Es innegable que Monsieur Gance era un tipo megalómano. Muy megalómano. Como prueba de ello tienen el gran proyecto de su vida, una biografía sobre otra figura megalómana, Napoleón, que duraba más de cinco horas; que solo abarcaba hasta cuando el protagonista consigue el mando del ejército porque el director tenía previsto rodar cinco secuelas más y que, además, tenía como título Napoleón vu par Abel Gance (Napoleón visto por Abel Gance)… Después de todo, ¿no era Abel Gance lo suficientemente importante como para ocupar el título de la película junto a ese tal Napoleón?
Como ven, Monsieur Gance iba a por todas, pero lo más interesante es que Napoleón (1927) es una obra que está realmente a la altura de sus ambiciones: un film monumental, cinematográficamente impecable y técnicamente tan apabullante como adelantado a su época. Ya les hablamos hace un año de algunas de las innovaciones que Gance introdujo en mi película favorita de su carrera, La Rueda (1923), pero en esta ocasión nos centraremos en una de las innovaciones más llamativas de Napoleón: la triple pantalla.
Después de más de cinco horas dedicadas a la historia de Francia y a una de sus figuras más célebres, Gance era consciente de que al final de la película tenía que introducir algo para darle un tono aún más épico. Pero, ¿cómo puedes impresionar aún más al espectador después de un apabullante festín de grandes decorados, montajes acelerados, travellings dinámicos y sobreimpresiones de todo tipo? A estas alturas, ¿qué le puede uno ofrecer como gran final que le haga levantarse eufórico de la butaca? Está claro que una pantalla se queda corta para ofrecer algo a la altura de tales expectativas. Hacen falta tres.
De esta forma, Gance planificó que la secuencia final del film incluyera una especie de formato panorámico primitivo que debía proyectarse en tres pantallas unidas horizontales. Un crítico de la época bautizó este invento como Polyvision, aunque a la práctica solo se intentó llevar a cabo en este film.
La idea inicial de Gance era que esta secuencia permitiera encuadrar todo el escenario con tres cámaras, pero pronto se dio cuenta de que era terriblemente complicado sincronizar los tres encuadres para que, una vez proyectados, dieran la sensación de un mismo plano alargado. Así pues decidió que cada pantalla mostrara algo totalmente distinto, haciendo que su Polyvision funcionara más bien como una pantalla partida. Obviamente, Monsieur Gance no fue el primero en utilizar la técnica de la pantalla partida – uno de los ejemplos más famosos es el de la magnífica Suspense (1913) de Lois Weber, que les mostramos abajo – pero resultaba muy novedoso por el uso de tres pantallas a la vez.
Dicha secuencia, que en su momento culminante se coloreaba con los colores de la bandera de Francia (Vive la France!!), no podía proyectarse en la mayoría de los cines de la época al no tener la equipación necesaria para ello, de modo que a menudo sencillamente se visualizaba el contenido de la pantalla central, perdiéndose el efecto. A la práctica, no fue hasta que el historiador Kevin Brownlow presentó su famosa restauración de la película en los años 70 que dicha secuencia fue resucitada y pudo ser apreciada por el gran público.
Las restauraciones que nos han llegado hoy día por suerte conservan el tríptico e incluso la última restauración en DVD y Bluray incluye un detalle muy interesante como extra: en cada uno de los tres DVDs de la edición se incluye dicha secuencia mostrando únicamente el contenido de una de las tres pantallas, de modo que si ustedes tienen en casa tres televisores ¡pueden unirlos y sorprender a sus visitas recreando el famoso tríptico! Así que ya saben, ahora no tienen excusa para no rendir tributo a Abel Gance como se merece en sus hogares rememorando una de las secuencias más impresionantes de una película de por sí apabullante.