Después de haber descubierto al cómico Raymond Griffith en la divertida Regalo de Boda (Paths to Paradise, 1925) estuve echando un vistazo a las páginas que le dedicaba a él el experto en cine mudo Kevin Brownlow en su imprescindible The Parade’s Gone By. Ahí leí que hacía referencia a otra película de Griffith, Hands Up! (1926), que tenía fama de ser una de sus obras más divertidas, así que no tardé en buscarla en mi archivo y desempolvarla para darle un visionado con mi compañero Cesare.
Situada en la Guerra de Secesión, Griffith encarna en ella a Jack, un espía del bando confederado que debe sabotear los intentos del ejército de la Unión para proveerse con un cargamento de oro de una mina recién descubierta. Para llevar a cabo su plan se hace pasar por un aliado de la Unión mientras en paralelo intenta boicotear los planes para sacar el valioso cargamento de la mina.
Crédito: Silentfilmstillarchive.com
Hay un hecho inevitable a la hora de comentar Hands Up! dado su género, temática y año de estreno, y es compararla con El Maquinista de la General (The General, 1926) de Buster Keaton, al ser dos comedias ambientadas en la Guerra de Secesión estrenadas el mismo año. Y no, la de Griffith no es un intento de «subirse al carro» a la de Keaton… ¡de hecho se estrenó muchos meses antes!
Lo interesante para mí de esta comparación es que siempre se ha dicho que si el filme de Keaton fracasó en taquilla es porque no podía funcionar un filme sobre la Guerra Civil Americana o, en todo caso, porque una comedia en que se veía como moría gente no podía resultar divertida al público de la época. Pues si Hands Up! funcionó en taquilla (y aunque no he encontrado datos concretos todo parece asegurar que sí) resulta una refutación absoluta de estas teorías.
Crédito: Silentfilmstillarchive.com
No solo está ambientada en la misma guerra y cuenta con un protagonista que está también en el bando confederado… sino que lo que más me ha sorprendido es su desenfadado humor negro. En la escena inicial se le dice al protagonista en una cabaña solitaria que solo tres personas conocen su misión. Una bomba cae y mata a una de las tres personas que estaban en la cabaña. Su interlocutor entonces rectifica: «Bueno, ahora solo dos personas conocen esta misión». Más adelante un pelotón está a punto de fusilar a Jack, pero éste muestra una pasmosa indiferencia e incluso pide a una mujer que no se cruce en el camino porque ése es un fusilamiento individual. Hacia el final habrá una serie de rifirrafes para salvarle de ser ahorcado en medio de los cuales alguien tira constantemente de la cuerda colgándole por los aires temporalmente hasta, por suerte, dejarle caer de nuevo al suelo.
No, no es cierto que el público de 1926 no aceptara el humor negro. Pero sí que creo que lo que perjudicó a nivel de taquilla a El Maquinista de la General fue su enfoque – que por otro lado es lo que haría que este filme sea muy superior al de Griffith. Keaton hizo una recreación tan esmerada y cuidada de la Guerra de Secesión que podría colar como una película seria (de hecho Orson Welles dijo que era el mejor filme que se había hecho sobre la contienda). Entiendo que eso quizá al espectador de la época le impedía un poco estar en modo humorístico. Pero eso no sucede en Hands Up!, que es una comedia tan absurda y, a veces, tonta que es imposible tomarla en serio por mucho que el contexto sea el que es y mueran personajes en ella.
Crédito: Silentfilmstillarchive.com
Ello tampoco es algo que pretenda echarle en cara al filme, simplemente son enfoques distintos. El de Keaton era mucho más ambicioso y dio lugar a una de las obras cumbre del cine a la que el tiempo ha dado la razón, el de Griffith simplemente pretende ser una divertida comedia que en su momento fue bien recibida y luego quedó olvidada. De hecho parte de la gracia de Hands Up! es lo absurdo de la mera presencia de Raymond Griffith en ese contexto, quien en lugar de ir caracterizado con el vestuario adecuado va ataviado con el elegante sombrero de copa y la capa que caracterizaban a su personaje en todos sus filmes. La mera idea de verle en una obra sobre la Guerra de Secesión con su famosa pose elegante ya constituía un gag en si mismo.
Del mismo modo buena parte de los gags se basan en su célebre personalidad de hombre elegante, cínico y siempre resolutivo, que ni siquiera en situaciones límite parece preocupado. Alguien en internet lo comparaba con Bugs Bunny y creo que no es desacertado en el sentido de que siempre sabemos tanto nosotros como, sobre todo, él que se acabará saliendo con la suya y, por tanto, nunca llegamos a temer del todo por su vida. De ahí la gracia de que se tome tan a recochineo un pelotón de fusilamiento o el gag tan absurdo y surrealista con el que escapa, dibujando una silueta suya en la pared para engañar a los soldados (¡puro dibujos animados!).
Crédito: Silentfilmstillarchive.com
También buena parte de la gracia del personaje es ese cinismo tan exento de sentimentalidad (como ya dije en la anterior reseña, Kevin Brownlow lo definía como un cruce entre Max Linder y Adolphe Menjou), que aquí se lleva a su máximo paroxismo cuando conoces a dos hermosas hermanas en una diligencia y le hace la corte a las dos a la vez. En el momento cumbre, coge a cada una de una mano y se la besa a la vez, seduciendo a las dos jovencitas al mismo tiempo sin que éstas sean conscientes del engaño.
Este doble romance que utiliza de forma claramente egoísta (en cierto momento les pide a ambas en matrimonio para salir airoso de uno de sus planes) acabará solucionándose con la aparición del célebre mormón Brigham Young, cuyo matrimonio con múltiples esposas le dará a Jack la solución a sus problemas: un ménage à trois en toda regla.
Crédito: Silentfilmstillarchive.com
La película resulta francamente divertida y con un ritmo bastante ágil por parte del director Clarence Badger, aunque para mi gusto pega un pequeño bajón en la escena con los indios, que cae en los típicos gags algo manidos de ver a esos salvajes haciendo cosas impropias de ellos como apostar a los dados y practicar bailes modernos.
En el libro de Brownlow se menciona que en el rodaje Griffith quiso deshacerse del gran cómico Mack Swain, que está fabuloso como padre de las chicas, porque creía que provocaba demasiadas risas. Aparentemente Griffith era terriblemente vanidoso y por ello apenas utilizaba gags en que él fuera el objeto de burla. En sus películas, su personaje mayormente provoca los gags a costa de otros, o se basan en su rapidez o imaginación para solventar situaciones difíciles, pero nunca hacía el ridículo. Es un enfoque radicalmente distinto de los clásicos clowns de comedia, que en sus peores expresiones de lo que pecan es de querer provocar demasiadas risas fáciles a su costa. A Griffith, como a su personaje, le gustaba tener la sensación de que siempre se saldría con la suya y de que todo estaba bajo control. Basándome en los pocos filmes suyos que he visto no parece que pudiera competir con los grandes con ese enfoque, pero sí que le dio para unas cuantas comedias enormemente exitosas en su momento y que hoy día han envejecido muy bien por su tono tan desenfadado.

Imagen de rodaje con el director Clarence G. Badger de pie a la izquierda.
Crédito: Silentfilmstillarchive.com

Aparte del placer que supone seguirlas observaciones del Dr. sobre el invitado de hoy y su película Hands Up! doy mi apoyo a las deducciones que cuestionan uno de los tópicos más extendidos sobre el por qué del relativo fracaso de The General.
Yo lo conocí a este caballero a través del libro «The Great Movie Comedians: from Chaplin to Woody Allen» (1978), de Leonard Maltin, cuando yo era muy jovencito. El volúmen habla de 22 cómicos americanos, cada uno con su capítulo y filmografía entera, con la misma cantidad de páginas, sin jerarquías internas especiales. De los 22, 3 son mujeres (Mabel Normand, Marie Dressler y Mae West) y 13 habían hecho todo o mucha carrera en el mudo. Ya entonces conocía a la mayoría, pero de los que no había visto nada Raymond Griffith era el que más me llamaba la atención.
A mi me parece un actor muy completo y, cuantas más películas he visto de él, incluso de secundario, más me reafirmo en que es un valor seguro, con una expresividad corporal y facial de primer orden. Aparte de sus filmes como protagonista, recomiendo vivamente Miss Bluebeard (1925), de William A. Seiter, protagonizada por la maravillosa Bebe Daniels.
De él dice Maltin más o menos lo que yo opino, pero critica que sus películas mezclan diversos tipos de humor y que eso resta fuerza al conjunto (pasando del absurdo a la comedia de enredo, de el «importa un bledo lo que pase a los personajes», como en un cartoon de Tex Avery a de pronto lo que les pasa se supone nos tiene que afectar, con un momento de drama que no viene a cuento, etc). Añado que no sabía que el hombre fuese tan especial con eso de no quedar mal y que describe el Dr. De todas formas me remito a ese papel secundario que menciono, donde el hombre hace el ridículo de muy variadas formas e interpreta a un divertidísimo borracho, con una naturalidad y elegancia inusuales, en un punto que seguro que los mismos Keaton, Chase y compañía debieron aplaudir.
Como anécdota lectora, tengo que decir que hubo un momento del texto que me volví un poco loco, teniendo que releerlo varias veces y preguntarme que estaba pasando (cuando dice que el film de Keaton es obviamente superior al de Griffith). El cruce de cables en mi cerebro se produjo porque cuando lees Griffith, sin más, lo primero que te viene a la cabeza es el OTRO y como aquél hizo una no poco famosa película sobre la Guerra Civil USA pues ya tiene usted a Florenci apareciéndole la pantalla Error 403 en su mollera, un par o tres de veces hasta que comprendí, me desencallé y continué.
Como siempre, un placer leer sus artículos, aunque esta vez me ha costado ir pasando las páginas debido a esa orden inicial de mantener las manos en alto. ¡En casa hemos hecho lo que hemos podido!
Gracias por su comentario, Florenci, me anoto el filme de Seiter.
Sobre la confusión con Griffith, jajaja, a mí me pasó lo mismo al releer el artículo pero era muy pesado escribir siempre el nombre y apellido, y por otro lado no tengo tanta confianza con el actor como para referirme a él como «Raymond» (Ray para los amigos).
¡Un saludo griffithiano!
Jajaja! Vale!