Hace 100 años: las mejores películas de 1925

Sé que todos ustedes, fieles lectores, lo estaban esperando, ¿y quién es este Doctor para decepcionarles? Aquí va la clásica lista que les ofrecemos cada año de las mejores películas que han cumplido un siglo, es decir, las mejores películas de 1925.

A medida que nos adentramos más en la década de los años 20, más difícil se hace realizar una selección acotada de títulos y uno entra en el dilema de no querer extenderse mucho pero, al mismo tiempo, querer dejar un hueco a tantas grandes películas menos conocidas. Es por ello que en esta ocasión se ha ampliado la lista a 20 títulos. Veamos lo que nos ofrecía el mundo cinematográfico en 1920.

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Le Giornate del Cinema Muto de Pordenone 2024 (IV)

 
Autor: Valerio Greco

10 de octubre – En que se dan cita dos de los más grandes nombres de la comedia cinematográfica y un fox terrier

Sabes que va a ser un buen día en Pordenone cuando empiezas la jornada con un corto en que aparece un fox terrier esquiando y luego tienes una película de Lubitsch que aún no habías visto. Als de Winter Komt es uno de los cortometrajes de autoría desconocida que se proyectaron hoy. Se sospecha que es de 1921 y básicamente tiene como narrador a un fox terrier que explica lo bien que se lo pasa en invierno con su familia y, sobre todo, su dueña Mary. Es un corto encantador, tanto por la belleza de esas imágenes nevadas como, claro está, por su protagonista. Y para los que sean sensibles con la forma como se trata a los animales actores, en este caso nuestro fox terrier se nota que se lo está pasando genuinamente bien brincando por la nieve y caminando con unos zapatitos que le han comprado para que no pase frío en las patas en estas fechas.

El otro corto que vimos hoy sin identificar es una simpática comedia, Las Horas del Asistente, que se sospecha que debe datar de alrededor de 1915 y probablemente provenga de Francia o Italia. Explica todas las tareas que debe llevar a cabo durante un día el ayudante de un oficial, y la gracia está en que va alternando planos de un reloj que marca una hora concreta con la diferente tarea que el pobre hombre tiene que llevar a cabo.

Crédito: Eye Filmmuseum

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Le Giornate del Cinema Muto de Pordenone 2024 (III)

Autor: Valerio Greco

8 de octubre – El Tío Sam visto por Colombia

Algo que me gusta de Pordenone es su absoluta heterogeneidad, el hecho de ser un festival que, dentro de lo que es el cine mudo, pueda incluir cualquier cosa. Tan pronto estamos viendo un filme de Uzbekistán que denuncia la situación de la mujer allá como nos encontramos bajo el mar viendo un documental submarino. Primero tuvimos dos aperitivos: Dans le Sous-Marin (1908), un corto en que varios hombres quedan atrapados en un submarino y mientras mueren recuerdan imágenes de sus hogares, para luego desembocar en un tableau vivant con varias mujeres haciendo aparecer bebés (¿?) y enarbolando un mensaje de paz, y Le Voyage Fantastique de Marius (1912), un corto animado en que un hombrecillo convierte su coche en un submarino. Luego vimos el documental Wonders of the Sea (1922) de J. Ernest Williamson, que tenía como principal aliciente mostrar imágenes del fondo del mar en una época en que no eran tan fáciles de filmar como hoy día.

Es un filme curioso, con varias tomas que captan la belleza de una nadadora sumergiéndose al fondo del mar (incluyendo algunos planos en slow motion para plasmar mejor sus movimientos), un pintor que se dedica a pintar el fondo del mar desde una cámara sumergida bajo el barco en compañía de un niño que sospecho que está de adorno y, finalmente, dos submarinistas paseándose por el fondo marino, cazando una pobre morena y enfrentándose a un temible pulpo que es descaradamente de mentira. En esta cruenta lucha entre el hombre y el pulpo de mentira, les tranquilizará saber que una vez más ganó el ser humano. Pero bromas aparte, es interesante constatar cómo Williamson cree conveniente añadir esta pequeña ficción inventada para dar un poco más de sustancia a un documental que, por si solo, yo creo que ya habría funcionado perfectamente.

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Le Giornate del Cinema Muto de Pordenone 2024 (II)

5 de octubre – Segunda oportunidad con Protazanov

Hace diez años, cuando me estrené en Pordenone, el primer día me perdí una película de Yakov Protazanov por un error de novato. Una década después parece que el festival me ha ofrecido una segunda oportunidad programando una película de Protazanov el primer día por la tarde a la que también llegaba justo. Pero esta vez pude verla.

Protazanov es de los pocos directores rusos que hizo la transición de la época prerrevolucionaria a la era soviética, y de ésta al sonoro y el estalinismo. Un superviviente nato. El Cuarenta y Uno (Sorok pervyy, 1927) está ambientada durante la Revolución Soviética en el desierto de Karakum, y explica cómo un pequeño destacamento intenta sobrevivir huyendo del ejército blanco a través del desierto y casi sin víveres. Por el camino capturan a un oficial del Ejército Blanco y se le encomienda la misión de custodiarlo a Mariutka, la mejor tiradora del destacamento. Pero ambos acabarán enamorándose.

Éste es uno de esos filmes que reflejan a la perfección el agobio físico que sienten sus personajes: el calor, el paisaje desolador, el agotamiento… La historia funciona muy bien y solo se le puede achacar que obviamente le falta metraje y eso dificulta juzgarla como merece ya que presenta un ritmo desigual y se nota que faltan escenas. La copia que vimos era una checoslovaca que se supone que es la mejor que hay, pero ojalá se restaure en el futuro combinando todas las versiones existentes. En definitiva, una muy buena versión que está perfectamente a la altura de la famosa de Grigori Chukhrai del 1956, pero más áspera y con un final donde, por una vez, no triunfa el amor… ¡sino la Revolución!

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Black Skin (Chyornaya kozha, 1930) de Pavel Kolomoytsev

Una de las muchas ventajas de adentrarse en películas tan lejanas en el tiempo es que nos permiten descubrir episodios curiosos de la historia del siglo XX sobre los que no suelen hablarse muy a menudo. Un ejemplo de ello fue la campaña que tuvo lugar en la URSS a principios de los años 30 para atraer trabajadores especializados del extranjero, principalmente de Estados Unidos. Por entonces el recién creado régimen comunista estaba viviendo un fuerte proceso de industrialización y se agradecía la mano de obra con experiencia. La manera de lograrlo era vender al exterior el relato de que la URSS era una utopía socialista donde los obreros no eran explotados por sus amos y trabajaban por un bien común.

Y si bien a principios de los años 30 la Gran Depresión les proporcionó el caldo de cultivo perfecto para ofrecer trabajo a algunos de los obreros que vivían una situación desesperada, a eso los avispados propagandísticos soviéticos supieron añadirle un nuevo ingrediente: el racismo. No se les escapaba que en EEUU éste era un problema por entonces candente, de modo que a su relato le añadieron la idea de que la URSS era un país donde se respetaba a todos los hombres por igual sin importar su raza.

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Three Friends and an Invention (Dva druga, model i podruga, 1927) de Aleksei Popov

Three Friends and an Invention (Dva druga, model i podruga, 1927), también conocida por el más exacto título de Two Friends, a Model, and a Girlfriend es una encantadora muestra de las magníficas comedias que se realizaron en la era muda del cine soviético, generalmente asociada únicamente a filmes vanguardistas de contenido político, lo cual es una visión tan simplista como pensar que el cine mudo alemán era mayormente expresionista. Los protagonistas de la película que nos ocupa son dos jóvenes trabajadores de una fábrica que diseñan un invento que permite crear cajas de cartón con suma rapidez. Aunque intentan ofrecer la patente al propietario de la fábrica para facilitar el trabajo, éste se muestra en contra de invento. Lejos de desanimarse, nuestros dos héroes se dirigen a la capital para mostrárselo a las autoridades. Les acompañará una muchacha del pueblo de la que ambos están enamorados… pero también les seguirá su enemigo dispuesto a desbaratar sus planes.

El autor de Three Friends and an Invention es un director de teatro llamado Aleksei Popov, que si bien tuvo algunos pocos papeles en el cine en la era zarista, centró la mayor parte de su carrera en el mundo teatral. Con esta película Popov se proponía hacer una comedia ligera con personajes modernos tomando como referencia los filmes humorísticos que venían de fuera, sobre todo los de Buster Keaton. La conexión con Keaton es bastante obvia, no solo porque sus protagonistas son dos hombres resolutivos que se enfrentan a la adversidad y se evita el sentimentalismo que podría provocar el personaje de la chica, sino por el gusto de ambos personajes por los inventos absurdos. Y aquí no icluimos solo la máquina que fabrica cajas, sino por ejemplo el improvisado medio de transporte fluvial que inventan sobre la marcha para viajar hasta la ciudad.

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El impactante desenlace de Djanki Guriashi (1928) de Aleksandre Tsutsunava

Hace poco mi ayudante Cesare me sorprendió llegando del videoclub con una película georgiana de la que nunca había oído hablar: Djanki Guriashi (1928) de Aleksandre Tsutsunava. Y lo curioso no es que la desconociese – hasta este Doctor tiene enormes lagunas en sus conocimientos de la era silente – sino que se trata de una gran epopeya que, aunque solo fuera por tamaño y pretensiones, uno pensaría que sería más tenida en cuenta. El filme nos narra a lo largo de tres horas (que no se hacen nada pesadas) el alzamiento que tuvo lugar en los años 40 del siglo XIX por parte de unos campesinos de la zona de Guria (Georgia) para rebelarse contra el cruel tratamiento que estaban sufriendo a manos de los delegados del zar en la zona.

Me imagino que la mayoría de ustedes, evidentemente familiarizados con la historia de Georgia, conocerán el final o, al menos, sabrán intuirlo. El alzamiento fue aplastado y no fue hasta el siglo XX cuando los dirigentes zaristas fueron derrocados en mitad de la Revolución Soviética. Este hecho permitió pues al director narrar un momento clave en la historia de su país al mismo tiempo que, de cara al régimen soviético, adscribía el filme dentro de las muchas obras de propaganda política de la época.

No voy a ofrecerles aquí una reseña completa de la película sino a resaltarles un par de escenas de su desenlace que me llamaron poderosamente la atención por su fuerza simbólica, y que espero que les animen a buscar el filme.

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Arsenal (1929) de Aleksandr Dovzhenko

De todos los grandes cineastas soviéticos de la era muda, Aleksandr Dovzhenko es el que me genera una mayor fascinación. No solo es un grandísimo director sino que además posee una cualidad que lo hace muy especial a mis ojos: una forma de narrar películas tan libre y particular que a veces cuestan de seguir. Tras haber revisionado varias veces algunas de sus grandes obras debo reconocer que aún hay multitud de detalles sobre éstas que no acabo de comprender. De hecho, puestos a sincerarme, a estas alturas aún sigo sin saber qué me parece su filme Aerograd (1935) pese a haberlo visto ya unas cuantas veces. No estoy seguro de qué pretendía ni de si el hecho de que me parezca tan raro y a ratos incomprensible es a propósito o no. Pero precisamente es este aspecto aparentemente tan ingrato el que hace de su cine una experiencia tan particular.

Fijémonos por ejemplo en el inicio de Arsenal (1929). Durante varios minutos Dovzhenko encadena toda una serie de imágenes sin que lleguemos a entender a dónde nos quiere llevar. Un hombre sin brazo arando un campo, una mujer triste en su casa, otra en la calle que sufre el abuso de un guarda que le acaricia un pecho, un hombre escribiendo su diario… No solo no hay aparente conexión entre dichas imágenes, sino que además Dovzhenko alarga mucho los planos, creando una cierta tensión no resuelta: queremos entender de qué va la cosa, quién es el protagonista, el nexo de unión entre dichas escenas. Pero nada de eso se nos aclarará. Más adelante unos planos de las trincheras en la I Guerra Mundial parece que nos van a resolver la cuestión, pero entonces se pone de manifiesto otro aspecto muy característico suyo: su gusto por lo grotesco y lo extraño. Porque presenciamos un panorama terrible y caótico entre las trincheras en que, extrañamente, un soldado sufre un ataque de risa a causa del efecto que le provoca un gas que han lanzado los enemigos. Ni siquiera cuando parece que el director nos va a mostrar imágenes de carácter antibélico se rige por un enfoque convencional.

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Las XXI Jornadas de Cine Mudo de Uncastillo «Ino Alcubierre» 2023

¿Qué mejor manera de cerrar este rincón silente antes de unas merecidas vacaciones veraniegas que asistiendo a las XXI Jornadas de Cine Mudo de Uncastillo «Ino Alcubierre»? Hacía tiempo que le tenía echado el ojo a este evento que se celebra en una localidad de la provincia de Zaragoza y que, hasta donde yo sé, es el único festival dedicado al cine mudo en España a día de hoy. De modo que cuando este año sus organizadores tuvieron la gentileza de invitar a este Doctor para concederle un premio no me hice de rogar: empaqueté mis cosas y ordené a Cesare que preparara nuestro coche para dirigirnos a Uncastillo.

Conociendo las Jornadas de Cine Mudo de Uncastillo

Permitan que primero les presente las Jornadas de Cine Mudo de Uncastillo para aquellos que no estén familiarizados con ellas. Dicho evento nació de una iniciativa que iba a ser en realidad algo puntual: un homenaje realizado el año 2000 a la actriz Inocencia Alcubierre, nacida en Uncastillo en 1901, protagonista de algunas de las películas más remarcables del cine español silente como Don Juan Tenorio (1922) de Ricardo de Baños o la versión de Nobleza Baturra (1925) dirigida por Joaquín Dicenta. A partir de aquí surgió la idea de repetir dicha experiencia pero en forma de un evento anual dedicado al cine mudo.

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Campesinas de Ryazan (Baby Ryazanskie, 1927) de Olga Preobrazhenskaya e Ivan Pravov

Resulta curioso que entre toda esa generación de grandes cineastas soviéticos que surgió en los años 20 no hubiera ninguna mujer destacada entre ellos a excepción de la ex-actriz de complicado apellido Olga Preobrazhenskaya. Después de una exitosa carrera en teatro y luego cine, Preobrazhenskaya debutó en 1916 como directora, siendo según se cree la primera mujer en dirigir películas de la historia de Rusia, pero el ser una mujer le dificultó que pudiera seguir con su carrera tras las cámaras más allá de algunos trabajos esporádicos. Esto cambió en el contexto más favorable de finales de los años 20, cuando realizó una serie de títulos bastante reseñables codirigidos junto a Ivan Pravov, de los cuales ya comentamos por aquí la primera adaptación de El Don Apacible (Tikhhiy Don, 1931).

De todas sus películas, la que se considera su gran obra es Campesinas de Ryazan (Baby ryazanskie, 1927), un filme con un potente mensaje de denuncia al patriarcado y que, al mismo tiempo, nos ofrece unas imágenes poderosísimas. La acción tiene lugar en un pueblo de la zona de Riazán justo antes del inicio de la I Guerra Mundial. Ahí la huérfana Anna, de carácter sumiso y bondadoso, es emparejada en un matrimonio de conveniencia con Ivan, el hijo de un importante granjero de carácter rudo, Vasilii. Por suerte para ambos, aunque se ven obligados a casarse congenian enseguida y son felices con la unión. No sucede lo misma con la hija de Vasilii, Vasilisa, que está enamorada de Nicolai, un joven humilde del pueblo al que su padre se opone frontalmente. De carácter más fuerte, Vasilisa se rebela contra su padre y se va a vivir con Nicolai sin casarse formalmente, provocando la indignación y el desprecio de la gente del pueblo. Se inicia la I Guerra Mundial y tanto Ivan como Nicolai son movilizados al frente. En ausencia del hijo, Vasilii, viudo pero con su criada como amante, se encapricha de su nuera y la viola dejándola embarazada. Cuando Ivan retorne de la guerra el conflicto acabará estallando.

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