Una de las grandes virtudes del Festival de Cine Mudo de Pordenone para aquellos locos que sentimos una fascinación especial por el cine mudo es que ofrece una programación repleta de títulos fuera de lo común. Este año tenemos por ejemplo un ciclo dedicado a Sinfonías de Ciudades, pero no solo queda fuera la famosa Berlín, Sinfonía de una Ciudad (1927), sino otras sinfonías que sin alcanzar el estatus de esa obra maestra son más o menos conocidas por los seguidores del cine mudo, como Manhatta (1921) de Paul Strand. Lo mismo sucede con el programa dedicado a comedias soviéticas, donde no hay ni rastro del director más recordado del género, Boris Barnet. En otras ocasiones, cuando se programa un film conocido, el aliciente está en la nítida calidad de la copia presentada y en el excelente acompañamiento musical en vivo.
Todo esto queda puesto de manifiesto, como veremos a continuación, desde el primer día del Giornate del festival.
3 de octubre
La jornada de cine mudo empezó para este Doctor con dos sinfonías de ciudades. La primera es un cortometraje del fotógrafo Moholy-Nagy, Großstadt Zigeuner (1932), que retrata a la comunidad gitana que vivía en ciertos barrios de Berlín. Lo intereresante de este tipo de films documentales es su estilo tan libre y auténtico: planos mal encuadrados con movimientos bruscos de cámara, los personajes sin maquillar y con un comportamiento genuinamente auténtico, las miradas a cámara, etc. No obstante, es curioso que pese a su voluntad documental, Moholy-Nagy no pueda evitar caer en la tentación de crear algo parecido a una trama al mostrarnos una pelea que o bien está recreada o bien se ha compuesto con ayuda del montaje.
El siguiente film da mucho más juego: Welstadt in Flegeljahren. Ein Berich Über Chicago (1931) de Heinrich Hauser, periodista y fotógrafo alemán autor de un libro sobre sus experiencias en la ciudad americana que le serviría de base para esta versión en formato fílmico. La película sigue la estructura más típica de una «sinfonía fílmica» con varias partes diferenciadas: el inicio rural con protagonistas afroamericanos, la llegada a la ciudad, las imágenes de máquinas de construcción, el retrato de las personas más desfavorecidas y el tiempo de ocio en la playa.
En mi opinión el film va de menos a más. Los primeros minutos en el río tienen esa inocencia que aún conservaba el cine documental de esa época al filmar los paisajes casi como si fuera la primera vez que los capta una cámara de cine,, fijándose en detalles como los remolinos de agua o la luna llena contra las siluetas de los árboles. La parte dedicada a las máquinas («monstruos», según Hauser) revela a su vez una fascinación por la tecnología y la mecánica. El segmento dedicado a los más desfavorecidos es el mejor de todos, y tiene mis planos favoritos. Cuando se nos ofrece un montaje paralelo entre los pobres malviviendo en la calle y los coches destrozados en descampados, este Doctor no pudo evitar emocionarse. Pero el director opta por acabar con una nota alegre filmando a la gente en la playa («Tan poca agua para tanta gente»), mostrándonos los extravagantes juegos que se practicaban por entonces. Como broche final, un rótulo menciona que los actores van a hacer un saludo de despedida y vemos a unos niños haciendo travesuras ante la cámara. Un desenlace entrañable para un film no exento de crítica.
Seguidamente vimos un cortometraje noruego bellamente coloreado, Tiger-Henriksen (1910), en que un domador se dedica a hacer perrerías a unos pobres tigres que probablemente deberían estar en la jungla. Me quedé con ganas de ver el momento en que los felinos se dan cuenta de que están en superioridad numérica y atacan al domador.
Le siguió con mejor fortuna la primera muestra del ciclo de comedias soviéticas: Can’t You Just Leave Me Out (Nelzia li bez menia, 1932) de Viktor Shestakov, una comedia costumbrista protagonizada por un sufrido padre de familia que vive en una casa sumida en el caos y decide irse a comer a una cantina pública para escapar del infierno del dulce hogar. Pero, ay, la experiencia en la cantina es aún peor: cuando llega hay tal cola para entrar que se queda fuera, y al día siguiente se encuentra con que la comida es asquerosa y el servicio terrible. Esta es la parte más divertida y recomendable del film, con buenas dosis de humor costumbrista y detalles hilarantes: el completo desorden de la casa del protagonista, el cliente que mientras protesta al director de la cantina se va comiendo disimuladamente la comida de éste, el buzón de reclamaciones que es en realidad una papelera, la falsa descripción que el protagonista hace a su esposa de la cantina…
Desafortunadamente, en este punto nos damos cuenta de que estamos ante un film soviético, y por tanto da un giro previsible en que una serie de honestos trabajadores se rebelan y convierten la cantina en un improbable restaurante exquisito y ordenado. Se hace evidente, pues, la voluntad propagandística de la película, que según parece en su primer montaje era mucho más incisiva y se modificó posteriormente en la segunda parte para hacerla más acomodaticia. Una lástima, pero aun así recomendable y divertida.
Y acabamos con la película que abrió la ceremonia de inauguración del festival: Romeo y Julieta en la Nieve (1920) de Ernst Lubitsch. Ésta vino precedida por los inevitables discursos iniciales que en esta ocasión tenían un tono de melancolía porque se trata del último año de David Robinson como director del festival, labor que lleva desempeñando desde 1997 y en la que le echaremos de menos. Pero volvamos a Lubitsch: se trata de una divertidísima parodia en el estilo más bruto de su época alemana (nada del humor elegante de sus comedias americanas), y cuyo excelente uso de los paisajes nevados me recuerda a El Gato Montés (1920). En su versión de la tragedia de Shakespeare, ni Romeo ni Julieta son bellos héroes, sino que son ridículos como el resto de personajes, con la sola salvedad de que se nos hacen un poco más entrañables. Resulta una farsa ligera, muy bien dirigida, y en que los personajes se encuentran en el límite de lo excesivamente grotesco pero sin sobrepasarlo. A destacar la soberbia calidad de la copia que se nos proyectó y el magnífico acompañamiento musical de Antonio Coppola.
En cuanto al segundo film, Maciste Alpino (1915), ya les hablamos de él en su momento.
- Detalle curioso a destacar: el tipo del documental de Chicago que hacía punching ball con una pelota atada a la cabeza (!!).
- Momento favorito del público: la escena del baile de Romeo y Julieta en la Nieve, con el terrible disfraz de ángel del pretendiente estúpido de Julieta.
- Mi momento favorito: los planos de los coches abandonados en contraste con las personas desfavorecidas en el documental de Chicago, así como la autenticidad e inocencia de los niños saludando a cámara al final. Un recuerdo de unos tiempos en que ser filmado era un hecho excepcional.
4 de octubre
Empezamos el día con una dosis de sinfonías de ciudades, comenzando por Hoogstraat (1929) del cámara Andor von Barsy, quien define su propia obra como una película absoluta. Es un film bonito y plácido que centra la atención en los escaparates de las tiendas y los entrañables juguetes de la época. De Steeg (1932) de Jan Koelinga también se sitúa en Rotterdamm pero ofrece un enfoque muy diferente, más centrado en los barrios pobres y con un estilo más rítmico, interesado en captar la vitalidad de la gente y los niños. Muy similar es en estilo e intenciones Pierement (1931) de Jan Teunissen, con el añadido de utilizar la llegada de un pobre organillero como punto de partida y conclusión del film.
Mi favorito de esta sesión fue no obstante Montparnasse (1930) de Eugène Deslaw, una pequeña maravilla de quince minutos que me conquistó por su estilo más vanguardista que documental, plagado de movimientos de cámara repentinos, encuadres muy extraños y una forma de abordar los objetos y lugares que revela un interés por captar la cualidad estética de las formas. Además vemos un rebaño de cabras y juraría que también vi a Luis Buñuel en un plano de las cafeterías parisinas.
El ciclo Victor Fleming se inauguró de forma inmejorable con When the Clouds Roll By (1919), una película absolutamente sensacional con Douglas Fairbanks de la que prefiero hablar más adelante en un post aparte con todo detalle. Ver una película de Fairbanks siempre es un placer, pero además ésta es quizá la que mejor refleje su filosofía tan optimista y vitalista del mundo que le hace tan especial.
Pasemos pues al ciclo de orígenes del western con varios cortos de la primera década del siglo pasado. El primero, The Cattle Rustlers (1908), que trata sobre ladrones de ganado, no me emocionó especialmente más allá de su innegable valor histórico, o quizá fue que me costó ponerme en situación, porque del resto sí que saqué detalles dignos de mención. Aunque nos faltan los rollos iniciales de A Mexican’s Gratitude (1908), disfruté de su sencilla historia basada en la lealtad, en que un hombre acaba devolviendo años después el favor a otro que le salvó la vida. Situaciones sencillas y algo arquetípicas pero que siempre funcionan. Saved by the Pony Express (1911) se basa obviamente en mostrarnos cómo un jinete corre una larga distancia para salvar a un hombre a punto de ser acusado en un juicio de un asesinato que no ha cometido (el jinete era presumiblemente una estrella de rodeo que por tanto nos exhibe en pantalla su habilidad para saltar de un caballo a otro). A destacar la surrealista escena en que un vaquero se mata a sí mismo por accidente al caérsele una pistola al suelo y dispararle al pecho (!), pero aún tiene tiempo de escribir antes de morir una nota que dice «Me he matado por accidente» (!!). Eso es pensar en todo en tus últimos segundos de vida.
Under Western Skies (1910) es uno de mis favoritos por mostrar a personajes alejados de los arquetipos de «bueno/malo». Una muchacha es acosada en su casa por tres vaqueros de aviesas intenciones motivados por el alcohol y le promete a uno de ellos que se casará con él si le protege de los otros. Éste lo hace y a cambio la fuerza a convertirse en su esposa. Obviamente, ella no parece muy complacida de ser su mujer y se escapa con su prometido. Ambos recalan en el desierto donde desfallecen sin agua (¿de quién rayos fue la idea de irse al desierto?) y ahí descubre que su prometido no era tan bueno como pensaba ni su marido tan malo como creía. Por otro lado, The Ranchman’s Vengeance (1911) – que, lo han adivinado, trata de una venganza – destaca por sus protagonistas mexicanos y por situar la lucha final en la costa, algo muy poco habitual en el western que me trae a la mente El Rostro Impenetrable (1961) de Marlon Brando.
En general lo que me gusta de estos westerns es que tienen una estética y estilo algo diferentes a los clásicos que conocemos. El vestuario, los decorados, el comportamiento de los personajes… todo ello ya apunta al western clásico pero no es todavía exactamente igual; se nota que son unos códigos que están cogiendo forma y que aún no se han estandarizado.
La sesión de tarde se inauguró con un pequeño cuento muy hermoso, Der Märchenwald – Ein Schattenspiel (1920), filmado en sombras utilizando las siluetas de los actores. Le siguió un documental destinado únicamente a los que estén muy interesados en la historiografía del cine (aquí me incluyo): Thirty Years of Motion Pictures (1927), que repasa desde el punto de vista americano de la época la historia del cine hasta ese momento. Resulta muy curioso, aunque es un tanto disperso a la hora de pasar de un tema a otro, e incluye metraje que sigo sin entender a cuento de qué venía (los planos aéreos de los aviones, bellísimos por otra parte).
Y pasamos pues a la gran sorpresa del día, encuadrada en la sección «Italian muscle in Germany», films alemanes protagonizados por actores italianos fortachones que se hicieron un nombre realizando películas fuera de su país. Por favor, tomen nota de este título: Der Unüberwindliche (1928) de Max Obal. Un film sobre un famoso escapista de circo que debe demostrar su inocencia en el robo de unas joyas y liberar a su prometida secuestrada con la ayuda de su fiel mano derecha y, no se lo pierdan, de unas 15 o 20 hermosas jovencitas que son sus inseparables acompañantes tanto en el número de circo como en la vida real. Ante una premisa así, ¿quién puede resistirse?
Se trata de una comedia de intriga sensacional que encantó al público de la sala. Es una obra concebida a gloria del acróbata Luciano Albertini, que encarna al protagonista Spaventa, una especie de Douglas Fairbanks (sin su carisma, claro está) por su agilidad y sentido del humor. A Spaventa nunca parece preocuparle nada y sabemos que siempre se saldrá con la suya: cuando la policía le detiene erróneamente, éste se escapa, no para probar su inocencia, sino para casarse; y al final del film, cuando está más en peligro que nunca, parece más preocupado por acudir a su función de la tarde que por atrapar a los criminales. El film tiene un ritmo endiabladamente fluido y contiene una secuencia muy vistosa de rescate en unas montañas al lado de un río. Uno de los grandes descubrimientos del festival, un retorno a esa faceta tan ilusionante y encantadora del cine.
Le siguió a continuación la sección dedicada a América Latina, con tres films argentinos. El primero era una recopilación de cortos animados de Quirino Cristiani, conocido (es un decir, por desgracia) por ser el autor del primer largometraje animado de la historia. No obstante, estos cortos se nos escapan un poco al ser sátiras políticas difíciles de entender sin su contexto. Más extraño fue el corto que le siguió, Industriales Progresistas Fábrica de Cigarrillos Fernández & Sust (1929), que tal y como indica su título era un corto documental propagandístico sobre las excelencias de esta marca de tabaco a través de un viaje por sus instalaciones. Y por último, Entre los Hielos de las Orcadas (1927), un documental sobre una expedición al Antártico, el más interesante de los tres.
¿Y qué mejor forma de acabar el día que con otro Fairbanks junto a Victor Fleming? En este caso se trata de The Mollycoddle (1920), en que nuestro amigo Doug empieza de forma muy cómica encarnando a un americano ricachón expatriado en Mónaco cuyos modales tan amanerados le hacen pasar por un inglés. Por supuesto, pronto se convertirá en héroe, pero en su faceta más puramente cómica Fairbanks está irresistible, y en este caso disfruto más de la primera parte del film que la segunda, en que hay peleas con traficantes de diamantes e indios.
Dos alicientes más del film. El primero es contar con la participación real de indios, con los que Doug improvisa algunas escenas cómicas (por momentos parece que hasta se olvida de la trama). El segundo es ese estilo tan libre, desenfadado y original de las películas de Fairbanks. En sus primeros minutos, para recrear cómo se imagina el protagonista la ciudad de Nueva York, vemos una escena cómica del Nueva York contemporáneo pero poblado por cowboys. Más llamativo es el hecho de que se nos explique la trama de los diamantes con una secuencia totalmente animada. ¿Por qué? Bien, ¿y por qué no? ¿En qué momento el cine perdió esta frescura, esta capacidad para atreverse con cualquier idea por alocada que fuera como se ha visto en los dos films de Fleming y Fairbanks de hoy?
- Joya a descubrir: Der Unüberwindliche (1928) de Max Obal
- Detalle curioso a destacar: las pobres trabajadoras de la fábrica de cigarrillos obligadas a levantarse y gritar un «¡Viva España!» para las cámaras. Sus rostros no se correspondían con el entusiasmo que prometía el rótulo…
- Momento favorito del público: el vaquero que se mató accidentalmente escribiendo antes una nota para dejar constancia de ello.
- Mi momento favorito: la pesadilla de Douglas Fairbanks en When the Clouds Roll By. Hablaremos con más detalle de esta sensacional película.
5 de octubre
Cuando uno se levanta temprano después de haber dormido un número insuficiente de horas para ver una serie de cortos alemanes que recrean escenas de óperas y operetas tiende a pensar que se ha vuelto algo excéntrico con la edad. Por suerte, en Pordenone este Doctor no se siente tan solo al llegar a la sala y ver que hay más gente que ha acudido por idénticas razones. El primer programa es, obviamente, una selección de tornbilder, cortos de unos tres minutos pensados para proyectarse con un disco. El año pasado ya hablé sobre este tipo de films, que rebosan un encanto especial en su estilo tan sencillo hijo de su época.
Saltemos a la siguiente proyección, que era una de las que esperaba con más ganas de esta edición. En una conferencia del año pasado sobre comedias soviéticas, uno de los programadores mencionó una joya totalmente desconocida fuera de Rusia que prometió traerse el año siguiente. Y cumplió su palabra. Se trata de Two Friends, a Model and a Girlfriend (Dva Druga, Model i Podruga, 1925) de Aleksei Popov sobre la que voy a ser directo: me gustó muchísimo. Trata sobre dos amigos que inventan una máquina para agilizar la producción y salen de su pequeño pueblo a la capital del distrito para darla a conocer. Por el camino coinciden con una chica de su pueblo de la que uno de ellos se enamorará y un enemigo intentará frustrar sus planes.
Es uno de esos casos de películas que parecen sencillas por lo modesto de su argumento pero que están hechas con una delicadeza y un encanto que otros directores más virtuosos son incapaces de captar. Hay varios momentos con un tono casi lírico que son una maravilla, como ese viaje en balsa improvisada al atardecer, o cuando Popov se centra en los pasajeros del barco y muestra pequeñas escenas cotidianas muy auténticas y rebosantes de ternura. Por otro lado, el dúo protagonista tiene una gran química y captan perfectamente el compañerismo entre ambos amigos sin caer nunca en la sensiblería, siempre desde el sentido del humor. Una película divertida, magníficamente acabada y muy especial.
El programa de la tarde estaba dedicado a cortometrajes en que se retrataba a la población afroamericana, ya imaginan de qué manera. A Fool and his Money (1912) y Fish (1916) juegan con el prototipo de negro bobalicón y vago, interpretados de forma exagerada según los tópicos de la época. En el caso de A Fool and his Money, se trata de una de las primeras películas que se conservan interpretada en su totalidad por actores afroamericanos, mientras que la segunda cuenta con actores blancos pintados de negro y está protagonizada por un artista muy célebre en la época, Bert Williams, al que más adelante se le dedicó otra sesión. Por otro lado, la adaptación de La Cabaña del Tío Tom (1914) de William Robert Daly tiene propósitos más encomiables, pero tiene el mismo defecto de muchas adaptaciones de clásicos de la literatura: acaba siendo un resumen de fragmentos y trazos del libro más que transmitir realmente su esencia. En su afán por ser respetuoso con el material original, el director acaba haciendo un film correcto pero muy encorsetado y rutinario, en que incluso hay algunos segmentos que narrativamente cuestan un poco de entender si uno no ha leído la obra original. A cambio, es remarcable que tuvieran el detalle de dar el papel de Tío Tom a un actor afroamericano (Sam Lucas) en vez de a un blanco pintado de negro.
El plato fuerte del día (y uno de los principales de todo el festival) vino esa noche con la última restauración de la mítica Diary of Chuji’s Travels (Chuji Tabinki, 1927) de Ito Daisuke, considerada una de las obras más importantes del cine mudo nipón. Como se trata de una película de la que hay mucho que comentar, comenzando por su descubrimiento y sus varias restauraciones, mejor le dedicaré un post a ella sola justo cuando acabe mi diario dedicado a Pordenone. De entrada sí que anticipo que no pudimos verla en su totalidad, ya que de las tres partes que la integran solo se conserva el final de la segunda y la tercera en su casi totalidad. A cambio, tuvimos el acompañamiento de un benshi y de varios músicos japoneses que contribuyeron a hacer la velada muy especial.
Si me lee algún veterano de Pordenone, podrá confirmar que las sesiones que tienen lugar a última hora de la noche suelen provocar algo de inquietud, ya que uno no sabe si aguantará despierto después de más de ocho horas viendo películas (y más cuando se tiene la edad de este anciano Doctor). Por ello en este caso no sabía qué pensar de un film alemán que no me sonaba de nada, Der Tunnel (1915) de William Wauer, encajado en el ciclo de redescubrimientos.
Pero no había de qué preocuparse. Cuando en la presentación inicial de personajes vi que uno de ellos era, literalmente, «el hombre más rico del mundo», supe que no me aburriría. Y acerté. Der Tunnel tiene sus defectos, pero no es una película pesada, ni siquiera cuando llevas desde las 9 de la mañana viendo películas y es casi medianoche. El argumento se basa en una novela de Bernhard Kellermann que se adaptaría más veces y que trata sobre un proyecto de construir un túnel subterráneo entre Europa y América. La película entiende a los personajes como masas más que como seres individualizados, y de hecho la preocupación por su psicología es nula. A cambio está excelentemente dirigida; William Wauer no tiene nada que envidiar en ese sentido a los realizadores contemporáneos de la época. El defecto está en que obviamente cuando se vuelve a centrar en los personajes flaquea, pero aun así es una película remarcable, asombrosamente ágil y capaz de manejar sin problemas escenas de gran envergadura.
- Joya a descubrir: Two Friends, a Model and a Girlfriend (Dva Druga, Model i Podruga, 1925) de Aleksei Popov.
- Detalle curioso a destacar: en uno de los documentales de la I Guerra Mundial que se proyectaron durante la mañana pudimos ver cómo en los Alpes el ejército improvisó un altar de hielo para una misa. Por tanto, no hay excusa que valga para perderse la ceremonia: ni estar en mitad de un brutal conflicto bélico ni hallarte en medio de una montaña helada.
- Momento favorito del público: en Der Tunnel hay una escena en que el protagonista tiene el poco tacto de decirle en su noche de bodas a la adinerada mujer con la que se acaba de casar que no va a hacerle ni puñetero caso, y que va a dedicar todo su tiempo a la construcción del túnel (presumiblemente con el dinero de ella al que él acaba de acceder). La reacción de ésta arqueando las cejas como queriendo decir «Pues vaya, qué le haremos…» hizo soltar una carcajada al público. No está bien reírse en una proyección pública de gestos o expresiones que han quedado anticuados, pero a veces es inevitable.
- Mi momento favorito: los preciosos planos en Two Friends, a Model and a Girlfriend de la balsa al atardecer con los tres protagonistas a bordo.
Enlaces al resto de las crónicas del Doctor Caligari en Pordenone:
¡Qué rabia leer de tan buenos descubrimientos de películas y no poderlas ver por ningún lado! Pero bueno, quedan anotadas por si en alguna ocasión aparecieran por youtube o quién sabe. Esperaremos con ganas de leer más sobre ellas.
Gran cita pues de nuevo. Sin duda tiene que tener un encanto especial. ¡muchas gracias por compartir la experiencia con todos!
Un saludo
Me hago cargo de que muchas de las recomendaciones que hago de Pordenone son un poco «inútiles» porque no se pueden conseguir de ninguna forma. Pero de todas formas, nunca se sabe cuando pueden salir en DVD, proyectarse en alguna filmoteca cercana o filtrarse por la red. Sin ir más lejos hoy he sabido que el famoso Sherlock Holmes que veremos mañana saldrá en DVD este mismo año, ¡así que al menos con esta película no tendrán que quedarse con las ganas! No perdamos pues la esperanza con el resto
Un saludo.
The next big thing después de ir a Pordenone es leer tus informes sobre el festival. Sé de lo que hablo porque he hecho ambas cosas. Y sigo perplejo sin saber dónde encuentras el tiempo para escribir estas cosas informadas, inteligentes y llenas de sentido del humor y, al mismo tiempo, asistir a las sesiones, participar en conferencias, hacer networking, comer, dormir, etc😎. No sé decirte lo que hecho de menos este año, si la continuación de las comedias rusas, si las menos conocidas sinfonías urbanas, si la raridad de Ito Daisuke. Seguramente las charlas contigo, estimado doctor, mientras desafiábamos juntos las hordas de franceses por los mejores sitios en la sala.
Un abrazo cinéfilo fuerte
Amigo cinéfilo invertebrado realmente es una pena que no haya podido venirse este año porque se le echa mucho en falta como compañero para esas maratonianas sesiones de cine mudo. Es una lástima que Pordenone sea justo en la temporada alta de festivales de cine y que sea difícil reservarle un hueco en su apretada agenda.
Y sobre cómo me las manejo para hacer todas esas cosas a la vez… bueno, para alguien como el Doctor Caligari comer y dormir son necesidades más bien secundarias y a veces hasta prescindibles.
Un abrazo y gracias por su amabilísimo comentario.
echo, por supuesto
[…] as can be read in blogposts by Quinlan (Daria Pomponio), SilentLondon (Pamela Hutchinson), and El Testamento del Doctor Caligari, as well as a large article in the Italian newspaper Il Manifesto. Finally I was interviewed by TV […]