El absolutamente espectacular éxito que tuvo en su momento el western épico La Caravana de Oregón (The Covered Wagon, 1923) de James Cruze movió a que un estudio rival, la Fox, decidiera copiar la hazaña con otro western de gran envergadura, el cual le fue encargado a un prometedor director que tenían en nómina llamado John Ford. El Ford de 1924 no gozaba ni remotamente del estatus que tiene hoy día. Por entonces era un muy efectivo realizador que había hecho un buen puñado de filmes demostrando dominar la técnica del oficio y, probablemente, aún estaba a la sombra de su hermano mayor Francis Ford, por mucho que por esas fechas la carrera de éste ya estaba de capa caída.
La propuesta que se le hizo a Ford fue filmar El Caballo de Hierro (The Iron Horse, 1924), la épica historia de la construcción de la primera via ferroviaria que unió las dos costas estadounidenses, un momento simbólicamente muy importante por reflejar cómo el país pasó a estar oficialmente unido en sus dos extremos, cimentando así su identidad como nación. Partiendo de ese contexto se nos narra la historia del joven Davy Brandon, cuyo padre sueña con la construcción de una vía ferroviaria que uniera los dos océanos, algo que en ese momento se considera irrealizable. Una noche, el padre de Davy es asesinado a manos de unos indios comandados por un misterioso hombre blanco que se hace pasar por uno de ellos, dejando un trauma de por vida en Davy. Cuando éste se hace adulto, decide participar en la construcción de la vía ferroviaria, ignorante de que hay unos siniestros personajes que preparan un complot para sabotear el paso del tren por un pasaje que permitiría acortar mucho el trayecto. Entre los conspiradores se encuentra el prometido de Miriam, la chica de la que Davy estuvo siempre enamorado.



