Diary of Chuji’s Travels (Chuji Tabinki, 1927) de Ito Daisuke

chuji tabinki 1927

En 1959, la emblemática revista de cine Kinema Junpō publicó una lista de las mejores películas de la historia del cine japonés. Curiosamente, el puesto número uno, contrariamente a lo que uno esperaría hoy día, no era para Cuentos de Tokio (1953) ni para ningún otro film de Yasujiro Ozu. Tampoco para una obra de Kurosawa o Mizoguchi. La escogida como mejor película de la historia era una obra muda dividida en tres partes: Diary of Chuji’s Travels (1927) de Ito Daisuke.

Aunque hemos de tener en cuenta que esa lista, como todas las que hay por el estilo, es hija de su época, resulta un dato muy interesante, sobre todo teniendo en cuenta que el film de Ito Daisuke fue dado por desaparecido durante décadas. Esto la convirtió en la película más buscada del cine japonés, lo cual no es decir poca cosa si tenemos en cuenta el triste porcentaje de supervivencia de la cinematografía nipona en sus primeras décadas de existencia:

  • Años 10: 0,2%
  • Años 20: 3,8%
  • Años 30: 10,7 %
  • Años 40: 29,8%

Y finalmente en 1991 se produjo el milagro cuando se encontró una copia de la película en Hiroshima (sí, Hiroshima, se desconoce si el film estaba ahí el día del bombardeo y, en caso de ser así, cómo rayos sobrevivió a tamaño desastre). Los negativos no contenían todo el film y estaban en un estado muy precario, pero la noticia se difundió enseguida por la prensa y se generó una gran presión popular para que la película saliera a la luz – ya saben, lo típico que sucede en todas partes, que la población de un país está deseando ver la última joya muda recuperada y mete prisas a su filmoteca nacional. Es por eso que la primera versión que se vio en los 90 era muy pobre a nivel de calidad y que recibió incluso algunas críticas cuando se proyectó en algunos festivales europeos. El 2001 se haría una segunda restauración más cuidada, pero la definitiva de momento es la que se pudo ver este 2015 en Pordenone.

benshi daisuke itoProyección del film en Le Giornate del Cinema Muto 2015 narrado por el benshi Ichiro Kataoka. Fotografía cortesía de Valerio Greco.

Se hace difícil juzgar el metraje que pudimos ver en el festival, ya que estos 105 minutos tan solo incluyen un fragmento de la segunda parte y la tercera en su casi totalidad. La primera parte, de la que no se conserva nada, era la que menos gustaba al director y tenía un estilo de acción y suspense. La segunda es la que en su época se consideraba mejor y optaba por un tono más sentimental, al incluir en su trama el personaje de un niño huérfano al que su protagonista toma bajo su tutela. Finalmente, la tercera es la más oscura de todas y, a efectos prácticos, la única que podemos valorar con detalle. Pero aun así no se puede juzgar como un todo independiente, ya que hay referencias a momentos anteriores de la película y perdemos el efecto que buscaba el director al ir variando el tono de una parte a otra.

Ambientada en el periodo Edo, el protagonista de la película es Kunisada Chuji, el clásico personaje al margen de la ley que intenta ayudar a los más desfavorecidos, una figura que ha resultado siempre muy popular en Japón. En la versión que conocemos, la trama se inicia cuando éste intenta dejar a Kantaro, el hijo de un amigo fallecido, al cuidado del jefe de un importante clan. Pero entonces Chuji descubre que algunos de sus hombres han estado robando a dicho clan empleando su nombre y, avergonzado, se ve incapaz de pedir ese favor. De modo que se lleva a Kantaro consigo aunque el destino que le espere al niño sea incierto a su lado. Este fragmento es todo lo que se conserva de la segunda parte.

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La tercera parte nos muestra a Chuji y Kantaro tiempo después, viviendo anónimamente en una destilería de sake. El muchacho parece feliz y Chuji se siente cómodo con esa sencilla vida, y mantiene una cordial relación con su amo. Este último tiene dos hijos: una joven que está enamorada secretamente de Chuji y un atolondrado adolescente que planea fugarse con una geisha. Cuando éste intenta escaparse, la geisha, compinchada con una banda de delincuentes, le roba todo su dinero y lo abandona a su suerte. Chuji entonces se ve obligado a intervenir para recuperar esa pequeña fortuna aunque eso implique revelar su identidad. Esa misma noche su patrón conoce la verdad y le ofrece su ayuda, mientras que su hija se suicida al no verse correspondida. Chuji, abatido, es acorralado por la policía pero logra escapar dejando a Kantaro atrás.

Tiempo después vemos a nuestro protagonista medio enloquecido en la montaña con una parálisis parcial en el cuerpo. Acude de incógnito a la destilería a ver qué es de Kantaro y se emociona al comprobar que el niño tiene una vida feliz sin él. Pero la policía lo reconoce y lo captura. Su antigua banda se entera de las noticias y organiza un plan con el que consiguen rescatarle.

Para entonces Chuji ya está paralizado casi por completo y en un estado cada vez más deteriorado. Sus hombres le transportan a su aldea, donde su mujer, Oshina, cuida de él. Desafortunadamente, uno de ellos le ha traicionado revelando el paradero a la policía. Todo un cuerpo de agentes de la ley rodean el escondite de Chuji dispuestos a capturarlo a cualquier precio. Sus hombres luchan hasta el final para defender a su líder. Finalmente, solo con su mujer, decide entregarse voluntariamente.

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En su momento, Ito Daisuke fue considerado como el gran renovador del jidaigeki, es decir, las películas japonesas ambientadas en el pasado, normalmente en el periodo Edo, que abarca hasta mediados del siglo XIX. De hecho en algún sitio he leído referirse a él directamente como el padre del jidaigeki, al ser el que otorgó madurez al género dándole un estilo más fluido y evitando el estatismo del cine japonés de las primeras décadas, demasiado anclado en otras tradiciones representativas y, a nuestros ojos, muy poco cinematográfico. Diary of Chuji’s Travels nos confirma esa percepción: se trata de una película que utiliza con inteligencia el montaje y la puesta en escena alternando escenas más reposadas apoyadas en las interpretaciones de los personajes con otras más dinámicas basadas en el suspense. Un ejemplo de esto último son obviamente las escenas de acción, pero también otras llenas de tensión pese a suceder en un espacio cerrado, como aquella en que Oshina pretende desenmascarar al traidor de la banda. Todo tiene lugar en una sola habitación y es el montaje, que va progresivamente haciéndose más rápido, el que crea el ritmo de la escena. Remarco también el inteligente uso de la luz en esa escena y en las climáticas persecuciones nocturnas de la policía, con esos faroles encendidos que aparecen en el cartel del film.

También hay escenas más humorísticas que sirven de reposo en medio de su trama más melodramática, como aquella en que Chuji acude a recuperar el dinero robado al hijo de su patrón y revela su identidad. Tenemos por un lado a unos jóvenes de la banda de ladrones intentando atravesarle con las espadas desde el otro lado de la puerta de tela, provocando que ésta acabe llena de agujeros. Y mientras tanto, cuando los miembros de la banda se muestran incrédulos al conocer la identidad de Chuji, éste en lugar de demostrarla con la espada, se burla de ellos y empieza a citar una interminable lista de nombres parecidos al suyo. Por supuesto, tampoco faltan momentos de más calado emocional, como el final de la segunda parte en que el honor obliga a Chuji a llevarse a Kantaro consigo y, sobre todo, la escena en que se reencuentra con él intentando que no lo reconozca, donde hay un instante en que ambos se tocan las manos que es de una enorme tensión.

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El final de la película es por otro lado inusualmente oscuro y deprimente. Chuji no acaba sus días muriendo como un héroe, sino convertido en una figura patética, inmovilizada por su parálisis e incapaz de defenderse por sí solo (la actuación de Denjiro Okochi puede parecernos hoy día algo excesiva, pero creo que cumple bien su cometido). Lo que le mantiene no es más que la fidelidad de su mujer y sus hombres. Se trata de un desenlace curioso para una serie de películas dedicadas a un héroe.

Lo que podemos ver hoy día de Diary of Chuji’s Travels apunta sin duda a que era una gran película. Quizá el estatus que le confirió la encuesta de Kinema Junpō le haga algo de daño por las altísimas expectativas que genera, pero sigue siendo una de las obras clave del cine mudo japonés. No obstante, hay muchos detalles que hemos perdido con el metraje de la primera y segunda partes. Según parece, a lo largo de las tres películas, había unos motivos regulares que iban repitiéndose y que lógicamente no podemos detectar en esta versión. Tampoco podemos apreciar la forma como Ito Daisuke iba cambiando el tono de la trama, del estilo más ágil basado en la acción de la primera, al sentimentalismo de la segunda hasta la oscuridad de la última parte. Sin duda, viéndolo en conjunto podríamos apreciar realmente todo el trabajo que hay tras esta obra, pero teniendo en cuenta que es literalmente un milagro que nos hayan llegado estos 105 minutos, debemos estar agradecidos y disfrutarlos.

Apéndice

Éste es el listado completo de las diez mejores películas japonesas de la historia según Kinema Junpō en 1959:

  1. Diary of Chuji’s Travels (Chuji Tabinki, 1927) de Ito Daisuke.
  2. Las Hermanas de Gion (Gion no shimai, 1936) de Kenji Mizoguchi.
  3. He Nacido, Pero… (Umarete wa mita keredo, 1932) de Yasujiro Ozu.
  4. Earth (Tsuchi, 1939) de Tomu Uchida.
  5. El Ángel Ebrio (Yoidore tenshi, 1948) de Akira Kurosawa.
  6. Nubes Flotantes (Ukigumo, 1955) de Mikio Naruse.
  7. Vivir (Ikiru, 1952) de Akira Kurosawa.
  8. Veinticuatro Ojos (Nijushi no itomi, 1954) de Keisuke Kinoshita.
  9. Darkness at Noon (Mahiru no ankoku, 1956) de Tadashi Imai.
  10. Five Scouts (Gonin no sekkōhei, 1938) de Tomotaka Tasaka / A Japanese Tragedy (Nihon no higeki, 1953) de Keisuke Kinoshita.

De todos modos, a día de hoy seguramente nos sintamos más identificados con la selección que hizo la revista el 2009, mucho más cercana a nuestro canon.

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