Como supondrán, dentro del apasionante universo del cine mudo no suele haber muchas noticias. No obstante, a veces seguimos llevándonos algunas sorpresas agradables, como el film de Hitchcock que comentamos el año pasado o, en el caso que nos ocupa, el descubrimiento de Too Much Johnson de Orson Welles.
De entrada hay que decir que no puede juzgarse Too Much Johnson como una obra autónoma ya que nunca se filmó como tal. Obviamente tiene el gran aliciente de ser la primera película que dirigió Welles en su carrera (si no contamos un cortometraje experimental que hizo como mero divertimento). Pero no hay que perder de vista que se concibió en la época en que Welles se encargaba del Mercury Theater, es decir antes de haberse hecho conocido por su emisión radiofónica de La Guerra de los Mundos y, por supuesto, antes de plantearse dar el salto al cine. Con esto quiero remarcar que resulta lógica toda la expectación que ha generado hoy día, porque es la primera película de uno de los más grandes directores de la historia del cine, pero en su momento ninguno de sus participantes podía imaginar que este metraje sería motivo de noticia 70 años después, paseándose por festivales de cine y filmotecas de todo el mundo. Too Much Johnson era una parte de un todo y su creador jamás lo vio como su debut cinematográfico.
En aquella época Orson Welles era conocido por sus originales representaciones teatrales, como su célebre MacBeth vudú. Too Much Johnson sería por tanto otro de los experimentos de ese joven prodigio. Su idea era adaptar la comedia de mismo título de William Gillette combinando teatro y cine: filmaría algunas escenas y luego las montaría para que cumplieran la función de prólogos a cada uno de sus tres actos.
El argumento era el típico de una farsa: un hombre que es perseguido implacablemente por el marido de su amante en la ciudad de Nueva York acaba embarcando junto a éste hacia Cuba. El marido celoso no conoce su identidad, y una vez en la isla lo confunde erróneamente con el dueño de una plantación, el cual por otro lado está esperando la llegada de su prometida, con la que ha cerrado un matrimonio de conveniencia por correo.
Welles grabó las imágenes para los prólogos con los actores de la obra pero luego nunca llegó a incorporarlos a la representación teatral. No se conoce el motivo exacto, pero todo parece apuntar a motivos económicos, ya fuera por las exigencias de los actores a ser pagados por su trabajo en la película o de la Paramount, que poseía los derechos de la obra para la adaptación fílmica. En todo caso, Welles hizo un preestreno de prueba de la obra en un pequeño teatro de Connecticut sin los interludios fílmicos. Fue un fracaso y decidió no llevarla a Broadway, dejando olvidado el experimento durante décadas.
A cambio sí que guardó las latas de película y se las llevó consigo a Europa, donde aseguró a Peter Bogdanovich que perecieron en un incendio en su casa de Madrid. Para él no tenían un valor artístico, simplemente quería conservarlas como recuerdo y regalárselas a su amigo Joseph Cotten. Afortunadamente, en 2008 se descubrió una copia del film en Italia que aún no se sabe cómo llegó ahí. Los primeros en verlo desconocían la película al no tener título y pudieron identificarla gracias a que la protagonizaba Joseph Cotten con un característico sombrero. A partir de aquí el film fue restaurado en colaboración con la Cineteca del Friuli y la Eastman House, y se proyectó por primera vez en el Festival de Cine Mudo de Pordenone en 2013.
Pero pasemos a su contenido. El material que se ha proyectado está sin montar, ya que no existe ninguna versión acabada de editar por parte de Welles. Eso quiere decir que a menudo vemos numerosos planos de una misma escena (las persecuciones entre las cajas y por los tejados se hacen larguísimas porque no hay una selección de tomas), algunos momentos muy divertidos en que los actores ríen a cámara (el capitán del barco o Cotten y Edgar Barrier sumergidos en el lago) o alguna toma falsa en que vemos a dos hombres transportando las palmeras que sirven de attrezzo (ver imagen de abajo). La idea era que el prólogo de una hora durara 20 minutos y los siguientes la mitad cada uno, pero esta versión sin montaje se extiende a una hora de duración de la cual 40 minutos corresponden al inicio situado en Nueva York.
El estilo que sigue es una sorprendente revisión del slapstick clásico, con referencias muy obvias a Buster Keaton y Harold Lloyd – recordemos que Welles era como mínimo un gran fan de Keaton: «El Maquinista de la General es la mejor comedia jamás hecha, el mejor film jamás hecho sobre la Guerra Civil y quizá la mejor película jamás hecha«. Los personajes aparecen caracterizados con los rasgos típicos caricaturescos del género, hay una serie de policías patosos al estilo de los Keystone Kops y se pueden ver numerosas persecuciones y escenas de riesgo físico. De hecho uno de los aspectos más llamativos del film es ver a Cotten interpretando él mismo escenas realmente peligrosas escalando por tejados de edificios.
El primer prólogo es por motivos obvios el más interesante de todos. Excelentemente fotografiado en las calles de Nueva York y de ritmo frenético, parece ser medio improvisado y tiene algunos momentos especialmente divertidos, destacando especialmente cuando el marido celoso empieza a tirar los sombreros de varios transeúntes al suelo (esta escena podría encajar en un film de Keaton) y el momento en que Cotten se infiltra en una manifestación sufragista para escapar.
Los dos prólogos ambientados en Cuba son menos interesantes. El primero simplemente sitúa a los personajes en el nuevo espacio mientras que el segundo es más divertido al incluir una pelea entre el jefe de la plantación y el marido celoso, con Cotten intentando hacer de intermediario con un ridículo paraguas. El momento en que Cotten y el marido engañado están en el lago e intentan protegerse de la lluvia con el paraguas destrozado es mi otro momento favorito por su genuina comicidad.
Imagino que poco a poco Too Much Johnson irá ganando difusión y que incluso saldrá en DVD para satisfacer la curiosidad de los fanáticos de Orson Welles de todo el mundo (a día de hoy se ha comentado incluso la posibilidad de exhibirlo online, como se hizo con la película de Hitchcock antes citada). En todo caso sin poder considerarse una película propiamente dicha – a mí aún me resulta algo incómodo clasificarla como su debut cinematográfico dadas sus características – es una rareza más que interesante y que nos demuestra una desconocida conexión de Welles con el slapstick.