Filmar un homenaje al cine mudo recreando ese mismo lenguaje es un ejercicio que puede entrañar unos pequeños riesgos. La película puede acabar convirtiéndose en una obra entrañable que contaría con la simpatía de todos los que compartimos esa pasión, pero que quizá no tendría vida propia más allá que como bonito homenaje. Lo interesante (y lo más difícil) es hacer un film que homenajee a esa época y no busque ser una simple copia de un lenguaje que ya no se utiliza, sino que de alguna manera le dé vida propia. Y eso es lo que consigue maravillosamente To Sleep So As To Dream (1986).
En su debut como realizador, Kaizo Hayashi decidió homenajear al cine mudo japonés con una película misteriosa, que lejos de permitir al espectador recrearse cómodamente en su maravillosa estética, le conduce hacia una trama confusa y en ocasiones abiertamente cómica. Los protagonistas son dos detectives a quienes les llega el encargo de localizar a una mujer secuestrada por un tal M. Pathé (¿han captado ya uno de los guiños más obvios de la trama?), el cual reclama un rescate de un millón de yens. Siguiendo las pocas pistas a su alcance se verán envueltos en un confuso entramado de callejones sin salida.
Lejos de ser una película que se tome demasiado en serio a si misma en tanto que homenaje a una época perdida del cine, To Sleep So As To Dream opta por el estilo confuso y eminentemente lúdico de los seriales de esa época, con situaciones tan rocambolescas que rozan lo absurdo. Ese enfoque contrasta en cambio con el estilo tan deliberadamente seco que le da Hayashi a la cinta: en su mayor parte no hay banda sonora y solo escuchamos unos pocos efectos sonoros y las voces que están grabadas. Esta forma de jugar con el silencio absoluto salvo excepciones puntuales es uno de los detalles que hacen que la película tenga un estilo más moderno, y no una simple recreación de la estética muda.
Destacan también los múltiples homenajes a la época, desde el serial del hombre enmascarado a la figura del benshi (de la que ya les hablamos hace tiempo) o las fotografías de actores de la época. Pero el mayor homenaje de todos es el sorprendente giro final que hace que la película adquiera un tono mucho más emotivo, y que les recomiendo no leer si piensan verla.
En el momento en que el protagonista se convierte sin saberlo en el héroe enmascarado del serial, la película da un último giro inesperado en que realidad y ficción acaban de confundirse del todo: al final la misión del detective es acabar ese serial mudo que no pudo llegar a completarse y rescatar a la joven (una anciana en esos momentos) que nunca pudo llegar a saber qué sucedía con ese personaje. Esa especie de Norma Desmond que contemplaba una y otra vez el último capítulo del serial ve por fin colmado su último deseo y muere con la tranquilidad de conocer su desenlace. Cine y ficción se aúnan del todo y el detective protagonista consigue terminar su misión.
Un desenlace precioso que, jugando de forma muy hábil con la metaficción, se convierte en uno de los homenajes más originales y auténticos que haya visto a la era muda.