
Escribir sobre las grandes obras de un genio como F.W. Murnau es algo siempre gratificante porque son películas tan repletas de hallazgos que parece que uno no se las acaba nunca. De modo que me dije, ¿y por qué para variar no escribir sobre una de sus obras menores? Aunque no siempre es así, a menudo hasta las películas menos conseguidas de los grandes directores de la historia del cine (y para mí Murnau lo es sin duda) poseen elementos de interés, y eso me motivó a rescatar Las Finanzas del Gran Duque (Die Finanzen des Großherzogs, 1924), una comedia estrenada el mismo año que una obra maestra como El Último (Der Letzte Mann, 1924).
Situada en una isla Mediterránea imaginaria llamada Abacco, el protagonista es el Gran Duque de Abacco, un noble peligrosamente endeudado que recibe una oferta de un hombre acaudalado, Bekker, para comprar una parte de la isla y explotar unas minas de sulfuro. El Duque de Abacco rechaza la oferta y Bekker, en revancha, decide potenciar una revolución para hacerse con el control de la isla. Entonces la salvación parece llegarle en forma de una carta de la acaudalada Gran Duquesa Olga, que le propone en matrimonio sin conocerle (¡!). En paralelo, el excéntrico Phillip Collin entrará accidentalmente en medio de esta trama al intentar conseguir unas cartas incriminatorias de un importante político, que le ponen en contacto con los personajes de este drama.
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