en directo. Mi momento favorito fue What Hapenned to Jones, porque admito lo mucho que me divierte ver a dos hombres vestirse de mujer para escapar de una situación comprometida, aunque no pongo por debajo de la anterior, ni Oh Doctor, ni Skinner’s dress suit, de manera que ya me considero admirador de Reginald Denny, aunque mi película favorita es la soviética Oblomok Imperi, un film influenciado por diversas vanguardias y lleno de imágenes y ‘procesos’ surrealistas de extrema nitidez y en el que el troquelado psicológico de los personajes explica no solo su conducta sino la de la clase social que se niega a desaparecer y pervive en las relaciones personales y las ambiciones profesionales.Y en cuanto al patio de butacas y todo el calamareo que se tejía entre timbrazo y timbrazo me lo guardo para mí, aunque aprovecho para pedir un servicio sanitario permanente para las próximas ediciones, dada la alta probabilidad de que los incidentes relacionados con repentinas indisposiciones se multipliquen en un futuro

  2. Coincidimos respecto a Reginald Denny (de hecho creo que fue uno de los ciclos que mejor funcionó con el público) y por supuesto con Oblomok Imperii. Muy pertinente recordar el comentario de Margaret Parsons. Me gustó cuando comentó que a veces programaban películas antiguas para un público más general y que, pese a eso, «las pillaban», que no hay tampoco que infravalorar al gran público… es obvio que no todos van a estar dispuestos a ver cine mudo o clásico, pero hay más gente receptiva de lo que parece.
    Lo del incidente que comentas debo decir que es la primera vez que sucede en los años que llevo yendo… pero dada la edad media de los asistentes, que cada vez serán mayores, es cierto que es algo que es probable que se repita. No obstante parece que atendieron correctamente al hombre que se indispuso y que al final todo quedó en un susto.
    Celebro que disfrutara también del festival, un saludo.

    • No quisiera dejar de comentar lo divertidos que me parecieron los cortos de Léontine y de Cunégonde, dos verdaderas niñas malas del cine cómico. El formato me recordaba los relatos breves en los que un objeto (el paraguas mágico, el globo de helio) adquiere protagonismo y carga simbólica, siendo capaz de llevar el peso de toda la acción. También me resultó muy cómica ‘La huelga de las criadas’, con toda su carga misógina, y muy curioso el pase de Duck Soup, la primera película en que aparecen juntos El Gordo y el Flaco, precedido de una cinta europea que recreaba el mismo argumento con una pareja cómica distinta. Las diversas aportaciones de lo que en le Giornate se vino a llamar ‘slapstick’ me hicieron pensar en los films de Woody Allen en los que aparece algún elemento fantástico que sirve de hilo conductor.

  3. Una cosa más. Me gustaría saber si la señora con la que coincidí en la entrada al teatro Verdi y que tenía la misma cara que Helen Mirren era la propia Hellen Mirren ¿Alguien más la vio? La tuve a un metro de distancia y compartimos miradas. Yo diría que era ella. He sabido después que ha restaurado una casa en Puglia y que a pesar de las dificultades legales para acabar la obra vive en ella una especie de retiro dorado. La región de Puglia (donde se rodó, por ejemplo ‘Mine vaganti’) se encuentra en el extremo sur de Italia, pero aún así me pareció verosímil que fuese ella ¿Era ella?

  4. Gracias por tus comentarios Luis Miguel, me gusta mucho leer feedback de otros asistentes.
    Sobre lo que comentas de Helen Mirren pues no tengo ni idea, yo al menos no la vi y no me suena haber oído nada al respecto entre asistentes al festival… ¿quién sabe?

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