Siegmund Lubin y su fallida película sobre Jesucristo

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Siegmund Lubin es uno de los muchos pioneros del cine que se hizo un nombre antes de la I Guerra Mundial en Estados Unidos pero que no supo adaptarse a todos los cambios que sufrió el medio a finales de los años 10. Este buen hombre de origen germano no nos resulta destacable hoy día tanto por la calidad de sus películas como por su peculiar forma de hacer negocio. Aprovechándose del caos que había en esos primeros años respecto a títulos de películas y sus auténticos creadores, Lubin, ni corto ni perezoso, se especializó en copiar obras de éxito de otros competidores volviendo a filmarlas plano por plano. Por ejemplo, a raíz de que el Asalto y Robo de un Tren (1903) de Edwin S. Porter fuera aplaudido como una de las grandes obras de su época, Lubin decidió volver a rodar la misma historia un año después. Eso no quiere decir que no tuviera películas originales y/o destacables, pero el motivo por el que hoy día es más recordado era su tendencia a copiar a otros productores.

Lo cual nos lleva a la pequeña anécdota de hoy. Después de saber que uno de sus competidores, la Kalem Company, filmaría su versión de la Pasión de Cristo en Palestina, Lubin no quiso quedarse atrás y escribió una adaptación de la historia de cara a que fuera su próxima gran producción (el guión, según confesó el director que tuvo el privilegio de realizarla, era espantoso). Pero la cosa se complicó cuando Lubin mostró interés por recrear el momento en que Jesucristo caminaba sobre las aguas.

Ojo a la idea: al productor se le ocurrió que para simular la escena de forma barata podrían atar una cuerda entre dos extremos de un barranco y hacer que Jesucristo caminara sobre ella; mientras tanto abajo crearían el efecto de humo con la esperanza de imitar así las olas bajo los pies del Mesías. Para hacer eso posible, Lubin contrató a un funambulista que podría llevar a cabo la hazaña disfrazado de Jesucristo. Desafortunadamente, el funambulista tuvo la mala idea de emborracharse antes del rodaje y, como es lógico, se cayó precipicio abajo rompiéndose las piernas.

El desesperado Lubin tuvo que suspender el rodaje y nos dejó a todos sin esa curiosísima escena que sin duda habría sido digna de ver.

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