Si el difunto director Graham Cutts pudiera ver desde donde quiera que esté el regocijo con que se recibió el reciente descubrimiento de unos rollos de su película The White Shadow, se llevaría en primer lugar toda una alegría. Pero más adelante se decepcionaría al darse cuenta de que lo que los cinéfilos han celebrado no es el descubrimiento de un film suyo, sino el de una obra que se creía desaparecida en que colaboró Alfred Hitchcock.
Y aquí está el mayor peligro a la hora de encarar The White Shadow: verla como una película de Hitchcock e incluso atribuirle a él parte de la autoría de la misma pese a que no era el director. Es cierto que colaboró muy activamente en su producción y que de hecho desempeñó varias tareas (escribió el guión, diseñó los decorados y fue ayudante de dirección), pero no hay que caer en la trampa de buscar su estilo en una película que ni siquiera es suya. Es cierto que tiene el aliciente ser el único ejemplo que tenemos hoy día de los films en que Hitchcock colaboró antes de pasarse a la realización, pero no hay que buscar más allá de eso.
La mala noticia es por tanto que The White Shadow no es un film de Hitchcock. A cambio la buena noticia es que The White Shadow es un film notable que se sostiene por sí solo.
Fotografía del rollo de película encontrado. No se sabía el título del film, simplemente la actriz protagonista y que fue distribuida por Selznick (padre), por ello temporalmente se le conocía como «la película muda sobre gemelas».
El metraje que conocemos fue descubierto en Agosto del 2011 en Nueva Zelanda y corresponde a los tres primeros rollos de los seis que componían la película. Aunque eso nos impide evaluar con justicia todo el film, sí que los 40 minutos que han sobrevivido nos dan una idea bastante aproximada de lo que ofrece.
El argumento es quizá el aspecto más flojo por su tono que roza lo folletinesco. Las protagonistas son dos hermanas gemelas, de las cuales – en un alarde de originalidad – una es la responsable (Georgina) mientras que la otra (Nancy) tiene un carácter indomable. Después de que Nancy tontee con un apuesto americano que ha conocido en un viaje, su padre la amonesta y ésta, en revancha, se escapa de casa hasta París, donde se oculta en un cabaret bohemio llamado «El gato que ríe». El padre, desolado, sale en su búsqueda y desaparece; la madre fallece al poco tiempo. Georgina por suerte sale mejor parada y simplemente se establece por su cuenta. Pero entonces un día se reencuentra con Robin Field, el apuesto americano, el cual la toma erróneamente por Nancy. Georgina finge ser su hermana pero a medida que se va enamorando de él siente remordimientos.
La trama tiene por tanto todos los ingredientes propios del melodrama: el padre que desaparece misteriosamente (y, si me lo permiten, de forma un tanto absurda), la gemela honesta en contraste con la que decide llevar una mala vida, una historia de amor que provoca remordimientos a nuestra heroína, etc.
El guión de Hitchcock obviamente no partía de una idea original suya sino de un libro no publicado. De hecho el film fue una maniobra comercial que buscaba beneficiarse del enorme éxito que tuvo la película Woman to Woman (la primera en que Hitchcock colaboró activamente). Por ello los productores decidieron repetir la jugada llevando a cabo un nuevo film con el mismo director, mismo guionista y misma actriz protagonista (Betty Compson, cuya actuación de las dos hermanas es uno de los puntos fuertes de esta obra). Desafortunadamente el éxito no se repitió y The White Shadow fue una decepción en taquilla.
El mayor aliciente de la película es indudablemente su impecable factura técnica, que rompía con el tópico por entonces muy extendido de que el cine británico era de muy baja calidad respecto al que se hacía en Estados Unidos, Alemania o Francia. De hecho uno de los mayores cumplidos que recibió Graham Cutts por este film y su anterior Woman to Woman es que no parecía una película inglesa, y Hitchcock en sus inicios recibiría exactamente los mismos halagos.
Así pues, pese a lo rutinario de la trama, la puesta en escena de Cutts es más que competente, así como el trabajo de Hitchcock a la hora de recrear los diferentes escenarios, como por ejemplo el inolvidable cabaret de «El gato que ríe».
No nos engañemos, de no ser por la participación de Hitchcock, The White Shadow sería una de las muchas buenas películas mudas que solo interesarían a los más adeptos a este tipo de cine y, por supuesto, su reciente descubrimiento no habría sido noticia salvo entre la pequeña comunidad que formamos los aficionados al cine mudo. Pero dejando de lado la participación del futuro mago del suspense y analizándola como película en frío, sigue siendo una obra notable y bien resuelta. Una pena no poder ver su segunda mitad para valorarla con justicia.