El Hijo de la Pradera [Tumbleweeds] (1925) de King Baggot y William S. Hart

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William S. Hart fue una de las estrellas más grandes de la era muda del cine. De todos los protagonistas de westerns que poblaron las pantallas en esos años, Hart había acabado siendo el más destacado de todos y el que mejor encarnó la figura del cowboy cinematográfico hasta la llegada de John Wayne.

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El Hijo de la Pradera (1925) sería su despedida de la gran pantalla, lo cual se nota en su marcado tono de melancolía. El argumento tiene lugar a finales del siglo XIX cuando los colonos se estaban estableciendo en las tierras conquistadas por los primeros pioneros. En uno de los terrenos en que trabaja el cowboy Don Carver se acerca la fecha en que se dejarán las tierras abiertas a sus nuevos propietarios. Ese evento congrega a cientos de personas en sus carros en un determinado punto, y no pueden apropiarse de las tierras hasta una fecha y hora concretas, como si fuera una carrera. Aquellos que merodean por éstas antes del tiempo permitido se les apoda «adelantados» y son encarcelados.

Carver en principio se mantiene al margen de este evento al considerarse lo que se conoce como «tumbleweed» (el título original de la película), es decir un arbusto rodante, un hombre que vaga sin un hogar fijo en busca de nuevas aventuras. Pero cambia radicalmente de opinión al conocer a la bella Molly Lassiter, que ha acudido al pueblo para hacerse con unas tierras junto a su hermano menor y su perverso hermanastro, que intenta emparejarla a un hombre de dudosa reputación con el que además planea hacerse de forma ilegal con un importante rancho.

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Parece mentira que en 1925, cuando al western aún le quedaba tanto camino por recorrer, se planteara una película como ésta en que ya se hablaba de la muerte del viejo oeste. En realidad si nos ponemos en el contexto de la época es comprensible, ya que si bien aún era un género cinematográfico joven, el salvaje oeste real acababa de desaparecer, por tanto era un acontecimiento reciente. De hecho personas como William S. Hart lo llegaron a vivir en sus propias carnes, siendo testimonios directos de esa parte de la historia de América que se cerraba. Por eso resulta tan significativo que al principio de la película veamos al personaje de Don Carver decir que el viejo oeste ha desaparecido, casi como justificando su retirada del cine.

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De todos modos, pese a esa melancolía que impregna el film y le otorga un valor extra, El Hijo de la Pradera sigue los códigos de un western convencional de la época. Así por ejemplo, Hart sigue fiel a su prototípico personaje de vaquero honrado y justo, sin la complejidad dramática que tendría por ejemplo John Wayne décadas después en westerns crepusculares como Centauros del Desierto (1956) y El Hombre que Mató a Liberty Valance (1962). Al principio del metraje le vemos deambulando por las tierras y decide perdonar la vida a una serpiente diciéndole que ella pertenece más a esas tierras que toda la gente que las habitará. Del mismo modo, cuando ve unos cachorros de lobo huérfanos los salva y se los entrega a sus hombres para que les den otra oportunidad. Es por tanto inicialmente un hombre más vinculado con la naturaleza y lo salvaje que con la civilización, que está realmente molesto por esta invasión de los terrenos por parte de los colonos.

Carver cambia de opinión al conocer a Molly, que le anima a echar raíces, a asentarse y dejar de ser un arbusto rodante. Es en ese sentido en que Hart se diferencia del personaje de John Wayne de los films mencionados anteriormente: John Ford nos mostraba cómo el personaje de Wayne acababa siendo un inadaptado, mientras que Hart le concede al suyo una redención, poder al menos instalarse con una bella mujer en un rancho.

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Las escenas de la ocupación de los terrenos son sin duda lo mejor de la película, excelentemente filmadas con multitud de extras y jugando con el montaje en paralelo en que se ve como Carver intenta llegar a tiempo a los terrenos que quiere para Molly. Sería la última exhibición física de Hart en la gran pantalla, quien por cierto no utilizaba extras para sus escenas peligrosas pese a tener 60 años.

Para contrarrestar el dramatismo de su contenido se recurre al típico personaje secundario cómico destinado a aligerar un poco el film, el eterno fiel compañero de Don que le apoya en todo momento. De nuevo, otro detalle que John Ford recuperaría en muchas de sus películas.

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Por último añadir que cuando la película se reestrenó en los años 30 se incluyó un prólogo en que el propio William Hart hablaba a cámara (hasta donde yo sé, la única vez que se le oye hablar en un film) para presentarla y recordar la nostalgia del antiguo oeste y su trabajo en el cine. Aunque a nivel de contenido no aporte nada especialmente relevante, sí que resulta emotivo por escuchar con qué nostalgia recuerda esos viejos tiempos y ser su despedida del gran público.

Se trata pues de una gran película cuyo tono elegíaco hace que a uno le vengan a la cabeza films como El Hombre Que Mató a Liberty Valance (1962), aunque adelantándose más de 30 años a ésta. Es como si el género del western hubiera necesitado tres décadas para llegar a la misma conclusión a la que había llegado William S. Hart en 1925.
En definitiva, uno de los finales de filmografía más acertados que conozco.

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2 comentarios en “El Hijo de la Pradera [Tumbleweeds] (1925) de King Baggot y William S. Hart

  1. Ignoraba que esta fuera la última película de Hart. Me gustó mucho, sobre todo la emocionante secuencia de la carrera hacia las tierras. Hay un gran sentido épico en la secuencia, con la gente viajando en lo que sea. Gran ejemplo de perseverancia la pareja de ancianos, dispuestos a empezar desde cero casi al final de sus vidas.

    • Es la esencia del mito de la conquista del Oeste: esa gente que viaja a tierras recónditas para empezar desde cero abriendo paso a la civilización. Es un gran cierre de carrera.
      Un saludo.

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