El Demonio y la Carne (1926) fue una de las películas más emblemáticas de la etapa muda de Greta Garbo en que se narraba la tórrida relación entre el oficial británico Leo von Harden y la seductora Felicitas. Uno de los motivos por los que el film fue tan célebre en su momento está en su marcado erotismo, especialmente en las escenas que protagonizaban Garbo y John Gilbert juntos. Solo unos pocos años después sería impensable ver momentos como éstos por culpa del código Hays de censura.
Mi escena favorita de la película tiene lugar en un baile en que la pareja empieza a intimar en el jardín poco después de conocerse. Clarence Brown nos muestra entonces un largo plano muy cerrado de los dos que no es interrumpido por ningún rótulo. Los dos se miran y sus rostros pueden casi tocarse. Ella saca un cigarro y él, lentamente, se lo quita para ponérselo entre sus labios. Por la forma como lo hace se nota que ansía tocar con sus labios ese objeto que ha pasado por los de ella, es un gesto marcadamente erótico. Seguidamente, enciende una cerilla (otro detalle maravilloso es cómo se ilumina entonces los rostros de los personajes con la excusa de la cerilla) y ambos se besan.
Es una de esas escenas que servirían para explicar la grandeza del cine mudo, el cómo en un plano cuidadísimo se da a entender todo sin una sola palabra, únicamente por sus gestos y miradas y por la forma tan delicada como está rodado.
Más adelante se vuelve a hacer referencia a esta idea pero llevada aún más lejos cuando en misa el sacerdote va ofreciendo el caliz con vino a los protagonistas. Cada vez que bebe una persona, el sacerdote gira el caliz por higiene, para que no pongan los labios en el mismo sitio en que otro acaba de beber antes. El caliz llega a Leo, éste bebe, y seguidamente pasa a Felicitas. El sacerdote gira levemente el caliz como ha ido haciendo hasta entonces, pero ella lo vuelve a poner expresamente en la posición original para poner sus labios exactamente en el mismo sitio en que Leo acaba de poner los suyos. Su mirada de placer no deja ninguna duda sobre la clara intención de ese gesto que nos remite a cuando compartieron el cigarro, pero en esta ocasión dándole un atrevido tono sacrílego. El sacramento de la eucaristía se acaba convirtiendo en otra forma de canalizar la pasión entre los personajes.
Si alguien todavía no sabe por qué Greta Garbo fue un icono sexual de la época, sólo tiene que ver estas dos escenas para entenderlo.
¡Buen día Dr. Caligari! Descubrí su blog a través de Facebook. Soy relativamente nueva en la apreciación del cine mudo, pero ya me encanta. En particular adoro esta película y a su protagonista masculino (no soy una gran admiradora de Garbo, por otra parte, al menos no en su etapa sonora… en la silente me gusta un poco más). Yo también he escrito sobre ella y me honraría si se diera una vuelta por mi blog. Aquí dejo el link
https://lachicadelpasarolblanco.blogspot.com.ar/2017/04/flesh-and-devil-el-demonio-y-la-carne.html?m=1
Entretanto, yo seguiré explorando el suyo, con precaución, eso sí, no vaya a ser que me encuentre con Cesare en algún rincón oscuro.-
Lo saludo desde Argentina, Bet.-
Hola Bet, muchas gracias por acercarse a mi rincón silente. No tema por Cesare, le tengo enseñado que sea educado con las visitas. Le echo un vistazo a su entrada cuando tenga un momento. ¡Un saludo!
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