Cuando a mediados-finales de los años 20 parecía que al slapstick tradicional le quedaba poco tiempo de vida, y más con la amenaza del cine sonoro cada vez más presente, aún tuvieron tiempo algunos cómicos de resurgir con un éxito apabullante. Eso fue lo que le sucedió al dúo formado por Stan Laurel y Oliver Hardy, quienes pasaron la prueba con creces hasta convertirse no ya en dos de los cómicos más célebres de la época sino en iconos históricos.
El fenómeno Laurel y Hardy siempre me ha parecido curioso. Ambos ya tenían sobrada experiencia por separado antes de juntarse, y su tipo de slapstick estaba exento de la sofisticación a la que habían alcanzado los más grandes del género por entonces. Sus películas eran un retorno a la esencia del slapstick más elemental en que retomaban la faceta clown de los personajes cómicos, recurriendo además al infalible recurso de combinar al payaso bobalicón junto al payaso gruñón. Pero aún así funcionaron perfectamente gracias, por un lado, a las dotes cómicas y la química existente entre los dos cómicos, y por el otro al experto saber hacer de los directores de sus cortometrajes, destacando a Leo McCarey, a quien ya vimos dirigiendo a mi adorado Charley Chase y que luego se convertiría en un director de prestigio.
Entre todos los cortometrajes que hicieron para el estudio de Hal Roach en su época muda mis favoritos son aquellos en que más se desmadran, que siguen siempre una estructura idéntica: un inicio más o menos calmado, un pequeño ataque a un personaje, una respuesta un poco más subida de tono, otra contrarréplica ligeramente más ofensiva y finalmente el caos absoluto en que acaban destruyendo todo lo que hay a su alcance.
De las obras que siguen esta estructura me he decantado por Big Business sencillamente porque la premisa surge de la compra de un árbol navideño, un tema que considero muy oportuno en estas fechas. En esta película, Laurel y Hardy son dos vendedores de árboles de Navidad que van casa por casa y acaban teniendo un conflicto con uno de sus clientes (interpretado por James Finlayson, rostro habitual del estudio Hal Roach que aparece en buena parte de los cortos del dúo dándoles la réplica). Los ataques que se van dispensando el uno al otro van yendo a más hasta que finalmente se les escapa de las manos y acaban destrozando la casa, la cual por cierto fue comprada expresamente para que pudiera ser destruida con toda libertad durante el rodaje.
Dos detalles que me gustaría destacar: las divertidas expresiones de Laurel y Hardy mientras el propietario de la casa destroza su coche, entre atónitos y desconcertados (aquí demuestran que un buen cómico es el que sabe hacer reír no sólo en aparatosos números físicos o poniendo expresiones muy vistosas sino también en planos más discretos como éste) y, sobre todo, el hilarante plano de James Finlayson batallando él solo en el suelo contra un inofensivo árbol de Navidad ante la atónita mirada del policía.
Más allá del tema navideño del argumento, en estas fechas el Doctor Caligari tiene por costumbre rescatar cortos de slapstick como éste mientras se refugia del frío invierno germano. Les animamos a que hagan lo mismo durante las próximas semanas en que el blog permanecerá cerrado por vacaciones, así podrán empezar el nuevo año de buen humor. Les esperamos con más películas el 2015.