Le Giornate del Cinema Muto de Pordenone 2023 (III)

Créditos de la imagen: Valerio Greco

10 de octubre – ¿Qué tienen en común Harry Piel y Sylvia Plath?

Una las grandes novedades de este año fue el descubrimiento de un legendario documental brasileño: Amazonas, Maior Rio do Mundo (1918) de Silvino Santos, considerado perdido hasta que hace poco se encontró una copia en la República Checa. Aparentemente fue un filme muy popular en su tiempo que se difundió por Europa a menudo en copias ilegales distribuidas por un tipo que afirmaba ser el director de la cinta. La película resulta muy interesante por su valor histórico y etnográfico, si bien yo personalmente eché en falta más imágenes de las tribus de la zona. Años después, el propio Silvino Santos volvería a repetir el mismo tema con No Paiz das Amazonas (1922), su filme más popular.

Volviendo a Europa, nuestra dosis de Ruritania del día vino en forma de un serial francés titulado Titi, Premier Roi des Gosses (1926) de René LePrince, de la cual vimos una versión resumida de apenas hora y media que se montó para el mercado extranjero (el serial completo se cree desaparecido). Llega un punto en que creo que podríamos poner en una bolsa papelitos con una serie de situaciones «ruritanas» estándar y, sacando tres papeles al azar, podríamos armar un guion estilo Ruritania en poco tiempo: matrimonios de conveniencia, reyes con dobles o hermanos gemelos, revoluciones,  un romance entre un atractivo extranjero y una princesa, un heredero desaparecido que aparece de repente… Y en ese sentido, Titi, Premier Roi des Gosses ofrece de entrada una combinación estándar: una pequeña princesa es la heredera al trono, pero su malvado tío consigue provocar una revolución en que convence al pueblo de que la solución a su pobreza no es, como sería lógico, una república, sino darle el trono a él. De modo que la princesa y su madre se exilian en Francia. Allí la madre es asesinada y Titi acaba entre varias situaciones conflictivas conociendo a un entrañable niño vagabundo, Titi, que se encariña de ella y decide ayudarla.

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Affonso y Paschoal Segreto y los orígenes del cine en Brasil

A efectos prácticos la única película silente brasileña que ha tenido cierto reconocimiento en la historia del cine es esa auténtica rareza llamada Limite (1931) de Mario Peixoto. Pero en realidad hay otras cintas de la era muda brasileña que han sobrevivido hasta nuestros días de autores como Humberto Mauro y Octavio Gabus Mendes a las que deberíamos dedicarle aquí algún que otro post en el futuro. Hasta entonces, ¿qué les parece si nos remontamos a los orígenes del cinematógrafo en Brasil?

La primera proyección del cinematógrafo de los Lumière tuvo lugar en Rio de Janeiro el 8 de julio de 1896. Una curiosidad: aquí el aparato se bautizó con el nombre de «Omnigrapho», lo cual ha llevado a algunos historiadores a cuestionarse si realmente era el célebre cinematógrafo de los Lumière. En todo caso, estaba claro que este invento tenía mucho potencial y no había que perder el tiempo: en 1897 Paschoal Segreto y José Roberto Cunha Salles inaugurarán la primera sala de cine de Brasil, «Salão Novidades de Paris», y en 1898 editarían la revista Animatographo, la primera dedicada al mundo del cine en el país.Leer más »

«No sabía que ya lo habían inventado en esa época»: recursos cinematográficos que ya existían en la era muda (II)

Si recuerdan, la semana pasada iniciamos un artículo dedicado a detallar multitud de innovaciones cinematográficas que a veces se piensa erróneamente que son posteriores a la era muda… ¡o incluso pertenecientes a la modernidad! El propósito de estos dos posts es reivindicar una vez más la era muda, a menudo vista de forma totalmente errónea como una época anticuada y superada enseguida con el sonoro, y por supuesto recopilar algunos curiosos hallazgos de esta época. Si el anterior post se centraba en recursos técnicos o de lenguaje cinematográfico, en éste hablaremos más de temas relacionados con el contenido y temática de las películas. Allá vamos:

Guiños metacinematográficos

Los juegos metacinematográficos hacen algo tan aparentemente moderno como destruir ese mundo de ficción construido de forma tan minuciosa y hacen evidente el artificio. Proponen un guiño cómplice al espectador evidenciando que los personajes que vemos son actores y no personas reales. Esto es también algo tan viejo como el mismo cine.

Hace años hablé de una película que vi en Pordenone llamada Fleur de Paris (1916) en que la famosa actriz Mistinguett interpretaba a dos mujeres: a una humilde costurera que guarda un extraño parecido con la actriz Mistinguett y, claro está, a ella misma, la propia Mistinguett, que se acaba encontrando con la costurera. Un argumento de ese tipo en una película estrenada 50 años después parecería un alarde de modernidad, pero en realidad como vemos este tipo de tramas no era tan raras en la época.

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