The Candle and the Moth es una de las principales películas del danés Valdemar Psilander. En los años 10 ésta era con diferencia el actor más importante de los países escandinavos, que a su vez constituían uno de los principales centros de producción cinematográfica de aquel momento. Por tanto ante todo cabe entender que la película se basa en el poder de atracción de su principal estrella. De hecho, al tratarse de una época en que la figura del actor-estrella aún era relativamente nueva, el film consta de un curioso prólogo en que vemos a Psilander preparándose para su papel: un plano del actor sentando leyendo el guión mientras se ven en sobreimpresiones imágenes del personaje que va a interpretar. Un momento maravillosamente naif y lleno de encanto.
Su papel es el de un predicador que durante un sermón soporta las burlas de un joven llamado Bill, que le echa en cara que sea un ex-presidiario. Más adelante el predicador entra en el bar de mala muerte donde se reúnen Bill y sus amigos delincuentes. Ahí conoce a la novia de Bill y más tarde ayuda a éste cuando es forzado a participar en un crimen. El predicador se lleva entonces a Bill a su apartamento y le cuenta la historia de su vida, confiando que así su ejemplo le sea utilidad.
En un flashback vemos cómo años atrás el predicador era un joven despreocupado que fue expulsado de su casa burguesa porque sus padres no aprobaban sus malas compañías. Una noche es acusado erróneamente del asesinato de una prostituta que era su amante y va a parar a la cárcel. Ahí conoce la palabra de Dios y se encomienda al sacerdote de la prisión, quien intercede por él y le ayuda a demostrar su inocencia para volver a la libertad.
El argumento ciertamente es la clásica historia moralizante cristiana sin demasiadas desviaciones de los lugares comunes, pero a cambio el film está lleno de detalles que demuestran cómo el cine escandinavo de la época era uno de los más avanzados del mundo.
De entrada me gusta mucho la interpretación de Valdemar Psilander, sobria y contenida en contraste con la tendencia de la época a actuaciones repletas de gestos exagerados llenos de dramatismo. Psilander incluso en sus momentos más cruciales procura no sobreactuar y sostiene sin problema el peso del film, con ese personaje del típico reverendo «enrollado»: no sólo difunde la palabra de Dios sino que se lía a puñetazos con los criminales que quieran llevarse a Bill y, en un momento bastante gracioso, cuando lleva al joven a su piso le enseña las pesas con las que se ejercita para tener el cuerpo tan fuerte como su alma.
La puesta en escena también denota uno de los aspectos en que el cine danés destacaba en su época: la importancia que se daba a los escenarios, procurando que no fueran meros fondos sino que resultaran creíbles y con muchos detalles. A mí me gusta especialmente el piso del reverendo con esas vistas del puerto en que se ve además un letrero publicitario iluminándose.
Otro momento que me parece interesantísimo es el asesinato accidental de la prostituta. Aunque la película evita los planos totalmente frontales excesivamente teatrales, la dirección se basa obviamente en planos estáticos siguiendo los estándares de la época. Para compensar eso, en esta crucial escena el director Holger-Madsen insertó un oportuno espejo en que se refleja la mujer cuando cae fulminada por el disparo. Años después este instante se solucionaría con un sencillo montaje, pero a mediados de los años 10 al no existir tanta pericia en el proceso de découpage se optaban por ingeniosas soluciones como ésta.
Como curiosidad, la película cuenta con varios finales alternativos, al igual que sucedía con otro de los films daneses de la época que ha llegado hasta hoy día, Atlantis (1913) de August Blom.
El desenlace original es feliz, con Bill y el reverendo rescatando a la chica antes de que ésta se suicide, pero como en Rusia sentían preferencia hacia los finales más melodramáticos se rodó otro en que los protagonistas no llegaban a tiempo para salvarla del suicidio. Para Suecia se optó por otra alternativa en que la novia de Bill se ahorcaba pero el reverendo la salvaba a tiempo antes de morir.
En definitiva, una película más que notable que nos demuestra la importancia de la cinematografía danesa en las primeras décadas del siglo XX. Pueden verla entera con subtítulos en inglés en la página web del Danish Film Institute.
Justo ahora acabo de darme un «baño» matutino con esta película en la espléndida (y para mi desde hace ya algún tiempo imprescindible) página web del Det Danske Filminstitut, con su apabullante catálogo de películas y sus enlaces a artículos y estudios que tanto ayudan. Deberían estar ahí algunos de los escritos por el doctor, una omisión que no comprendo (¿será por tenerle un poco de manía por ser alemán? ¿será por coincidir su salto a la fama con el paulatino eclipse del cine danés en la escena internacional? ¿será por su carácter discreto, nómada y casi subterráneo, a causa de su otros quehaceres por las ferias de las poblaciones más recónditas?). ¡Que maravilla, de verdad! Su artículo me ha sido útil (como ya viene siendo habitual desde hace mucho más tiempo del que cierto día me atreví a escribirle) para situarme y tengo que decir que puedo confirmar cada punto suyo.
Realmente, ver según que cosas hace que uno se replanteé constantemente su modo de ver las cosas, de sentir. A mi de entrada no me gusta que me sermoneen, claro, pero si lo hacen de un modo tan bello como lo hace el tándem Madsen-Psilander casi me dispongo a llenar mi habitación de estampitas de la Virgen del Vinyet e instalar un reclinatorio en la parte más aireada.
Me despido, deseándole un buen día, todavía sin santificarme porque a pesar de todo todavía necesito más dosis de buen arte de este para que la cosa espiritual haga su efecto completo.
Buenas Florenci,
Muchas gracias por su amable comentario. El Danish Film Institute y este Doctor no tienen muy buena relación desde que me colé en su filmoteca para robarles unos cuantos rollos de películas mudas – esto es antes de que las colgaran en su web como hacen muy generosamente ahora – pero, qué quieren, yo quería ver obras como la que reseño aquí y no me dejaban otra opción.
Celebro que le haya gustado. Ciertamente a mí me pasa igual que a veces no simpatizo con el mensaje o tono de ciertos filmes, sobre todo cuando son de tiempos tan antiguos, pero cuando se narran con tanta belleza y sinceridad, le acaban convenciendo a uno.
De modo que no se eche atrás en su proyecto de las estampitas. Psilander y Holger-Madsen se sentirían orgullosos de saberlo.
Un saludo.