Hay películas que arrastran desde hace mucho tiempo una mala fama que lleva a acercarse a ellas ya con ciertas ideas preconcebidas en su contra. Pero si uno prueba a verlas en buenas condiciones y sin saber de antemano lo que esperar, a veces puede llevarse pequeñas sorpresas. Por ejemplo, que un filme históricamente considerado un fracaso como La Puerta del Cielo (Heaven’s Gate, 1980) de Michael Cimino sea en realidad una muy buena película que, de hecho, en los últimos años se ha revalorizado de una forma más justa.
Algo parecido sucede con El Hombre de Man (The Manxman, 1929), que se tiene solo en cuenta por ser el último filme mudo de Alfred Hitchcock – lo cual, de hecho no es del todo cierto, ya que se realizó también una versión silente de su primera obra sonora, La Muchacha de Londres (Blackmail, 1929). En el famoso libro de entrevistas con Truffaut, Hitchcock despachaba rápidamente El Hombre de Man diciendo que no tenía ningún interés, y es cierto que durante mucho tiempo ha sido una obra a la que nadie parece haber prestado mucha atención. Cuando hace años se proyectó como obra de clausura de las Giornate del Cinema Muto de Pordenone, yo la dejé pasar por no apetecerme revisionarla, pero me llevé una sorpresa al oír que los comentarios hacia la película fueron en general elogiosos. ¿Había sido injusto con ella?








