El British Film Institute se ha empeñado en reivindicar durante estos años algunas de las obras mudas clave de la cinematografía británica, tan denostada hoy día al lado de la de otros países europeos. Y no podemos más que celebrarlo, ya que están consiguiendo probar que el cine mudo británico es mucho más que las primeras obras de Hitchcock. Así como recientemente han conseguido realzar las obras mudas de Anthony Asquith (hoy día creo que ya podemos considerarlas esenciales), otro cineasta que se ha visto favorecido por esta especie de revival es Maurice Elvey, considerado no sin razón el director más prolífico de la historia del cine británico. Difícilmente puede haber algún competidor que le supere, ya que ostenta una filmografía de 200 títulos – ¡el mismo año que realizó este film dirigió otros cinco! – y aunque aún debo ver más películas de su era muda para juzgarlo, si el resto de su obra mantiene el nivel de la que nos ocupa hoy nos encontramos ante un director realmente digno de alabar.
El título hace referencia al periodo vacacional en que se inicia el conflicto así como al pequeño pueblo en que se sitúa la acción, Hindle. Los principales personajes provienen de dos familias vinculadas a la fábrica textil donde trabajan, pero pertenecientes a clases distintas. Por un lado, Fanny Hawthorn, de estrato humilde, con un trabajo sencillo y cuyo padre fue amigo años atrás del dueño de la fábrica, pero perdió la oportunidad de convertirse en su socio y enriquecerse con él, algo que parece que su esposa jamás le perdonará. Paralelamente, el dueño de la fábrica tiene como hijo a Allan Jeffcote, al que le espera un brillante porvenir casándose con la hija del dueño de la otra gran marca industrial de la zona, uniendo así ambos negocios.
Durante las vacaciones, Fanny viaja a Blackpool con su amiga Mary, donde se encuentra casualmente con Allan y un amigo suyo. Aunque inicialmente no sienten interés el uno por el otro, acaban filtreando y Fanny decide escaparse con él a Llandudno hasta el final de las vacaciones. Para que no la descubran, prepara una postal que le pide a Mary que envíe al cabo de unos días, para así hacer creer a sus padres que sigue estando en Blackpool.
Pero las cosas no salen como estaba previsto: Mary muere ahogada en un accidente y al descubrirse la postal aún no enviada, los padres deducen la verdad. Fanny retorna felizmente de vacaciones sin sospechar nada, pero su madre la reprende duramente y, seguidamente, obliga a su marido a ir hasta casa de los Jeffcote a exigir que su hijo se case con Fanny, ya que la ha «mancillado».
El padre de Fanny no está nada convencido de la idea, pero al hablar con su antiguo socio éste decide romper el compromiso para que su hijo Allan haga lo que es correcto: casarse con Mary, lo cual obviamente desmantela los ambiciosos planes que habían hecho y cuenta además con la férrea oposición de la madre de Allan.
No es ningún secreto que el conflicto entre clases sociales es un tema que siempre ha interesado especialmente en la cultura inglesa, de modo que Hindle Wakes juega sobre seguro, con ese romance imposible entre una joven de clase humilde y el prometedor heredero de una fortuna familiar. De fondo, las madres de cada uno de ellos buscando el beneficio económico (la madre de Fanny, muy bien interpretada por Marie Ault, es especialmente antipática en ese sentido) y los antiguos socios separados por su posición social pero manteniendo su amistad y respeto mutuo.
Me resulta especialmente interesante la relación entre los padres de los dos protagonistas, ya que creo que sus personajes son los que consiguen aportarle un extra a la historia. Ambos viven vidas totalmente diferentes, algo especialmente notorio en la diferencia de hogares (la humilde residencia de los Hawthorn en contraste con la mansión de los Jeffcote), pero siguen teniendo mucho en común, tal y como remarca el director al mostrar a los dos en la fábrica durante las vacaciones, ya que ambos son fanáticos del trabajo. No obstante, mientras que Mr. Jeffcote tiene las maneras autoritarias de un líder y controla férreamente a sus empleados y su familia, Mr. Hawthorn es mucho más humilde. Mientras que Mr. Jeffcote obliga a su hijo a casarse con Fanny pese a la oposición de su esposa y está resuelto a no ceder – nótese como incluso antes de saber que el que había ultrajado a Fanny era su propio hijo, estaba dispuesto a obligar al joven culpable a casarse con Fanny por respeto a su amigo, basándose únicamente en su autoridad como jefe de la fábrica sin importarle que dicho joven y su familia pudieran tener algo que decir al respecto – Mr Hawthorn a cambio es totalmente diferente, y enseguida sabemos por qué no ha prosperado como su amigo. A diferencia de él, es incapaz de imponer nada a nadie: su esposa le obliga a exigir responsabilidades a los Jeffcote contra su voluntad y por otro lado tampoco es capaz de obligar a Fanny a hacer nada que ella no quiera. Es con diferencia el personaje que nos inspira más ternura en todo el film, y no es difícil entender cómo su hija le profesa el cariño que no siente hacia su madre o cómo Jeffcote sigue apreciándole.
La relación entre estos dos padres tiene como momento determinante el encuentro entre ambos en que Hawthorn debe comunicarle lo que ha sucedido, un instante de una tensión casi insoportable. Mientras Jeffcote es ignorante del conflicto le comenta sonriente que el volver a sentarse juntos fumando pipa le recuerda los viejos tiempos, lo cual hace que el tener que comunicar lo que ha sucedido sea aún más doloroso porque abrirá una brecha entre ambos.
Sin embargo, aparte del consabido conflicto entre clases sociales yo creo que el gran tema de la película es su sorprendente mensaje marcadamente feminista. No me puedo ni imaginar el impacto que supondría en su época un personaje tan decididamente moderno como el de Fanny, una chica que no sólo mantiene relaciones ilícitas antes del matrimonio (!!) sino que luego no tiene la más mínima intención de casarse con él. A modo de ejemplo, dicha premisa habría sido absolutamente prohibida en cualquier película de Hollywood hasta finales de los años 50, pero aparte de ese hecho anecdótico, la sociedad británica de los años 20 – y sobre todo la sociedad rural que nos muestra Hindle Wakes – tendría muchos problemas para aceptar actitudes como la de Fanny.
El momento en que le dice a Allan en privado que su breve relación como amantes fue muy agradable pero que no funcionarían como matrimonio es absolutamente revolucionario. Estamos viendo a una chica admitiendo que disfrutó manteniendo relaciones sexuales con un hombre pero que no le interesa tenerle como marido, y al ser él de posición más elevada no sirve la excusa de que el matrimonio le perjudique económicamente (al contrario) por tanto le rechaza porque realmente no le quiere. Eso en los años 20 era algo increíblemente atrevido, ponía fin a la visión más puramente victoriana que dividía a las mujeres entre prostitutas-mujeres de mala vida por entregarse a los placeres del sexo, y el ideal de heroína pura y virginal, que sólo se acostaría con su marido después del matrimonio y, por descontado, únicamente para tener hijos (¿qué otro motivo podría tener para hacerlo una mujer decente?). Fanny en cambio es una buena chica con mucha personalidad que ha disfrutado de una aventura y sigue adelante sin tener intención de caer en la mala vida (la frase que pronuncia sobre que siempre que haya fábricas donde trabajar las chicas como ella podrán salir adelante nos remarca que realmente no se va a dar a la mala vida ni piensa vivir estigmatizada). Fanny, mujer trabajadora, que toma sus propias decisiones enfrentándose a sus padres y no siente remordimientos por su aventura fugaz, era sin duda todo un modelo para las feministas.
La película está excelentemente filmada por Maurice Elvey, que le otorga una enorme importancia al esmerado retrato de la vida diaria de los trabajadores y del poblado donde sucede la acción. Los primeros minutos del film el director no solo presenta a los personajes sino las pequeñas rutinas que hacen su día a día con una intencionalidad marcadamente realista.
Cuando la acción se traslada a Blackpool cambia el tono y se vuelve incluso más lúdico, no sólo por tener lugar la acción en una feria sino por algunos planos muy llamativos en que la cámara nos muestra desde el punto de vista subjetivo lo que ven los personajes al descender por un tobogán o en la montaña rusa. Las posteriores escenas del baile y el anochecer con las luces de la ciudad son los momentos más visualmente bellos de todo el film.
Esta primera parte nos desvela a un cineasta que no se contenta con explicar la historia sino que se esmera en los detalles y que está dispuesto a aprovechar todas las posibilidades de la cámara (el ya mencionado Anthony Asquith comparte esas características en sus films mudos). Solo por este segmento se entendería la revalorización de Hindle Wakes como una obra muda interesante y a tener en cuenta, pero esperen, hay más.
El resto del film es el que desvela más claramente su origen teatral, teniendo lugar en las casas de las familias protagonistas y basándose en el enfrentamiento de personajes. Lejos de recrearse en parlamentos que ocuparan rótulos enteros, Elvey sigue apostando por lo visual, alargando los momentos cruciales mediante los gestos y las miradas de los personajes, de forma que a algún espectador actual le podrían parecer algo lentas esas escenas, cuando lo que está haciendo su creador es recrearse en el dramatismo de esos momentos y en la interpretación de sus actores.
Fíjense por ejemplo en la llegada de Fanny a casa de sus padres, uno de los momentos más dramáticos del film: ellos saben que se ha escapado con Allan, ella no sabe que ellos lo saben ni que Mary ha muerto. A su llegada Elvey nos filma las manos de los padres (la película se fija a menudo en las manos y pies de los personajes): el padre se frota las piernas nervioso, la madre aprieta los puños. De forma visual nos da a entender cual será la posición que adoptará cada uno: él está temeroso, ella furiosa y deseosa de tirársele encima. Más tarde cuando Fanny toma la postal que se piensa que le servía de coartada, el director nos da a entender que la joven ha deducido que jamás se envió mostrando como acaricia la parte en que iría el sello.
En la tensa escena en que las dos familias se encuentran, este tipo de gestualidades vuelven a ser fundamentales. El patriarca de los Jeffcote, acostumbrado a dar órdenes a todo el mundo, manda a la chica que se siente a su lado pero ésta no le hace caso y se sitúa expresamente en la otra punta de la mesa, un gesto que él en el fondo admira (de la misma forma que al final no podrá evitar admirar en parte la firme resolución de la joven en contraste a la pasividad de su hijo cara a la conveniencia social). Mientras las dos madres discuten acaloradamente, el padre de Fanny se pasa toda la velada silencioso con la cabeza gacha y apesadumbrado, casi al margen de todo, al mismo tiempo que Jeffcote se mantiene en pie queriendo ser el que ponga orden.
Un último ejemplo es cuando Fanny le dice a Allan que no puede aceptar su compromiso y decide irse. Como consuelo, le da una palmada fraternal en la espalda y por unos segundos vemos cómo iba a hacer el gesto de acariciarle el cabello pero se detiene a tiempo, quizá temiendo extralimitarse o darle falsas esperanzas. Es un gesto sutil y que se podría obviar, pero que sirve para darnos a entender un detalle más sobre el carácter de su personaje y su voluntad de no estrechar más vínculos de los necesarios con Allan.
Por último dedicar una mención al acertado reparto, que lleva adelante la historia con naturalidad, sin los dramatismos exagerados propios de algunas obras mudas y manteniendo el realismo que buscaba el director. Algunos de ellos podrán ser familiares al espectador por su aparición en algunas obras mudas de Hitchcock (los dos padres de la protagonista de El Enemigo de las Rubias aparecen muy fácilmente reconocibles como la odiosa Mrs. Hawthorn y Thimothy Farrar, el padre de la pretendiente de Allan), pero la más destacable es la protagonista Estelle Brody en la que según parece fue la actuación más remarcable de su carrera.
Recomendadísima.