La llegada del cine sonoro fue dificultosa para los productores y estudios de cine en todo el mundo, pero en una industria de por sí tan débil como la inglesa el efecto fue casi traumático. Un film que sirve de perfecto ejemplo sobre lo indecisa que estaba la industria británica respecto a esta molesta innovación es La Muchacha de Londres (1929) de Alfred Hitchcock, que además ha pasado a la historia por ser la primera película británica enteramente sonora.
Alfred Hitchcock en aquella época era un joven y prometedor director que contaba con algunos éxitos como El Enemigo de las Rubias (1926), que le estaban convirtiendo en una de las personalidades más destacadas del cine británico de la época. La actitud del realizador respecto al cine sonoro fue curiosamente ambivalente. Por un lado él siempre proclamaría en entrevistas que la forma de cine más pura y auténtica era el mudo, y que cuando desapareció se fue con él una forma de arte única y genuina, es decir, sus preferencias personales tiraban más hacia el silente. Pero por otro lado, sus filmes de aquella época demostraban que era un cineasta inquieto al que le encantaba servirse de la técnica cinematográfica para conseguir efectos difíciles y llamativos. Desde ese punto de vista, el sonido iba a ser a sus ojos otro medio más con el que experimentar y del que podría sacar mucho partido con la ventaja de que aún era una innovación. Es por eso que, pese a que sus raíces siempre estuvieron más vinculadas hacia lo visual, Hitchcock aceptó con los brazos abiertos el cine sonoro.
No obstante, el estudio en que trabajaba, la British International Pictures, se mostraba mucho más prudente. El sonido era una innovación costosa y muy problemática, y no estaban dispuestos a apostar fuertemente por esta nueva técnica sin estar totalmente seguros de su rentabilidad. Por ello, aún estando ya en pleno 1929, le comunicaron a Hitchcock que su siguiente obra, La Muchacha de Londres, sería muda.
El joven y astuto Hitchcock estaba seguro de que el sonido iba a acabar imponiéndose, así que obedeció a sus productores pero al mismo tiempo planificó secretamente la película para que pudiera rehacerse en formato sonoro fácilmente, ya que sospechaba que seguramente cambiarían de opinión.
Y acertó. En mitad del rodaje se le comunicó a Hitchcock que el tercer acto del film sería sonorizado, siguiendo una tendencia muy en boga en los primeros años del sonoro: estrenar películas parcialmente habladas, films mudos con algunas escenas sonoras (los conocidos como «part-talkies»). Hitchcock se negó en rotundo puesto que sabía que esta solución perjudicaría a su película, así que les hizo una propuesta mejor: hacer que toda la película fuera sonora. Necesitaría volver a rodar algunas escenas con diálogos pero a cambio había bastante material de la versión muda que podría reaprovecharse. Los productores aceptaron.
Pero en este punto surgió un problema bastante importante: la actriz principal, Anny Ondra, era checa, y su acento no encajaría con el papel de una sencilla chica londinense. Aunque Hitchcock fue consciente en todo momento de que si la película acababa rodándose de forma sonora se encontraría con ese grave hándicap, no quería renunciar a Ondra, una actriz que le gustaba mucho y con la que se entendía especialmente bien. Además, él era un director al que le encantaba plantearse problemas o acertijos de tipo técnico a los que luego encontrar una solución, y éste sería uno de ellos.
En primer lugar, se hizo una prueba de sonido a Anny Ondra para confirmar si su acento no sería adecuado para el papel. Dicha prueba de sonido fue filmada en vídeo y ha sobrevivido hasta nuestros días. En los escasos 30 segundos que dura podemos ver a Hitchcock y Anny Ondra charlando informalmente ante la cámara. El director se divierte haciendo comentarios subidos de tono (algo que hacía muy a menudo durante sus rodajes) y Ondra se ve incapaz de contener la risa. Aquí pueden ver este curioso vídeo:
Una vez verificado que el acento de Ondra no encajaría con su personaje se encontraron con un serio problema: llevaban demasiado material filmado como para cambiar a la protagonista, y al mismo tiempo no existía el doblaje por entonces. Aquí fue donde entró en juego la pericia del director y su capacidad de encontrar soluciones para todo organizando una especie de “doblaje” en vivo. Contrató a una actriz inglesa llamada Joan Barry (que más adelante protagonizaría una película suya: Lo Mejor Es Lo Malo Conocido) para que pusiera voz al personaje al que Anny Ondra daba vida. Durante el rodaje de las escenas, Ondra movería los labios sin decir nada y, fuera de plano, Joan Barry pronunciaría sus frases ante un micrófono. Hitchcock seguía todo el proceso con unos auriculares.
Esta técnica resultaba especialmente compleja porque implicaba una coordinación perfecta entre las dos actrices. Y a eso hay que sumarle que se trataba de la primera película sonora de Hitchcock, algo que por sí solo le haría el rodaje bastante dificultoso sin el extra añadido de tener que supervisar un improvisado doblaje en vivo. El resultado final sin embargo fue impecable y aún hoy en día no se nota el efecto cuando uno ve la película. No deja de ser remarcable que mientras otros directores intentaban adaptarse con dificultad a esa innovación con todos los cambios que implicaba, Hitchcock no sólo realizó un buen film, sino que además se entretuvo con una complicada solución técnica.
La película se estrenó tanto en formato sonoro como mudo para los cines que aún no habían sido habilitados para el sonido, y fue todo un éxito que contribuyó a consolidar a Hitchcock como uno de los nombres de más prestigio de la industria cinematográfica inglesa.
A día de hoy la única versión de la película que se ha editado en DVD es la sonora, pero la muda se puede encontrar por internet y fue proyectada el año pasado en Londres en un ciclo organizado por el British Film Institute de todos los films mudos de Hitchcock. Aquí pueden ver un fragmento: